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Jauja, donde pagan a los hombres por dormir, fustigan a los hombres que insisten en trabajar, los árboles son de tocino y sus hojas de pan de fino. Las calles están adoquinadas con yemas de huevo y lonjas de tocino, asadas y fritas...

27 de septiembre de 2017

En un pedacito de cielo conocí a Mamallanchic Rosario

Era una mañana de invierno en Jauja, amaneció con el cielo nublado y el paisaje mojado por la lluvia de toda la noche. Yo, daba vueltas en la cama tratando de ganarle al desgano que tenía para levantarme, estaba bien abrigado y me daba pereza salir de la cama y encontrarme con el frío. Mire el reloj y al ver la hora se me fue todo el desgano y salté de la cama venciendo la flojera. Tenía que estar a las diez de la mañana en la Municipalidad de Molinos. Salí rápido del hotel y caminé por el jirón Grau rumbo al mercado, crucé la Plaza de Armas observando la iglesia y la municipalidad. Hace dos días había comido una rica “patasca” y quería volver a probarlo. Mientras desayunaba, pensaba como haría mi trabajo de instalar los equipos de telecomunicación. Había llegado hace tres días a Jauja y esta vez me había quedado en un hotel porque me acompañaba un compañero de trabajo. Con los días de estadía, mi amigo estaba encantado con el paisaje, con la comida, con las calles angostas, trazadas en forma ordenada y simétrica.

De regreso al hotel, mi compañero Benítez me esperaba despierto, pero aún en cama. Le dije:
-Me llamaron al cel y tengo que ir a la muni de Molinos para hacer un estudio de campo. Si deseas te quedas porque solo será para levantar información técnica.
-No, prefiero acompañarte y de paso conozco algo más de sus hermosos paisajes –me contestó Benítez.

Salimos del hotel y subimos a una mototaxi rumbo a la Alameda para tomar un colectivo a Molinos. Era la primera vez que Benítez viajaba por ese lugar y disfruto de las bellas campiñas de Huertas, la colina de Puyhuán y Molinos. Al llegar, nos dirigimos a la municipalidad, pero estaba cerrado. Caminamos por la pequeña plaza y entramos a una bodega para preguntar por el alcalde. Nos atendió una hermosa joven de ojos grandes que llamó mi atención, pensé que no solo los paisajes de Jauja son hermosos, sino también las mujeres jaujinas.
-El señor alcalde estuvo temprano por acá –nos dijo la mujer.
-¿Dónde es su casa? -pregunté.
La mujer salió a la calle y nos indicó la casa, y fuimos a buscarlo. El alcalde nos hizo ingresar a su casa y nos explicó que un señor Isidro nos atendería, porque él tenía que irse a la chacra.

Regresamos con él a la municipalidad pero aún estaba cerrado
-“Chiuchi”, ven –ordenó el alcalde a un niño que jugaba- corre a la chacra y avisa a don Isidro para que venga o envíe las llaves. Luego el alcalde se despidió de nosotros.
En unos minutos llego el señor Isidro y nos presentamos.
-Estarán sin comer, ya será la hora del almuerzo. Mejor les llevaré a donde puedan prepararles algo de comer –dijo Isidro.
Nos invitó a pasar a una tienda y mientras preparaba la comida, ordenó dos cervezas.
-Voy a invitarles unas cervecitas en gratitud de estar en mi tierra mientras esperamos que preparen su almuerzo. Será mejor que trabajen después de almorzar.

Bebimos las cervezas y almorzamos una sopa preparado a base de carne picado en trozos pequeños, fideos tipo corbatita, orégano y leche. Acompañaba en la mesa una fuente con papas “huayro” sancochadas, un pote de ají de rocoto con queso, preparado en un batán. Al final del almuerzo, Isidro nos invitó una copita de Crema de Muña, nos dijo que era para una buena digestión. Quedamos satisfechos con el almuerzo y encandilados de la forma como se vive y se come en Jauja. Por algo le dicen “Jauja”, le comente a Benítez mientras caminábamos a la municipalidad.

