27 de noviembre de 2019
20 de diciembre de 2018
Jauja danzará con la tradicional Huayligía en la Nochebuena
La huayligía tiene un carácter
mágico-religioso, como da a conocer el escritor Edgardo Rivera Martínez, quien,
en su libro “País de Jauja”, relata que antiguamente en Jauja fue una
manifestación festiva que se celebraba el nacimiento cristiano y en honor a la resurrección
de los “amarus” (blanco y negro). Esos animales alados con cola de serpiente y
cabeza de dragón, que representan a la sabiduría y al conocimiento, y que en
diciembre, hacen florecer a la “sulluwayta”. La flor del rocío y de la nieve, y
quien la encuentre, será feliz y hará feliz a su pueblo.
“…Se aproxima ya el conjunto de las
danzantes. Se escucha el sonido de los pincullos y de las quenas, y el compás
marcado por las sonajas de latón del pastor que escolta a las pallas, y por las
azucenas que portan las muchachas, como arbolillos de luz y de colores. Te
inclinas, con las manos asidas a la baranda, y todo tu ser se absorbe en esa
música. Transcurren los minutos. Están ya muy cerca, y en efecto no tardan en
pasar por la esquina los grupos de chiquillos que van por delante, y el pastor,
luego, con la máscara que apenas si puedes adivinar a la distancia. Las
jóvenes, en fin, en dos columnas, todas con los cabellos sueltos. Sus azucenas
como ramos sonorosos. Vienen luego los tocadores de pincullos, y el hombre de
la tinya, los acompañantes. Cortejo que acaso tampoco celebra el Nacimiento
cristiano, sino algo muy diferente. El despertar, quizá, del amaru blanco y del
amaru negro, las sierpes aladas que vuelven de su sueño de siglos y emergen en
pos de la flor del rocío y de la nieve, la sullawayta. Tal es, quizás, el
acontecimiento que sin saberlo celebran las muchachas. Se van, en fin, por la calle
que conduce a la plaza, y es como si tú también te hubieras sumado al conjunto.
Desde el balcón, inmóvil, miras la calle apenas iluminada. Danzas también, en
cierta manera, y en tu embriaguez se mezclan alegría, temor, angustia. Tú
también festejas la periódica resurrección de los amarus, que algún día se
convertirán para siempre en lluvia, en luz, en arco iris. Sigues ahí, feliz y
como abrasado por la antorcha danzante y cantora que se aleja. Se van, y no
tarda en callar la música, a lo lejos, pues llegan al templo. Continúa la brisa
intermitente. De rato en rato cruzan el cielo esos resplandores. Sigues ahí,
como si te replegaras otra vez en ti mismo, en ese ardor que se expande en ti,
muy dentro de ti, como que tiene sus raíces en tus sueños y terrores más
antiguos, y, aún más allá, en los orígenes del mundo. En esa hondura del tiempo
y de la noche…”
País de Jauja - Edgardo Rivera Martínez
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DANZAS DE JAUJA
5 de octubre de 2018
“El País de Jauja” está de duelo
Edgardo Rivera Martínez, una de las
principales figuras de la literatura peruana, falleció la noche del jueves 4 de
octubre, a los 85 años, en su domicilio ubicado en el distrito de Miraflores.
Nacido en Jauja, en septiembre de 1933,
pasó su primera infancia entre su ciudad natal y Barranco. Cursó sus estudios
primarios y secundarios en el Colegio Nacional de San José de Jauja.
Su primer libro de ficción apareció en
1964, con cuatro relatos de temática andina, y el título de El Unicornio. De
1974 es su novela corta El visitante. En 1978 apareció su volumen de cuentos Azurita
y, en 1979, Enunciación.
En 1982 ganó el Primer Premio de la
primera versión del concurso El Cuento de las 1000 palabras, con Ángel de
Ocongate. De 1986 es su libro de relatos Ángel de Ocongate.
Posteriormente, y después de trabajar
como Profesor Visitante en las Universidades de Dartmouth (Estados Unidos),
Tours y Caen (Francia), escribió entre 1991 y 1993 su novela “País de Jauja”,
varias veces editada, y que, en una encuesta realizada en 1999 por la Revista
Debate entre escritores y críticos, fue señalada como la novela más importante
de la década.
En 1996 apareció A la hora de la tarde y
de los juegos, evocaciones de infancia y adolescencia. En 1999, y siempre bajo
el sello de Peisa, apareció su segunda novela, Libro del Amor y de las
Profecías. Entre otras obras, el autor escribió "A la luz del amanecer",
"Diario de Santa María".
21 de septiembre de 2018
LATAM Airlines y Fundación Pachacútec evaluarán en Jauja a jóvenes para ser Chef
Con el objetivo de difundir y promover
la cultura gastronómica, LATAM Airlines Perú y la Fundación Pachacútec presentarán
en Jauja el programa de Responsabilidad Social “Cocineros que Vuelan”, que busca
contribuir, a través de la gastronomía, al desarrollo del Turismo Sostenible y
aportar al bienestar y la salud de las comunidades donde opera la aerolínea.
En esta segunda edición del programa de
Responsabilidad Social, se realizará en Jauja la evaluación de los jóvenes
interesados en convertirse en chef. Será el 29 de septiembre a las 8:00 a.m. en
el Auditorio del Colegio de Nuestra Señora del Carmen, ubicado en el Jr.
Ayacucho N° 763, Jauja. De este grupo de postulantes la Fundación Pachacútec
elegirá a dos jaujinos, a quienes LATAM Airlines Perú entregará una beca
integral que incluye el boleto aéreo, alimentación, seguro, hospedaje y
utensilios de cocina para los dos años y medio que durarán sus estudios en la
Fundación Pachacútec, al culminar su preparación académica obtendrán el título
de técnico en cocina.
Además de beneficiar a dos jóvenes con
las becas integrales, también la comunidad del alumno elegido se verá
favorecido, porque se realizará durante dos años y medio “Gastrosalud”, que
tiene como finalidad evaluar y brindar el tratamiento a los alumnos del primer
grado del colegio de donde proviene el ganador, a fin de buscar erradicar la
anemia y la desnutrición. También, se brindará charlas sobre alimentación
sostenible.
Los jóvenes que tengan pasión por la
gastronomía pueden enviar un mail a ariana.lores@latam.com
con sus datos completos (nombres y apellidos, DNI, fecha de nacimiento, correo
electrónico y número de teléfono), además de requerir mayor información pueden
acercarse a la Secretaría de Dirección de la UGEL de Jauja, ubicada en Jr.
Atahualpa N° 990 de lunes a viernes de 8:00 am. a 1:00 pm. y de 3:00 pm. a 5:00
pm. y los sábados de 9:00 a.m. a 1:00 pm o a la oficina de la Dirección de su
colegio.
6 de agosto de 2018
Proyección de la película “Pueblo Viejo”
El filme es un western que se grabó en
locaciones de Huancayo, Jauja, Acolla, Chongos Bajos y Matahuasi. Cuenta la
historia de dos hermanos conocidos como los mistis, quienes cuidan el ganado
que les dejó su padre. Debido a su esfuerzo y dedicación en su trabajo llegan a
tener las vacas más grandes de todo Pueblo Viejo; sin embargo, un
acontecimiento repentino los hace perder su legado en un incendio.
Pueblo viejo es el primer western
filmado en la sierra central del Perú y fue inspirado en la obra “Agua” de José
María Arguedas. El elenco de actores está conformado por Cristhian Esquivel,
Juan Manuel Ochoa, Mayella Lloclla, Liliana Trujillo, entre otros.
