No olviden la poesía y
los ejercicios de matemáticas para mañana. Así terminaba las clases del profesor Oscar Peña
cuando nos enseñaba en la escuelita 315512, ex 500. Al día siguiente, después
de haber formado y pasado revisión de higiene, que consistía en tener pañuelo
limpio, zapatos brillantes y cabello corto, ingresábamos al salón y nos
parábamos en nuestras respectivas carpetas. El profesor Peña, ingresaba y se
ubicaba en su pupitre y con un ademán nos decía pueden sentarse. Después de una
reseña de la fecha que conmemorábamos, elegía a cada uno de nosotros al azahar para
salir al frente y recitar, quién declamaba, retornaba a su carpeta, quien no,
“al rincón quita calzón”. Cuando terminaba con todos, tocaba el castigo para
los que no cumplieron con la tarea, que era de tres azotes en la mano con un
látigo de jebe de llanta de carro, no había campana que nos salve porque era al
inicio de las clases. Era un profesor con una metodología a la antigua y a
veces aplicaba la premisa de “la letra con sangre entra”. Nos dejaba abundante
tareas, especialmente de matemáticas y teníamos que cumplir porque ya sabíamos
el castigo que nos esperaba al día siguiente sino cumplíamos. En esos momentos
no entendíamos su proceder, a veces renegaba porque no tenía mucho tiempo para
salir a jugar a la calle con los amigos, pero en cada alumno construyo una base
sólida de responsabilidad y de principios morales que nos sirvió para seguir
los estudios en el Glorioso San José y más tarde, en la universidad. Ahora la gran
mayoría somos profesionales y en cada lugar del mundo que nos encontremos, le
agradecemos y le recordamos como un gran profesor. Qué tiempos aquellos que los
recuerdo con nostalgia.
Antes en Jauja sólo
existían tres colegios nacionales, el Carmen, El San Vicente y el San José, no
había los particulares. Cuando estudiamos en el glorioso San José encontramos
buenos profesores que también siguieron forjando nuestro porvenir. Profesores
que no solo se dedicaron a dictar sus clases, sino a ser nuestros guías
académicos, tutores, asesores y amigos durante los cinco años de permanencia.
Porque aparte de enseñarnos diversos cursos, nos enseñaron a tener identidad, a
aprender a amar, así sea lo poco que pudimos tener en nuestros hogares, las
pocas oportunidades que nos brindó nuestra tierra, pero eso fue lo de menos, porque
aprendimos a querer y a valorar lo que teníamos, A muchos nos tocó salir de
Jauja, otros se quedaron, pero eso se refleja ahora en el amor a nuestro
colegio y a nuestra tierra. Salimos de Jauja pero nuestro corazón se quedó en
ella, más si dejábamos a nuestra madre.
Igual experiencia
vivieron las jaujinas que estudiaron en el Colegio Nuestra Señora del Carmen y
en el Colegio San Vicente de Paúl. Ahora son mujeres luchadoras y de éxitos.
Los profesores, profesionales
abnegados que eligieron esta carrera para educar a nuestro país sin importar la
comodidad o distancia. Recuerdo cuando viajé por motivos de trabajo al distrito
de Buldibuyo, departamento de La Libertad, un viaje de tres días continuos por
una carretera pésima y un ómnibus sin comodidades, ya no sabía cómo sentarme y
cuanto anhelaba llegar de una vez a mi destino. Al otro lado de los asientos
iba una señorita que cuando bajé del ómnibus ella siguió viajando hasta
Huaylillas, era profesora y me admiro su voluntad de viajar a un lugar tan lejano
a cumplir su vocación. Yo estaba tranquilo porque sabía que en dos días
regresaba a Lima, en cambio la profesora se quedaría a trabajar en un pueblito
donde no había luz eléctrica ni agua potable. Así como esa profesora, hay miles
de docentes que se encuentran trabajando en el anonimato y cumpliendo su deber
en lugares quechua hablantes donde es más difícil enseñar y tienen que ser
maestros bilingües intercultural enfrentando una educación centralista, donde
el estado emite normas de educación pensando solo en los colegios de Lima o de
las principales capitales de provincias. Pero estos centros educativos no solo
son el Perú, sino también las escuelas y colegios de muchas comunidades
rurales.
Por esta razón y de
manera especial, en este día del maestro, recordamos y rendimos honores a todos
los profesores que trasmitieron sus enseñanzas y valores; a quienes nos
enseñaron a ponerle música a las letras, es decir, a leer; a quienes nos
enseñaron llenando con letras y números la pizarra, desgastando la tiza blanca
en conocimiento. Ahora muchos de ellos ya tienen cabellos blancos, canas de sabiduría.
¡Feliz día del maestro!
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