Subimos al techo y nos ubicamos al costado de la torre de treinta metros de altura para obtener la ubicación del local con un GPS, tenía que enlazar desde este lugar una señal de Internet en forma inalámbrica a una escuela que se encontraba a siete kilómetros de distancia. Al finalizar solicitamos que nos proporcione una movilidad para ir a la escuela y realizar el mismo proceso de medición. Consiguieron a Melquíades que tenía una motocicleta para ir al lugar.

Llegamos a las cinco y media de la tarde, quise apresurarme, pero encontramos cerrado la escuela, pensé que perdería tiempo si buscáramos al portero, empecé a medir con cálculos aproximados por el perímetro. Cuando termine, fui en busca de Melquíades para regresar a Molinos, pero él se disculpó y me dijo que no regresaría, al contrario, tenía que viajar a la altura, nos indicó donde era el paradero y nos fuimos a la carretera.

Pasaba el tiempo y empezaba a oscurecer, nos preocupamos y regresamos donde Melquíades para encontrar alguna solución. Nos dijo que solo podría llevarnos hasta cierto lugar donde si encontraríamos alguna movilidad que viene de Quero o de la altura.

Melquíades nos dejó en el cruce con la carretera principal. A lo lejos había unas viviendas precarias.
-Por acá pasan carros que bajan de la altura, esperen nomás. Mucho gusto en conocerles, me voy rapidito porque si no me agarra la noche.

Se despidió y se perdió por el camino, entre el polvo que levantaba la motocicleta y la oscuridad que cada vez se hacía más denso.

Dejamos los equipajes y nos sentamos en un tronco de árbol que yacía a un costado de la carretera. Benítez se puso sus guantes y se abrigó con su casaca. Yo llevaba una casaca térmica y no sentía mucho frío, mire alrededor y vi dos casitas a lo lejos, en una de ellas apenas podía ver una débil lucecita, la otra vivienda estaba oscura, el resto del lugar eran chacras, algunas sin sembrar.

Por momentos no había mucha comunicación entre nosotros, existía un silencio que era interrumpido por el sonido de las hojas de los eucaliptos que se movían por el viento. Yo tenía puesto la mirada al final de la carretera que venía de la altura esperando escuchar o ver algún automóvil. Ya había pasado media hora desde que llegamos al lugar y cada vez se sentía el frío, me animé a levantarme y caminar en pequeños círculos para mantenerme caliente.
-Hummm... no pasa nada -dijo Benítez.
-Ya vendrá alguna movilidad, Melquíades es de este lugar, por algo nos trajo hasta acá -le respondí.

Noté la preocupación de Benítez, pensé que si se había equivocado al decidir acompañarme y no haberse quedado en el hotel, ahora se encontraba en peor situación y en un lugar desolado, con frío, sin alimentos y sin tener la certeza de encontrar un lugar donde pasar la noche. Me mantuve sereno, no quise que Benítez se dé cuenta que estaba preocupado y sin saber qué hacer.

La noche cubrió totalmente el lugar, mire a los alrededores y solo podía observar siluetas oscuras del paisaje que contrastaba con la poca luz de la noche. A lo lejos solo veía la lucecita de la vivienda que por momentos se perdía. Pensé que sería la última opción de ir y pedir alojamiento o tratar de ingresar a la otra vivienda que parecía abandonada. Pero no sabía que personas encontraría, si serían amables o capaz desconfiados. Sería imposible pasar la noche a la intemperie o tratar de caminar hasta Jauja. Volví a sentarse.
-De saber qué esto pasaría, hubiera preferido quedarme en el hotel y salir a pasear por la ciudad -comentó Benítez.
-Sí, pero ya estamos acá y tenemos que salir de esto, seguro que ya no demora en venir un auto -le respondí.

Nuevamente el silencio nos invadió y la preocupación se apoderó de nuestros pensamientos. Baje la cabeza mirando al suelo y en completo silencio empecé a invocar a Dios para que nos ayudara. Recordé la conversación con el administrador del hotel sobre la fe que los jaujinos tienen en la Virgen del Rosario, cerré los ojos y junté mis manos para implorar en silencio.