El filme dirigido por Matos Camac
recibió el premio a Mejor película de Almería Western Film Festival Oficial
2015. La cinta se proyectará este lunes 06 de agosto, a los 9:30 p.m. en el
ciclo “Nuestro Cine” de TV Perú.
22 de junio de 2018
Las fogatas en la noche de San Juan en Jauja
Era la víspera de San Juan y toda mi
familia se había preparado para quemar nuestro muñeco de paja y demás ropas
viejas que no servían. Era de noche y hacia frío, mucho frío, pero lo combatíamos
con los ajetreos de los preparativos para el festejo. Porque era toda una
tradición que las familias jaujinas hicieran sus fogatas en la calle, frente a sus
casas.
Mi mamá me dijo que me abrigara, que
hacía mucho frío, pero no le hice caso. En eso, mi papá aprovecho para decirme
que este frío no era nada, que antes si hacía mucho frío, que caía helada y
malograba todo el sembrío.
- ¿Tú sabes porqué hacemos fuego esta
noche? –me pregunto mi papá.
- No -le respondí.
- Es una tradición antigua –empezó a
contarme- Una vez, San Juan había hecho una apuesta con el sol y le dijo: Si yo
me despierto primero, te quemo; y San Juan le respondió: Si yo me despierto
primero, te hielo. Dice que San Juan se había despertado primero y cuando el
sol se despertó, ya San Juan le había helado todo los campos y el sol ya no
pudo quemarlo. Por eso, cada que viene el 24 de junio todos queman en
representación del sol, para que no hiele los sembríos, como el trigo, la
cebada. Porque todavía recién están en leche y por madurar.
Yo me quedé en silencio y sorprendido
por su relato, él me dio una palmada y volvió a decir:
- Ahora si abrígate, no vaya ser que
San Juan también te congele.
Dio media vuelta y se marchó
dejándome parado y pensativo hasta que nuevamente los gritos de mamá me volvió
en sí. Debíamos sacar el muñeco de paja a la calle y prender nuestra fogata.
Afuera, ya había otras fogatas de los
vecinos que las rodeaban y saltaban para darse calor, algunos hasta con su
propia música y unos “calientitos” para el frío. Prendimos la nuestra y
empezamos a quemar el muñeco y las cosas viejas que ya no servía en casa y que
se podían quemar. Nos animamos a saltar la fogata y a escribir los deseos que
nos solicitaban. Los deseos se escribían en una pequeña hoja de papel y se
devolvía doblado para que no sea leído por nadie que no sea a quien se escribía
el deseo. Luego tenían que leer sus deseos: “Te deseo que…”, y después arrojar
el papelito al fuego para quede en secreto con la esperanza que se cumpla. Pero
siempre los amigos preguntaban que te desearon.
Más tarde, nos encontrábamos con los
amigos y recorríamos por todas las calles de Jauja, saltando las fogatas y confraternizando
con las demás amistades y haciendo un “caypincruz” en la fogata más alegre y
concurrida. Saltábamos desafiando las llamas del fuego. Quien no tuvo algún
percance al momento de saltar, un tropiezo o un mal salto, quedábamos casi en medio
del fuego y salíamos corriendo algo chamuscado el cabello, las pestañas, los
zapatos, hasta la ropa. También hacíamos bromas lanzando cohetecillos y
explotaban cuando alguien saltaba el fuego. Era una tradición de mucha alegría
y derroche de energía la noche de San Juan. Incluso se organizaban actividades
como las “Gran Fogata Show”, en el patio de uno de los colegios tradicionales
de Jauja y amenizado por uno de los grupos musicales de esos tiempos.
Se podría decir que casi todas las
calles de Jauja ardían por las diversas fogatas que las familias prendían. Hasta
parte de los cerros se encendían, combatiendo, como dijo mi papá, a la helada, producto
del solsticio de invierno y así, Jauja amanecía.
Hermosa tradición de la fiesta de San
Juan de nuestros antepasados, como siempre, sabios. Pero con el pasar del
tiempo, muchas tradiciones se dejaron de practicar y ahora solo queda en el
recuerdo y memoria de algunos de nosotros.
10 de mayo de 2018
El "Libro de Ceniza" de Gerardo GarciaRosales
Existen
cuentos fantásticos, que entre el misterio y el suspenso, presentarán
personajes fantasmagóricos con marcados contenidos espirituales y mágicos en
razón de las creencias y mitos de nuestro valle.
Presentación
del "Libro De Ceniza", del escritor jaujino Gerardo GarciaRosales, este jueves 8
de mayo a partir de las 6:00 pm en la Dirección de Cultura de Junín, Jr. Lima
501, Huancayo.
3 de mayo de 2018
Danza la Jija de Jauja, Patrimonio Cultural de la Nación
La Jija es
una danza tradicional de la provincia de Jauja, con diversas variedades en sus
distritos y comunidades campesinas, la cual representa en forma danzada la
siega de los cereales de cultivo más extendidos en la provincia de Jauja y
valle de Yanamarca; el trigo y la cebada. Este tipo de danza suele aparecer
como el inicio ritualizado de una actividad productiva, como es el caso de
danzas de siembra o de limpieza de acequias en otras zonas y regiones andinas.
Los
distritos en los que se practica esta danza son Canchayllo, Sausa, Muqui, Yauyos,
Leonor Ordóñez Huancaní, Paccha, Pancán, Huaripampa, Muquiyauyo, Sincos,
Ataura, Parco, Paca, Tunanmarca, Acolla y Marco, distrito este último donde es
conocida como Danza de los Segadores.
La Jija
apareció como danza ceremonial con que se iniciaba la cosecha de los cereales
traídos con la colonización europea. Con el tiempo esta danza se desligó en
algunos casos de la actividad agrícola para formar parte de las celebraciones a
la Cruz (3 de mayo), la Santísima Cruz de Mayo, también conocida como Tayta
Mayo que coincide cronológicamente con la cosecha de cereales tras el período
de lluvias en la sierra. En los distritos de Paccha y Muqui esta danza se
celebra al final de la faena de la limpieza de acequias. La totalidad de
variantes se representan, como se ha dicho, a lo largo del mes de mayo; en el
distrito de Marco se presenta, además, el 16 de octubre, fecha de la creación
política del distrito.
Las
variantes de esta danza se pueden resumir en tres tipos básicos por
coreografía, vestimenta y difusión. La variante más difundida es la que
representa la labor de siega de trigo y cebada, y cuyos protagonistas son los jijeros,
que se presentan en dos hileras y haciendo diversas figuras en grupo. Como
parte de la celebración de la Cruz de Mayo, esta danza es presidida por la
Cruz, llevada por el mayordomo de la fiesta flanqueado por dos mujeres, las damas
o brazos, quienes danzan discretamente en pasos distintos al de los jijeros.
La segunda
variante es la de los solteritos; aquí la variación fundamental es la presencia
de un cuerpo femenino de baile, las pianas o solteritas, ataviadas con el
atuendo típico genérico de Jauja, que hacen las veces de pareja de los jijeros
o solteritos, el nombre refiere que quienes bailan son jóvenes casaderos que realizan
un baile de cortejo; esta modalidad es propia de los distritos de Muqui,
Huancaní y Leonor Ordóñez.
La tercera
variante es la de los segadores, en la que quedan más rasgos de la danza
original, dado que aún está asociada a la labor agrícola propiamente dicha, no
siendo por tanto una representación sino parte de la faena misma. De esta
variante, la representación más conocida es la del distrito de Marco. La
vestimenta es de tipo tradicional, especialmente hecha para acometer el trabajo,
y la hoz no presenta adornos en tanto está siendo usada en la práctica.