-Virgencita, tú que tienes muchos devotos por tus milagros, tú que eres la patrona de estas tierras, bajo tu protección nos acogemos para que escuches mi súplica: Te pido por la necesidad que tenemos en este momento, ten compasión y aboga por nosotros para encontrar una salida y llegar a Jauja sin contratiempos y libre de cualquier peligro. Amén. -lentamente abrí mis ojos para volver a la realidad.

-¿No crees que debemos hacer o pensar en algo? No podemos seguir así. Capaz podemos ir caminando hasta un poblado más grande, ya pasó una hora más -reclamó Benítez.
-Sí, pero no conocemos muy bien el lugar y estamos lejos. Esperemos un poco más. No te preocupes que saldremos de esto -le respondí.

Benítez se levantó y empezó a caminar, recordó que tenía cigarros, encendió uno y me invito otro. Exhaló el humo hacia arriba y aprovechó para mirar el cielo jaujino que mostraba su hermosura, llena de estrellas luminosas. Parecían miles de luces de bengalas que se prenden en época de navidad, se quedó impresionado y olvidó por un momento lo que le sucedía.

Hasta que, un ruido de un arbusto cercano rompió el silencio y nos llamó la atención que volteamos raudamente. De la oscuridad emergió una silueta negra y lentamente se acercó hacia nosotros. Retrocedimos lentamente, atónitos y asustados sin tener explicación de lo que podría ser. Cuando la silueta estaba más cerca pudimos percatarnos que se trataba de una mujer, una anciana, que caminaba lentamente por los años que tenía. Ya más tranquilo pensé que hacia una mujer en este lugar y a esta hora, le salude cordialmente y le pregunte el motivo de su presencia.
-Voy a Jauja –me respondió la mujer.
La respuesta nos dio una tranquilidad, al saber que había otra persona que tenía intención de viajar.
-¿Y cuál es su nombre? –preguntó Benítez.
La mujer nos miró, se quedó en silencio como si tratara de recordar su nombre y respondió con un hablar pausado.
-Tantos años que vivo en estas tierras, me llaman de diferentes formas.
-¿Ya que eres de este lugar, todavía hay movilidad para Jauja? –volvió a preguntar Benítez, angustiado.
-No te preocupes joven, que de todas maneras llegaras a Jauja –le contestó dulcemente y con total seguridad.

Ayudamos a la anciana a sentarse en un tronco caído y le acompañe. De cerca y en silencio contemple su rostro. A pesar de sus años y sus arrugas, tenía una mirada angelical y celestial que irradiaba tranquilidad. Le pregunté de donde venía y que hacía en este lugar. Pero ante su silencio le expliqué que era jaujino, pero que venía desde Lima por trabajo, que mañana tenía que regresar y que me había encantado mi corta estadía en Jauja. La anciana me dijo que, ojalá, que con esta mala experiencia no me arrepentiría de lo que decía. Nos reímos.

Benítez seguía caminando tratando de controlar su paciencia, prendió otro cigarro y me hizo un gesto de invitación, acepté y me puse de pie. Mientras encendía el cigarro, Benítez me hizo recordar que ya era demasiado tarde y que estaba preocupado. Le di confianza y ánimos pidiéndole que espere un rato más.

En ese momento, la anciana, como si presagiara algo, trataba de ponerse de pie. Al darnos cuenta de su intento nos acercamos para ayudarla, la tomamos de cada brazo y la levantamos suavemente. Fue cuando escuchamos un ruido lejano de un motor y dimos vuelta buscando de donde venía. Nos percatamos que un automóvil se acercaba, nos alegramos y empezamos hacer señas para ser visto por el conductor. El automóvil venía lentamente y aprovechamos para recoger nuestros equipajes. Yo me percato que la anciana no se alegraba mucho, se había quedado quieta, serena, pero observándonos con una sonrisa, como cuando una madre observa a su hijo en silencio. Camine hacia la ventana del conductor y le comento la necesidad que tenemos de viajar a Jauja y si podía llevarnos. El chofer aceptó.

Benítez subió rápidamente los equipajes, yo abrí la puerta delantera para que la anciana pueda subir, pero ella se negó, me miro a los ojos y me dijo que se quedaría. No comprendía su decisión, si también había esperado mucho tiempo para luego desistir en viajar. Más bien la anciana me apuro a subir, yo insistía que también tenía que subir, pero me agarró de los brazos y con la poca fuerza que tenía intentaba subirme. En ese momento, no sé por qué, no tuve palabras ni voluntad, solo pude titubear y abordé el coche sin decir nada. La anciana cerró la puerta, se acercó a la ventana y nos dio una sonrisa maternal, nos dijo que nos cuidáramos mucho y que no nos olvidemos de la fe, que los prodigios si existen.

El automóvil partió lentamente y yo me di la vuelta para no perderla a la anciana. Observé que se regresaba y se perdía por el mismo lugar oscuro de donde había salido. Exploré visualmente y rápidamente el lugar y alrededores, todo era sombrío, no había indicio de alguna vivienda. Le pregunté al conductor si por ahí había viviendas y me dijo que todo era chacras. Le pregunté si conocía a la anciana y me dijo que era la primera vez que la veía en el lugar.

Me quedé pensativo, era muy extraño todo esto, salió de la nada, no pude saber su nombre, nos dio tranquilidad, nos hizo compañía, nos enseñó a tener fe, nos embarcó y al final, se regresó por donde había salido. Pero estaba agradecido con lo sucedido. Cerré los ojos y recordé que había invocado a Dios y a la Virgen del Rosario que nos protegiera y que no nos desampare. Abrí los ojos y miré por la ventana, solo veía el camino iluminado por la luz del automóvil. Ya tranquilo, me prometí que antes de viajar a Lima iría a la virgencita para agradecerla. Recosté mi cabeza en el asiento y me quede dormido.

Al día siguiente me levanté temprano, arreglé mi maleta porque viajaba a las once y media de la mañana, desperté a Benítez. Salimos para desayunar y en la recepción nos encontramos con el administrador, aproveche para preguntarle por la Virgen del Rosario y nos contó que fue donado por un Emperador y cuando era conducida de Lima al Cuzco por centenares de indios por el camino del inca y al pasar por Jauja se desencadenó una tempestad con granizos y truenos que duró más de 24 horas, inundando la ciudad. Al reanudarse la marcha, los indios no podían movilizar la carga porque pesaba demasiado. Al destapar encontraron una virgen y esto fue interpretado como una expresión de la virgencita de querer quedarse en Jauja. De este modo empezó el culto en el coloniaje, se dice que hacía ricos a sus devotos haciéndoles encontrar “tapados” de oro, a otros les salvaba de alguna enfermedad dotándoles de buena salud, haciéndolos incluso centenarios. Cuentan que el Libertador Bolívar, era su devoto, fue salvado milagrosamente de una caída fatal de su caballo y que el Mariscal Cáceres, también devoto, cuando estuvo en Jauja, muy de madrugada oró al pie de su altar invocando su protección y luego dar un golpe en la “Huaripampeada” que le significó la entrada a Lima y tomar el poder. Estos y muchos milagros más hicieron que tuviera devotos no solo de la clase pobre sino de la clase adinerada, quienes al morir, legaban extensas tierras, declarándola su heredera celestial. Actualmente los mayordomos celebran para el primer domingo de octubre el día patronal de Jauja, con juegos pirotécnicos que empiezan desde la víspera, con misas y procesiones multitudinarias por la Plaza de Armas acompañados de una banda de músicos y al toque de las campanas de la iglesia Matriz, luego de la procesión hay una pandilla general, así termina las festividades despidiéndose hasta el próximo año.

Benítez se quedó admirado con la historia. El administrador abrió un cajón de su escritorio, sacó una fotografía y me regaló. Era la Virgen del Rosario, y me dijo que siempre la llevara conmigo, que me iría bien. Agradecido por ese noble gesto le di un abrazo y salimos del hotel para desayunar, luego fuimos a la Iglesia. Cuando llegamos a su altar nos encontramos con un retablo barroco y al medio estaba la Virgen del Rosario de tamaño natural de una persona, era hermosa y su mirada me fue familiar, me hizo recordar inmediatamente a la mujer anciana, me invadió una emoción y no pude evitar derramar algunas lágrimas. Incliné la cabeza para rezar y agradecerle por haber escuchado mi plegaria. Prometí venerarla siempre y llevar su fotografía a todo lugar que mi trabajo me llevara. Me despedí agradecido.