La
indumentaria básica de la Jija es una caracterización del traje del labrador
español, lo que puede indicar que el origen de esta danza se ubicaría hacia el
siglo XVIII, cuando esta vestimenta terminó de imponerse a las poblaciones
nativas en el período post-rebeliones nativas. En su variante más tradicional,
los segadores de Marco, la vestimenta consta de camisa de lana de oveja;
pantalón de cordellate; delantal de tocuyo o dril blanco que cubre hasta la
parte media de las piernas; calzado del tipo llanquis o shucuy, hecho de cuero
crudo de res, llama u oveja; medias de lana de oveja; mangas de lana con
diseños de colores; sombrero de lana de oveja prensada; manta multicolor o
ushikata puesta a la banderola y amarrada en el pecho; y, en la mano derecha, una
hoz. Los segadores llevan también un lazo de cabuya o cuero trenzado y un wallqui,
bolsa de cuero para coca.
Sobre esta
base se han dado diversas variantes por cada distrito. La más difundida, ya se
trate de jijeros o solteritos, consta de pantalón de color oscuro, camisa blanca
o celeste de manga larga, sombrero alón de paja y copa cónica adornada con una
cinta, pañuelo al cuello y a la espalda la ushikata; escarpines o perneras que
cubren desde el empeine hasta debajo de la rodilla y decorados con flecos. Los
accesorios básicos son la hoz decorada con cintas de colores, y el wajla,
cuerno de vacuno pendiendo de un poco más arriba de la cintura, usualmente pulido
y decorado con incrustaciones, usado para llevar chicha o el brindis de
ocasión. En Paccha y Muqui, en cambio, los danzarines llevan un traje de terno
completo, azul o negro, con algunos de los accesorios de rigor. En el caso de
ser los solteritos, las mujeres visten con el atuendo de fiesta de la mujer
jaujina: falda adornada con hileras de cintas de seda; monillos con
aplicaciones de lentejuelas y pedrería, manta bordada y orlada con cinta de
seda, sombrero de paja; zapatos de taco alto y un cuerno o wajla.
La
coreografía de la Jija consta de una serie de pasos, y también presenta
variantes distritales. En términos generales, la danza consta de cinco partes:
1. Pasacalle, desplazamiento de los bailarines al campo de trabajo o lugar
donde se hará la representación, con pasos cortos y marciales; 2. Surge o
sorge, presentación del conjunto de jijeros y del mayordomo, cargando éste la
Cruz de Mayo con la asistencia de dos damas; 3. Pasión, corte de las gavillas
representado con un movimiento lento y rítmico; 4. Mudanza, donde se presentan
diversas figuras coreográficas como el cruce de hoces, acrobacias con el
sombrero, etc. de un conjunto de veinticuatro pasos existentes, hechos por lo
general en corrida lateral con la mano izquierda en la cintura y blandiendo la
hoz en la derecha. La música para este momento son diversos huaynos alternados
con la tonada característica de la Jija; 5. Colocación, tiempo en que la Cruz
es devuelta ceremoniosamente al altar de la iglesia de la que fue sacada.
La música
que acompaña esta danza tiene como base una tonada tradicional característica,
que se repite en todas las variantes registradas; con esta tonada tradicional
se alterna una serie de tonadas compuestas para la ocasión, conservando el
ritmo apropiado a cada paso e incluyendo algunos huaynos conocidos. Esta alternancia
de géneros de diverso origen hace de la música de la Jija un corpus musical de
gran riqueza.
La
orquestación con que se interpreta la música de la Jija incluye un rango que va
desde instrumentos como quena, tinya, arpa y violín, conformación tradicional
de toda la sierra central hasta la orquesta típica o filarmónica del centro, de
aparición más reciente, conjunto conformado por clarinetes, arpa, uno o dos
violines y saxofones.
El origen de
la Jija se asocia, según la tradición oral de algunos distritos, a una
representación de la siega, siendo en este caso un baile de varones
representando a los segadores. En algunos otros distritos de Jauja se asocia a
los bailes de salón europeos al ser un baile de pareja de pasos discretos y sin
tomarse de las manos.
Estos
argumentos se sustentan en dos hipótesis. Se considera, por un lado, que el
término Jija proviene del baile de salón conocido como giga, de pasos rápidos y
saltados que, originario de las islas británicas, en los siglos XVII y XVIII se
popularizó en toda Europa. Esta versión es sostenida en el libro Danzas Nativas
del Perú, de José Oregón Morales y Eva Cosset Oregón Tapia. Sin embargo, la
Jija de Jauja, en la mayor parte de sus variantes, no se asemeja a una
representación de un baile de salón, sino que representa la actividad de siega
con hoz, del mismo modo que los enérgicos pasos de la Jija tienen poco que ver
con los pasos propios de bailes de salón.
En el caso
de la segunda hipótesis, el nombre Jija vendría de jijona, una variedad de
trigo originario de las zonas españolas de La Mancha y Murcia, especie que podría
haberse cultivado entre los siglos XVII y XVIII en el valle del Mantaro.
También vinculando el origen de la Jija con la actividad de la siega se sugiere
que el nombre Jija deriva de las voces dadas por los bailarines durante el "guapeo"
de los segadores.
Al margen
del origen, la Jija es una expresión que concentra un conjunto de factores
históricos y culturales que han hecho de esta danza una manifestación compleja
en componentes y significados para la población de los distritos de la
provincia de Jauja, origen de esta danza. De haber sido una danza ritual para
el inicio de la cosecha del trigo, según una costumbre andina de ritualizar el
inicio de cada actividad importante, pasó a ser una representación de esta
actividad que forma parte de la fiesta de la Cruz de Mayo, tiempo de cosecha de
cereales al que desde el inicio estuvo por tanto asociada. Posteriormente se ha
convertido en algunos distritos en una danza de parejas, similar en los pasos a
la giga europea, por lo que puede suponerse que esta danza concentra diversas vertientes
en un original sincretismo.
Fuente: Resolución
Viceministerial Declaratoria Patrimonio Cultural de la Nación.
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DANZAS DE JAUJA
18 de abril de 2018
El barquito de papel
“Soy hombre de lluvia. Porque de niño jugaba bajo la lluvia y
ahora de grande, bailo y canto bajo la lluvia…”
Recuerdo que el año pasado regresé a Jauja aún en tiempo de
lluvia, para despedirme de los carnavales. Ya la gente parecía más tranquila,
esperando con devoción la Semana Santa y a Taita Cáceres. Pero yo, aún tenía que
cumplir una invitación de un buen amigo, que era padrino de cortamonte en el
distrito de Yauyos.
Un día antes del cortamonte salí de casa para pasear y mezclarme
con la vida cotidiana de Jauja, camine por algunos lugares que parecían estar
detenidos en el tiempo y que aún mantienen sus encantos y su magia de ciudad
antigua. Preferí caminar y no subir a una “mototaxi” porque recordé que antes
no había esos vehículos. La gente se trasladaba a pie o en bicicleta de un
lugar a otro y Jauja era más tranquila, sin mucho tráfico, sin mucho bullicio.
Además, comprendo que caminar es sentir y es estar más en contacto con nuestra
tierra. Es sentir más a Jauja.
Camine por las callecitas, recordando buenos tiempos de infancia y
pubertad. Cuando mi mundo era de juegos, de alegrías y de algunos inocentes amoríos.