Regresamos al hotel para recoger nuestras pertenencias y nos fuimos a la agencia para partir a Lima. Saliendo de Jauja observé la estatua grande e imponente de la Virgen del Rosario, no me había percatado cuando arribé porque era de madrugada y me encontraba durmiendo. Luego, cuando cruzábamos el río Mantaro por el Puente Stuart, Benítez dio media vuelta para ver la hermosa tierra que dejaba, solo estuvo cuatro días y por lo poco que conoció, se había quedado encantado. Yo, regresaba lleno de fe, porque en Jauja, en un “pedacito del cielo”, había encontrado un milagro. Prometí que volvería, pero no por trabajo, si no, en un mes de Octubre para participar en las festividades religiosas de la Virgen del Rosario.

Ya pasaron muchos octubres, mi devoción aumentó y actualmente soy hermano de la Archicofradía del Santo Rosario, en gratitud por todo lo que hace por mí.

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26 de septiembre de 2017

Historia de la llegada de la Virgen del Rosario a Jauja

Cuenta la historia, que la venerada imagen de la Virgen del Rosario fue obsequiada por el rey Carlos V de España a la comunidad religiosa de Santo Domingo del Cusco.

Llegada al puerto del Callao, la caja que contenía la Virgen fue cargada por unos indios, que ignoraban su contenido, y conducida con dirección a la ciudad imperial a través de uno de los caminos incaicos que pasaba por Jauja.

Después de una fatigosa marcha, llegaron a esta ciudad e hicieron un alto en ella para descansar. Cuando quisieron continuar la marcha, el cielo jaujino se cargó de gigantescos nubarrones y al rato menudearon rayos y truenos. Luego, se desató una terrible granizada y después un incontenible chaparrón que inundó casi toda la ciudad.

Pasado el terrible temporal, los cargadores de la caja que contenía la virgen decidieron reanudar la marcha hacia el Cusco, pero no pudieron hacerlo porque había adquirido un peso descomunal que les impedía alzarla. Una vez y otra vez intentaron vanamente moverla. Este hecho causó sorpresa entre los cargadores quienes, a pesar de su agresividad de la ruta, la habían transportado hasta allí sin ninguna dificultad.

Llevados por la curiosidad acordaron abrir la caja para ver su contenido. Al levantar la tapa, encontraron la efigie de una bellísima mujer con su hijo en uno de sus brazos: ¡Era la Virgen del Rosario! Los pobladores, al conocer esta situación, la interpretaron como un mensaje de la Virgen, que su voluntad era de quedarse en Jauja. Este acontecimiento avivó la fe católica jaujina y así, a exigencia del pueblo y la decisión de las autoridades eclesiástica, la Virgen del Rosario pasó a ocupar uno de los altares de la Iglesia matriz de Jauja.

Desde aquel entonces, los jaujinos organizan fiestas ya introducidas por los españoles, en honor de la Virgen del Rosario, católicamente proclamada Patrona de la “Muy Noble Ciudad de Jauja”.

A través del tiempo, muchos fueron los milagros de esta santísima imagen y sus devotos fueron aumentando día a día. Muchos de ellos, en agradecimiento a sus favores, le ofrecieron joyas de gran valor, bienes urbanos, fundos rústicos y chacras situados en pueblos aledaños, todo ellos donados testamentariamente.

Actualmente, en nuestra ciudad, la fiesta de la Virgen del Rosario, tan arraigada en el corazón de los jaujinos, se realiza todos los años el primer domingo de octubre (salvo excepciones) sin la fastuosidad de antes pero si con gran veneración.
Foto: Xauxa Tiempo y Camino

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21 de septiembre de 2017

Festividades de la Virgen del Rosario de Jauja – 2017

Se invita a participar en todos los actos que se celebraran con profunda Fe religiosa en honor a la Santísima Virgen del Rosario “Mamallanchic del Rosario”, Patrona de Jauja; que se inicia con las Misas de Novenas desde el miércoles 20 al jueves 28 de setiembre; y los días de Fiesta del viernes 29 (víspera) al lunes 02 de octubre del 2017.








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