Cada paso que daba despertaba mis recuerdos y a veces cerraba los ojos para
retroceder en el tiempo y encontrarme con esa escena vivida. Todo dependía del
lugar en que me encontraba.
Como era época de invierno, la tarde soleada y colorida cambió a
un color gris de un momento a otro y empezó a llover. Quise correr a
guarecerme, pero recordé que en mi infancia muchas veces jugué bajo la lluvia,
sin importar del frio. Recordé que también muchas veces salía al campo a pasear
con un amor de ese entonces y algunas veces nos sorprendía la lluvia. Nos
protegíamos del aguacero entre eucaliptos y chaguales, y era momento propicio
para entregarnos a ese sentimiento puro e inocente de nuestro cariño, combinado
con aroma a tierra mojada y aromas de amor. Algunas veces, cuando no pasaba la
lluvia decidíamos regresar a la ciudad caminando de tramo en tramo, desafiando
a la naturaleza. Nos mojábamos íntegramente, pero en cada tramo que nos
parábamos para descansar, nos abrazábamos, nos mirábamos en silencio, solo se
escuchaba el ritmo de la lluvia y de nuestros corazones. Yo le limpiaba su
rostro mojado, ella también y nos besábamos. Como para darnos calor, o algo
más, quien sabe, solo nosotros lo sentíamos. Quizá ahora solo los dos lo
recordamos.
De regreso a mi realidad, decidí seguir caminando bajo la lluvia
sintiendo cada vez más fuerte las gotas de agua. Yo llevaba puesto una buena
casaca de cuero que me protegía de la lluvia, mi pantalón “jean” también se
acomodaba a tal adversidad y para completar, calzaba como siempre, mis botas
texanas que me permitía caminar con comodidad sin temer a los charcos que se
formaban.
Por donde caminaba, muchas personas, que se protegían de la lluvia
en las puertas de las casonas, en las tiendas o en un lugar donde se mantenían
secos, me miraban con asombro como caminaba bajo el aguacero, sin importar como
me mojaba. No comprendían que no solo quería recordar, sino sentir como en mi
niñez jugaba bajo la lluvia. Solo tenía cuidado que mi madre no me viera,
porque de seguro no entendería por qué caminaba bajo la lluvia y se molestaría.
A pesar que los años han pasado, ella no deja de ser la madre y yo un hijo. Siempre
una madre se preocupa por su hijo.
Caminé por mucho tiempo por las calles desoladas por culpa de la
lluvia. Sin importar que mis cabellos empezaran a perder su rigidez y ceder
ante la lluvia, emanando hilos de agua por mi rostro. De vez en cuando sacudía
mi cabeza y pasaba mi mano por mi rostro para secarme.
La lluvia era cada vez más fuerte y por ambos lados de la calle se
formaban riachuelos en los drenajes, buscando su curso habitual. Tal paisaje me
trajo a la memoria cuando jugaba con mis amigos a la carrera de barquitos de
papel. Cuando la lluvia era intensa, preparábamos los barquitos con las hojas
de nuestros cuadernos o de un periódico pasado. Tratábamos que sean resistentes
a las corrientes de agua, porque eso era garantía que nuestros barquitos
soportarían las fuerzas del agua. Salíamos a la calle y desde la esquina de los
jirones Bolívar y Bolognesi, cada amigo con su barquito, iniciábamos la
carrera. Desde el punto de partida, íbamos corriendo detrás de ellos,
alentándolos para que estén en el primer lugar. No se permitía levantar el
barco y colocarlo más adelante, salvo cuando se atascaba entre los residuos o
basura que la lluvia arrastraba a su paso, se podía sacarlo del atolladero.
Así seguíamos calle abajo sin importar en mojarnos. Ninguno de
nosotros llevaba ropa seca, menos limpia, Nuestras caras y manos no sentían
frio, pero si lo teníamos cuarteados, producto del frio. Muchas veces nos
arrodillábamos para sacar o salvar a nuestros barquitos y siempre nuestros
zapatos o zapatillas lo teníamos mojados junto con el bota píe de nuestros
pantalones.
En esa época no teníamos videojuegos ni computadoras en casa. Para
quedarnos como es ahora, sin salir de casa, sentados, mirando la pantalla y
jugando “on Line” con otros amigos que a veces ni los conocemos.
Así no era nuestras vidas, éramos más niños de la calle. Porque
muchos juegos se realizaban en los patios de las casas y en las calles. Habían
juegos como las Escondidas (Ampay me salvo con todos mis amigos o plancha
quemada, plancha quemada), la Chapada (Tú la llevas), los Quinchos (con las
bolas lecherongas), el Lobo (Juguemos en el bosque mientras que el lobo no
está, ¿lobo estas?), el Trompo (con la punta sedita), la Mata gente, los Siete
pecados, la Bata, Salta soga, San Miguel, Kiwi, Mundo, la Cometa, la Gallinita
ciega, Mundo, etc. En el patio o en la calle, todo espacio se aprovechaba para
jugar.
Todos estos juegos eran sanos y ejercitantes, nos llenaba de
alegría, emociones y cultivábamos amistades e interactuábamos socialmente para
toda la vida con los amigos de la cuadra. Muchas veces nos quedábamos hasta muy
noche, haciendo bulla mientras algunos de nuestros padres ya dormían.
Terminábamos solo cuando uno de ellos salía y de un grito nos llamaban,
dejábamos el grupo para ir corriendo a casa. Así terminaban nuestros días de
juego. Al día siguiente, empezaría un nuevo capítulo.
Seguí caminando, recordando la carrera de barquitos y que en tres
o cuatro cuadras los barquitos ya empezaban a mojarse por completo y a debilitarse.
De a poco, se iban desarmando sin que nosotros pudiéramos hacer algo para
evitar que naufraguen y solo queden como papel mojado. En esta carrera casi no
había una meta, ganaba el barquito que más resistía.
A veces jugábamos con los palitos de chupetes o de fósforos, pero
los barquitos de papel eran más interesantes y emocionantes.
Yo sigo caminando y pienso que por acá uno de nosotros ya habría
ganado, me detengo, doy media vuelta y regreso por los mismos caminos de esos
años de infancia. A veces con la alegría de haber ganado la carrera o a veces
de haber perdido, pero con ganas de volver a empezar nuevamente el juego. En
esos tiempos regresábamos corriendo, ahora regreso sin prisa y sin haber ganado
ninguna competencia. Solo regreso con los recuerdos de mis barquitos de papel y
con una sonrisa nostálgica.
Siempre en mis recuerdos estarán esos juegos de infancia y entre
esos juegos, los recuerdos de mis amigos que compartimos los primeros años de
nuestras vidas. Aprendiendo a convivir juntos, creciendo con las bromas que nos
hacíamos, con nuestras peleas, con nuestras disculpas. Pero siempre aprendiendo
a ser amigos cada vez más.
Ahora el tiempo se encargó de separarnos. Con algunos amigos aún
nos encontramos y seguimos cultivando nuestra amistad, con otros no. Pero
igual, aprendimos a vivir distantes, manteniendo nuestras amistades y
manteniendo nuestros recuerdos.
El temporal acabó junto con mis recuerdos y mi caminata. Yo me
arreglo la ropa y trato de sacudirme para botar la lluvia que llevo encima. Algunas
personas me siguen mirando. Pero igual, no me incomoda porque sé que no
comprenden lo que siento y por qué estoy mojado. Termino de arreglarme y me voy
en busca de algún amigo que aún pueda encontrar en Jauja. Para darle un fuerte
abrazo, para compartir nuestros recuerdos y crear nuevos episodios en nuestras
vidas, que algún día solo serán recuerdos.
10 de abril de 2018
“TUNANTUSUY”, La Historia de la Tunantada
El taller
experimental artístico de la ADIT presentaran el proyecto “TUNANTUSUY”, La
historia de Jauja hecho baile. Una
recreación de la Tunantada a través de la historia, en el baile, la música, el
teatro, la poesía, en un lugar llamado Xauxa. Con la participación del Taller
Experimental Artístico de la ADIT.
Se llevará a
cabo el día lunes 16 de abril a partir de las 7:00 pm en el Teatro Auditorio
Mario Vargas Llosa de la Biblioteca Nacional del Perú, Av. De la Poesía 160,
San Borja. Ingreso libre. Capacidad limitada.
6 de abril de 2018
Un día como hoy, Jauja es elevado de Villa al rango de Ciudad
MINISTERIO DE ESTADO
El
gobernador, cura y principales habitantes de la villa de Santa-Fé de Jauja han
dirigido una representación al Gobierno Supremo, exponiendo los títulos que
tienen para pretender se eleve aquella villa al rango de ciudad. Este pueblo
que desde el tiempo del emperador Pacha-Cutec obtuvo notables privilegios, como
lo indica su antigua denominación de Hatun-Sausa, tanto por sus servicios como
sus ventajosa localidad, no ha llamado ménos la atención sobre sí en los
tiempos modernos, por el patriotismo que siempre ha demostrado y la firmeza con
que ha sostenido sus derechos á la vista del fuego y del fierro de los
enemigos. Desde el 20 de Noviembre de 1820 en que la división del general
Arenales puso á Jauja en libertad de pronunciar sus sentimientos, no ha cesado
de hacer sacrificios gratos á la Patria, prodigando su sangre y sus recursos
para cooperar á las miras del ejercito libertador. Estos motivos han autorizado
los decretos anteriores, en que se han concedido exenciones y distintivos á que
solo tiene derecho el mérito. Mas conociendo el Gobierno que también son
acreedores á que se defiera á la solicitud que han entablado sus vecinos, ha
resuelto lo que sigue:
EL
SUPREMO DELEGADO
He
acordado y decreto:
Art. 1.
La villa de Santa-Fé de Jauja por los señalados servicios que ha hecho á la
patria desde el 20 de Noviembre de 1820, tendrá en lo sucesivo el nombre y
privilegio de Ciudad.
Art. 2.
Los naturales de Jauja serán considerados cuando se establezca el plan general
de contribución, disminuyendo la cuota que les corresponda sin notable
perjuicio del Erario Nacional. El presente decreto se someterá a la sanción del
Poder Legislativo por el ministro de Estado con la exposicion de los principios
de justicia en que se funda.
Dado en
el palacio del Supremo Gobierno, en Lima, á 6 de Abril de 1822. - 3.
Firmado:
TORRE-TAGLE
Por órden
de S.E. - B. Monteagudo.
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JAUJA MONUMENTAL
27 de marzo de 2018
Semana Santa, semana patria en el Valle de Yanamarca - Jauja
Todos los
años, mientras en el valle del Mantaro se festeja con júbilo y devoción las
actividades religiosas por la pasión, muerte y resurrección de nuestro señor
Jesucristo; los jueves de Semana Santa se escenifica en el Valle de Yanamarca,
la alegoría de “La Maqtada” o la “Tropa de Cáceres” ante una multitud de
turistas locales, nacionales e internacionales que llegan hasta el valle de
Yanamarca para apreciar esta interesante danza. Este baile es una remembranza
de la llamada “Campaña de la Breña”, que se desarrolló durante la guerra con
Chile en la sierra peruana bajo el liderazgo del mariscal Andrés Avelino
Cáceres.
En la
escenificación se puede apreciar a diferentes personajes como El Mariscal
Cáceres, músicos compuestos de tambor y cornetas de guerra, escolta, oficiales,
majtas, pashñas y las rabonas. También, los rancheros o carambiash y los
chilenos que son vencidos y capturados.
Es una
danza histórica que no ha perdido la caracterización de esa época por lo que el
Instituto Nacional de Cultura - Junín, mediante Resolución Directoral No.
009-2008-DRC-J declaró a “La Maqtada o Tropa de Taita Cáceres de Acolla y
Pueblos del Valle de Yanamarca, Patrimonio Cultural de la Nación”.
El Mariscal
Cáceres, encabeza a su “Tropa” con marcialidad y “estilo militar”, le acompañan
los músicos, la escolta, los oficiales, los majtas (jóvenes cholos) y las
rabonas que bailan con movimientos rítmicos y perfectamente al compás del
tambor y la corneta de guerra dando dos pasos adelante, uno atrás, y otros
saltos en zigzag, que para ello se requiere de mucha habilidad, destreza, y
gracia sin parar.
Para las
órdenes marciales, en vista que no hablaban el mismo idioma, se cocía en el
hombro izquierdo de los soldados un pedazo de pellejo con lana blanca (yuraj),
y otro, en el hombro derecho, con lana negra (yana), esto facilitaba la
uniformidad para girar o voltear a todo la tropa. Entonces, cuando Cáceres
decía “yana jaracha ticrari”, significaba que debían girar a la derecha, y
cuando decía “yuraq jaracha ticrari”, significaba que tenían que girar a la
izquierda, porque a ese lado estaba el pellejo blanco.
Encabeza el
desfile el “Brujo de Los Andes” y su estado mayor, correctamente uniformados,
montados sobre los mejores alazanes del valle de Yanamarca, seguido por el batallón
desfilan las “rabonas” con sus “quipes” de alimentos, utensilios y trastos de
cocina, destacando las pailas y los gigantescos cucharones de madera que
blanden las sufridas mujeres compañeras de los guerrilleros.
Ocupando el
centro de la formación nunca falta el “chileno” capturado por la tropa, quien
es conducido con una soga o cadena que terminan enlazados en los pies y manos
del enemigo derrotado.
Seguidamente
van marcando el paso los batallones de Infantería Nº 3 Sector Norte y de
Artillería Sector Sur, todos ataviados con vestimenta militar. Últimamente,
también desfilan soldados del Ejército Peruano, además que se matizan con
diversas escenificaciones del acontecer histórico nacional e internacional.
Dentro de
su religiosidad y su fe, los pobladores de Acolla reviven en esta estampa
folklórica su alegría triunfal en el desalojo de los chilenos del centro del
Perú. Una semana Santa y Semana Patria único en el Perú.
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DANZAS DE JAUJA
21 de febrero de 2018
El amor en tiempo de carnaval jaujino
Era tiempo de carnaval
cuando regrese a Jauja. Tiempo en que los jaujinos demostramos nuestra alegría
y garbo bailando los tradicionales cortamontes, una coreografía elegante y
romántica que engalana las pandillas en nuestros barrios. Tiempo en que muchos
de nosotros regresamos a la madre tierra, atraído por su magia y su tradicional
alegría.
Era la traída de
árbol del barrio La Libertad y con un amigo fuimos por la tarde a ver el “Hatun
Jilo Shalcuy” (parada de monte) en su plazuela. Nos ubicamos lejos, para no ser
víctimas de las féminas que se ensañaban con los hombres empapándolos de
harina, lugar desde donde podíamos ver tranquilos el éxtasis del carnaval que
se vivía. Cuando miraba a distintos lugares, pude observar a una hermosa
jaujina que no la reconocía, le di un suave codazo a mi amigo para preguntarle
quien era, pero tampoco la conocía, nos preguntamos quien era y con un poco de
lastima solo atine a observarla hasta que se perdió en la multitud.
Más tarde, cuando la
noche había caído y ya habían plantado los árboles, las parejas empezaron a
bailar con dirección a la Plaza de Armas, nos adelantamos unas cuadras para ver
la pandilla que encabezaban los padrinos. Entre la multitud de bailantes y
espectadores que pasaban, me volví a cruzar con ella y pude robarle una mirada,
fue breve porque las personas que venían detrás la empujaban y pasó raudamente
por mí delante. Yo me quede mirando a las demás parejas que pasaban bailando y
luego seguir a los bailantes. Llegamos a la plaza y nos ubicamos frente a la
municipalidad para contemplar el jolgorio y la alegría de nuestro carnaval,
había mucha gente que bailaba y “guapeaba”. Todo era alegría, era tiempo de
carnaval.
Entre la multitud
nos volvimos a encontrar y pude observarla con más tranquilidad porque las
parejas y personas estaban más dispersas, nuestras miradas se congelaron un
momento y nos quedamos parados frente a frente. Yo solo atine a dar unos pasos
más para acercarme, dejando atrás a mi amigo y decirle tímidamente “hola”. Igual,
me respondió tímidamente con un “hola”, pero fue suficiente para iniciar una
conversación y me presente formalmente. Empezamos a caminar, me contó que
regresaba a Jauja después de mucho tiempo y su soledad era porque sabía poco de
sus amigas del colegio y porque vino de improviso por unos días. Dimos muchas
vueltas por el perímetro de la plaza contándonos nuestros pasados y
conociéndonos de a poco. Cuando la mayoría de los carnavaleros ya se habían
retirado, me ofrecí acompañarle a su casa, ella acepto y caminamos por el Jirón
Grau rumbo a la plaza Santa Isabel. En el camino me sentía un poco lerdo pero
trataba de disimular. Me comentó que siempre esta calle fue su camino cuando
iba y regresa del colegio y las veces que salía a pasear. De a poco se quedó
callada y observó detenidamente los alrededores de la calle angosta, yo detuve
un poco mis pasos tratando de sincronizar con su lenta mirada, me contagio su
curiosidad y observamos los portones viejos, las grandes ventanas, las paredes
descoloridas por las lluvias, por el sol y por el tiempo. Rompió su silencio y
me dijo que este lugar no había cambiado mucho, que todo era casi igual a pesar
que regresaba después de muchos años. Por su comentario sentí que le traían
muchos recuerdos de la época del colegio, nuevamente se quedó callada. La miré,
una sonrisa acompañaba su silencio y sus recuerdos. Dejé que se consumiera en
su pasado y en sus recuerdos.
Volvimos a caminar y
me indico por dónde ir, no sabía dónde vivía pero me dejaba llevar, cruzamos los
arcos de la Plaza La Libertad y caminamos rumbo al cementerio. Un camino lleno
de silencio y soledad, flanqueados por árboles y un poco oscuro, debido a la
poca iluminación artificial. Solo nos alumbraba un poco de luz de la luna llena
que el tupido de los arboles dejaba pasar. Nos adentramos en la oscuridad sin
temer a nada y entregados a nuestra conversación. Se detuvo casi en el lugar
donde los cobarrianos habían plantado los árboles para el cortamonte, frente a
la piscina municipal, y señalándome al lado contrario, al jirón Olaya, me dijo
que vivía a unas cuadras. Me hizo entender que no quería que le acompañe hasta
su casa, caminamos despacio y nos detuvimos en una esquina. Yo me recosté en
una pared y pude ver una hermosa casa que tenía una chimenea y un enorme árbol
de pino en el jardín. Antes había pasado por ahí pero nunca le había prestado
atención, ahora estaba frente a esa casa y podía ver los detalles de su hermosa
arquitectura. Ella se ubicó frente a mí y gracias a los rayos del plenilunio que
reinaba el cielo pude contemplar de más cerca su hermosura, su piel blanca, sus
delgados labios color rosa fucsia, sus cabellos negro azabache, largos y
ondulados que a veces jugaban con el viento. Creo que muchas veces se daba
cuenta que la observaba y avergonzada sacaba su cautivante mirada a otro lugar.
Nos olvidamos del
tiempo y pasamos muchas horas conversando y contándonos tantas historias de nosotros,
tantas anécdotas como minutos que el tiempo contaba y no perdonaba. Ya era de
madrugada y hacía frío, ella llevaba puesto una chompa y un chaleco. Entumida,
tenía los brazos cruzados y de vez en cuando se frotaba sus antebrazos tratando
de darse calor. Yo le ofrecí mi casaca y ella acepto, yo me sentía muy bien con
su compañía y no quería que esto acabe, ella acepto mi casaca y asumí que
tampoco quería irse. Era un momento mágico que quería detener, pero no podía.
En nuestra conversación le pedí para bailar, ella me dijo que no podía porque
no tenía la vestimenta, le dije que no se preocupara, que solo necesitaba sus
zapatos, que yo le daría lo demás, me dijo ¿Cómo? Le explique que mi mamá tenía
varias vestimentas y le pediría prestado. Ella acepto con dudas, me di cuenta
de su incertidumbre y volví a preguntarle y me dijo que había otro problema,
que pertenecía a una religión cristiana y que no aprobarían que baile, pero de
todas maneras le preguntaría a su Pastor. Yo feliz le hice un gesto de agradecimiento
y ya cerca de las tres de la madrugada me dijo que tenía que irse, antes nos
pusimos de acuerdo para vernos a las once de la mañana en el mismo lugar donde
estábamos. Me acerque y le di un beso en la mejilla, pude sentir su piel gélida.
Me miro y sonrío. Me devolvió mi casaca y nos despedimos. Me quede parado y
poco a poco se perdió en la oscuridad, yo regrese por el mismo camino, lleno de
alegría. Esa madrugada me olvide de mis amigos que seguramente se encontraban
en algún lugar divirtiéndose como de costumbre. Yo me fui alegre a dormir y
aunque no tenía sueño, esperaba ansioso que pronto amaneciera.
La mañana era
radiante, el cielo era completamente azul con pocas nubes. Los cantos de las
aves alegraban el día y mi corazón latía cada vez más cuando me acercaba al
lugar del encuentro. Pude verla que venía desde la otra cuadra, con la luz del
día era más hermosa. A lo lejos me regaló una sonrisa y yo le recibí con un
beso en su mejilla. Caminamos rumbo al cementerio comentando sobre la noche
anterior y después me dijo que muy temprano había visitado a su Pastor para
decirle que tenia deseos de bailar y quería su permiso, el Pastor le contesto
que Dios ni la religión no le prohibía bailar, con las enseñanzas que recibió,
ella debería saber qué actos debe prohibirse, y si estaba segura de no cometer
ningún pecado, podía bailar. Yo la vi animada y ahora si estaba segura que
bailaría conmigo. Me alegre mucho.
Ingresamos al
cementerio y nos dimos tiempo para caminar por todos los rincones, estaba llena
de soledad, tranquilidad y sosiego. Ingresamos a uno de los pabellones antiguos
para ver las tumbas. El tiempo parecía retroceder y se sentía algo gélido.
Sentí que ella se me acercó más, comprendí su miedo, porque cambió hasta su
manera de hablar, con un tono más bajo y con algo de temor. Pero no había mucho
que decir, éramos solos los dos rodeados de soledad y de tumbas. En un momento
dejamos de caminar para leer los nombres y las fechas de las placas de los
nichos, mirábamos por todas partes y por ahí nuestras miradas se encontraron,
nos quedamos prendidos de nuestras miradas sin decirnos nada. Sentí algo mágico
al contemplar fijamente sus ojos, como si podía sentir su ser interior. Vi como
sus pupilas cada vez brillaban más y me sentí atraído. Me acerque de a poco
hasta besarla. Ella, al sentir mis labios, cerró sus ojos y se dejó llevar, yo
también cerré mis ojos y nos entregamos al fuego de pasión que empezábamos a
encender.
Fue un beso largo y
tierno, después no fue necesario palabra alguno, nos volvimos a mirar en
silencio, sus pupilas brillaban aún más, nos regalamos una tierna sonrisa y
sellamos nuestro sentimiento con un fuerte abrazo. No la solté y ella recostó
su cabeza meciéndose en mi hombro, mi corazón latía más casi al ritmo de una
tonada de carnaval de una banda que se escuchaba a lo lejos. No recuerdo cuanto
tiempo estuvimos así y dentro de ese pabellón, pero salimos tomados de la mano
y con una felicidad plena. Era hora del almuerzo y deberíamos regresar, ahora
si la acompañé hasta su casa y quedamos para vernos al día siguiente.
En la tarde, busque
la oportunidad para conversar con mi mamá y pedir prestado su vestimenta, al
comienzo se negó aduciendo que se ensuciaría de barro porque llovía mucho. Prometí
cuidarlo y a las finales accedió, me dio a escoger y elegí lo mejor que tenía.
En la noche me encontré con mis amigos, lleno de felicidad les conté que ya
tenía pareja para bailar, pero no les dije quién era.
Al día siguiente,
por la mañana fui a su casa, por primera vez toque la puerta y pregunte por
ella. Salió un poco sorprendida, le dije que le traía el atuendo y se alegró,
me sonrió y me dijo que regresara por la tarde, que tenía que arreglarse. Me
despidió rápido, pero yo feliz. En la tarde, ya cambiado con mi terno fui a
recogerla, cuando salió, se presentó reluciente con el atuendo típico de una
jaujina, haciendo gala que la mujer jaujina es muy hermosa, me quede pasmado
por un instante, reaccioné con una sonrisa y con palabras de halagos y nos
fuimos al barrio La Libertad. Esa tarde nos conocimos más, empezamos a
coordinar nuestros movimientos, al comienzo algo burdo pero poco a poco fuimos
refinando hasta llegar a dibujar alegres y carnavalescas coreografías al estilo
jaujino y al ritmo de la banda de músicos. Las horas pasaban y cada vez eran
más intensas el derroche de gala de las parejas, al igual que nuestro
sentimiento, que cada vez se estrechaban más, incluso cuando la banda de
músicos dejaba de tocar, nosotros nos perdíamos entre la multitud de los
bailantes sin soltarnos de la mano. Cuando la noche ya cubría la fiesta,
nuestro amor relucía destellante, gracias a su hermosa mirada, a su cautivante
sonrisa y a sus besos apasionados que le robaba de vez en cuando.
Y así, fueron varias
veces que bailamos en diferentes barrios, puedo decir que ese año fue la mayor
cantidad de cortamontes que baile, siempre con ella. Incluso me pase del tiempo
de mi estadía y vacaciones, pero no importaba, el amor que había encontrado me
hacía olvidar todo, era feliz y era lo único que me interesaba. Nos volvimos
inseparables, todos los días nos veíamos, y cuando no había cortamonte,
solíamos pasear por el parque o por el campo, incluso desafiando a la lluvia. Y
en las noches, si no caminábamos por la plaza o por los jirones Grau y Junín,
nos internábamos en un terreno lleno de árboles que había frente a su casa. Con
la luna de testigo que nos daba un poco de luz y confundidos entre la oscuridad
y la vegetación, nos entregábamos a nuestras caricias, todo al natural y a
veces algo prohibidas. Cuando llovía no huíamos de nuestro idilio, al
contrario, muchas veces hasta sentí como las gotas recorrían su cuerpo y como
desaparecía con el calor que nuestras caricias emanaba. Pero como todo acaba, también
la noche y con ella, se iba el fuego de nuestra pasión, y regresábamos a casa.
Pasaron semanas y ya
habían terminado los carnavales, y un día le pregunte algo preocupado, ¿Cuándo
viajas a Lima? Ella me respondió: viajo cuando tú regresas a Lima. Me
sorprendió su respuesta, la mire a sus ojos y pude ver amor, me emocione, la
bese y la abrasé con todo mi fuerza. Entonces no tenía caso quedarnos más en
Jauja y decidimos regresar a Lima.
Cambiamos las
mañanas tranquilas, nuestros hermosos paseos en las tardes por el campo,
nuestras noches románticas y apasionadas, nuestras largas conversaciones y las
veces que buscábamos alguna estrella fugaz del hermoso e inmenso cielo
estrellado de Jauja, por los días agitados de Lima. Nuestros encuentros ya no
eran diarios sino a la semana, ya no había noches que podíamos estar juntos,
solo en las tardes y un momento de conversación. Yo vivía por el centro de Lima
y ella vivía en el distrito de San Juan de Miraflores. Solíamos encontrarnos
solo los sábados al mediodía, paseábamos por la Lima Colonial o buscábamos un
parque donde conversar y máximo a las nueve de la noche nos despedíamos. Y así
nos citábamos cada semana, en el mismo lugar, a la misma hora. Era un pacto
sentimental.
En una de nuestras
citas, al momento de despedirnos, acordamos encontrarnos en el día de su
cumpleaños, quería pasar conmigo y yo encantando acepte. Pero un día antes de
nuestra cita, me encontré con unos amigos del colegio y con mucha emoción
decidimos reunirnos en casa de uno de ellos, ya que sus padres habían viajado a
Jauja y estaba solo. La reunión fue amena y nos quedamos a dormir en su casa. Cuando
desperté mire el reloj y de un salto me levante muy preocupado porque era las
11 y 30 de la mañana y debería estar al medio día en el centro de Lima, estaba
lejos y no llegaría a tiempo. En esa época ella no tenía celular para llamarla
y decirle que me espere, solo me lave la cara rápidamente y salí presuroso a
tomar cualquier movilidad. Llegué a las 12 y 15 de la tarde, fui corriendo al
lugar donde siempre la esperaba, pero no la vi, camine rápidamente una cuadra
más pero no la encontré, regrese para ir hasta la otra cuadra y nada, no
estaba. Me desespere, no sabía qué hacer, regrese al lugar de nuestro encuentro
y me quede esperando con la esperanza que llegaría. Mi espera fue en vano,
caminé hacia la Av. Wilson por si acaso, mirando a todos lados tratando de
encontrarla, regrese al mismo lugar y me quede esperándola. Ya el tiempo no me
importaba, además no quería moverme de ahí, era el único lugar donde podía
ubicarla. Pero después de varias horas, mire mi reloj y era las 5 de la tarde,
me di por vencido y decidí retirarme, pero pensando en ella y maldiciendo haber
llegado tarde.
En los días
siguientes pensé mucho en ella y buscaba la manera de encontrarla porque no
sabía dónde vivía, solo quedaba esperar que se cumpla la semana y volver a la
hora que siempre nos encontrábamos. Fui como de costumbre, pero no la encontré,
espere hasta las 3 de la tarde y nunca llegó. La siguiente semana hice lo
mismo, pero solo la espere una hora, tampoco llego. Me retiré triste y abatido,
solo sabía que vivía en San Juan de Miraflores, pero como buscarla, es un
distrito muy grande y no conocía. A Jauja no iría al menos en cinco meses que
acababa el ciclo de la universidad y era mucho tiempo para mi sentimiento. La
siguiente semana ya no fui.
El tiempo paso y no
pude regresar a Jauja por mucho tiempo, poco a poco la herida de mi corazón se
fue cerrando al punto de hacer otra vida. De volver a enamorarme de otra mujer,
supongo y estoy seguro que ella también hizo lo mismo. Los años pasaron, pero
siempre hay momentos, como ahora que es tiempo de carnaval, que me recuerdo de
ella. Entiendo que el amor entre nosotros acabó, aunque nunca nos dijimos
personalmente que nuestra relación sentimental se daba por terminado. Sé que algún
día, no sé cuándo ni dónde, sé que me encontraré. Ahí capaz tendré la
oportunidad de explicarle lo que sucedió y también de terminar ese amor, que el
tiempo ya se encargó de curar y también para cerrar un capítulo de mi vida.
Lo que en su momento
fue algo hermoso e intenso, ahora solo es un hermoso recuerdo de un amor en
carnaval y solo deseo que cuando la vuelva a encontrar, que sea en carnavales y
en Jauja.
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CARNAVAL JAUJINO
13 de febrero de 2018
El Manshu, costumbre del carnaval jaujino
Parte de nuestro tradicional carnaval jaujino, como es la traída de monte,
junto con el sombrero de paja, la ushcata, la huajla, la tinya, la chicha de
jora, el tradicional puñal (un trago de caña pura); también es tradicional, el “Manshu”.
El Manshu es una mezcla de varios licores completados con la chicha de jora
que el padrino prepara con antelación al día de la traída de monte. Algunas
veces se le agrega pepas de rocoto y hasta orines para hacerle temida por los
invitados y hacerle beber a la persona castigada. El Manshu es un castigo y a
veces, es también un juego que se aplica a quienes infringen alguna ejecución
de la costumbre, como carecer de alguna indumentaria, uso de la manta sin las
características jaujina, mala posición de la manta, no llevar manta o sombrero,
llegar tarde, no ayudar, ser groseros, etc.
Los allegados o familiares del padrino son los que tienen la botella con el
Manshu y van observando a los invitados o “cuellos”. Si alguien no cumple con
la tradición, al grito de ¡Manshu!, se abalanzan sobre el castigado, a quien se
le sujeta los pies y los brazos estirados en "X". Cuando el castigado
pone resistencia y no abre la boca, le aplican el pulso (le aprietan su miembro
viril) y le introducen un chupón en la boca y ahí le obligan a beber la botella
llena de la mezcla de licor.
La costumbre antigua dice que, el primero en ser castigado es el padrino
"disque" por haber tumbado el monte, luego dicen que es el turno de los
huajleros por no tocar bien y así, sucesivamente, van cayendo uno a uno,
quienes rompen la tradición y el buen comportamiento. Cualquier motivo, es
motivo para el Manshu.
Ya saben, a tener cuidado y a comportarse bien.
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CARNAVAL JAUJINO
8 de febrero de 2018
Comadres y Compadres, la fiesta de la Mayordomía en Paca – Jauja
El jueves, “Día de las Comadres”, arriban a la plaza principal
visitantes para celebrar tan conmemorativo día. La concentración para el juego
de carnavales se desarrolla en la alameda del distrito. Muchos turistas se
congregan para disfrutar de un día esplendoroso; de donde se dirigen para jugar
con las aguas del río “Mayupata” mientras tanto los señores Mayordomos que son
en número de nueve hacen los preparativos para salir a la plaza donde se les
hace entrega de las ceras en el acto llamado ”cera marquitay”, que consiste en
el reparto o entrega de algunas arrobas de cera a cada Mayordomo que es el
producto acumulado durante el año que los fieles han encendido en los veladores
del Señor de Ánimas de Paca.
Cuando llegan a la plaza anuncian con quema de cohetes y juegos
artificiales; de inmediato se reúnen en el local comunal del pueblo para
acordar los últimos detalles de la fiesta. Al término de esta reunión cada uno
esperan, ansiosos, sus respectivas bandas de músicos en la puerta de la iglesia
a cuya llegada se escucha el tañido de las campanas, el estallido de bombardas
y cohetes quiebran el silencio del pueblo; el viento se esparce a los rincones
el tono clásico e inconfundible marcha diestramente interpretada por la banda
de músicos.
A la llegada de todos los conjuntos empieza la verdadera fiesta
con la música de fondo, “La Pachahuara” (pacha=tierra, huara=amanecer), danza
típica con estilo propio y ritmo melancólico, es sinónimo de agradecimiento a
la madre tierra por las cosechas anuales que provee a todos los comuneros, por
ello se rinde homenaje a la tierra que fue bendecida por el Santo patrón Señor
Animas de Paca. Durante toda esa noche bailan al son de esta música; los
varones visten ponchos color blanco con algunas franjas, sombrero y un puro en
la mano; las damas lucen amplias faldas o “cachemiras” de color negro, monillo
blanco, mantilla de variados colores, sombrero blanco y un puro. Así durante
toda la noche, acompañados con él “quemado” o licor casero, elaborado con
hierbas silvestres para soportar el intenso frío, danzan reiteradas veces al
contorno de la plaza deteniéndose solamente de rato en rato para saborear “el
quemado”. El festivo ambiente se torna cada vez más grande con mayor número de
parejas que se aúnan tomándose la fiesta más dinámica hasta llegar a un clímax
efervescente, esta fiesta maravillosa en la que parientes, amigos y vecinos en
general, entre salud y salud, sienten acrecentar la amistad y acentuarse más el
calor y la emoción del reencuentro, hasta sentirse rendidos.
Se cuenta que durante toda la noche el Señor de Paca baja de su
altar para danzar la Pachahuara. Este hecho es de conocimiento del despensero
que, para el efecto, viste con las mejores prendas al santo: un poncho tejido
con finas lanas, lleva también un puro y un bando que cada año obsequian sus
devotos.
Al día siguiente muy temprano, hacen todos los aprestos para
continuar con el rito donde servirán al público asistente los platos típicos
como “puchero” “locro” y el delicioso pan “Jalay”; vestidos con el atuendo
típico; al compás de la Pachahuara hacen su ingreso los Mayordomos llevando los
potajes ya mencionados, todo adornado con serpentinas y globos. Los
acompañantes así familiares, amigos e invitados portan la bandera peruana en
sus sombreros; acompasados con huapeos colocan los peroles en la puerta de la
iglesia donde el público espera impaciente haciendo largas colas para recibir
el locro o puchero así como el pan jalay no sin antes los señores Mayordomos
hacen bendecir la comida por el sacristán del lugar. Ya por la tarde, los
comuneros realizan un juego ancestral llamado “El Chuicash o Chuecash”.
El día sábado de carnaval por la tarde en el atrio de la iglesia
Matriz de Paca se realiza la sucesión del cargo de la Mayordomía. El Mayordomo
saliente se despoja de su banda y le coloca al Mayordomo entrante, es así como
se realiza el cambio de cargo con mucha devoción al Señor de Paca y
demostración de alegría mediante un “baño de cerveza”. Luego acompañado de su
esposa o persona con quien hará pareja el año próximo, encabeza un desfile
alrededor de la Plaza para ser reconocido por los asistentes como el nuevo
Mayordomo, persona que tendrá a su cargo realizar la festividad de la
Mayordomía.
Fuente: Municipalidad de Paca
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