Cada segundo domingo de
mayo es un día muy especial, en cada hogar, en cada familia, cerca de Jauja o
desde un lugar lejano, siempre festejamos el día de la madre. Algunos lo hacen
con un recuerdo guardado en el corazón y a veces acompañado de una ofrenda
floral porque se encuentra en el cielo. Otros, que tenemos la dicha de tenerla
presente, aunque a veces lejos, nos comunicamos telefónicamente para saludarla
o viajamos para estar a su lado y rendirle homenaje como se merecen, porque
ellas si son capaces de dar todo por nosotros.
Nuestras madres son
ángeles enviados por Dios que nos cuidan desde que nos cobijan en su vientre
hasta que se van a la gloria. Después se convierten en madres celestiales junto
a Mamallanchic para protegernos desde el cielo.
En la historia de Jauja
existen muchas mujeres que hacen digno de este ser, especialmente cuando llegan
a ser madres; como Mamá Julia, Mamá Panchita, Mamá María, Mamá Ichaco, Mamá
Shanto, Mamá Cata, Mama Pompa, Mamá Cuty, Mamá Tomasa, Mamá Goya, Mamá Asunta,
Mamá Berna, Mamá Dolores, Mamá Nieves, Mamá Clavelina, Mamá Augusta, Mamá
Florentina, Mamá Cleodomina, Mamá Clementina, Mamá Gertrudis, Mamá Divina, Mamá
Rosaura, Mamá…sería muy extenso la lista para nombrar a todas, mil disculpas.
Madres que siempre hicieron historia al lado de sus esposos, o solas, sacando
adelante a su familia, muchas veces en silencio y mitigando el dolor para no
quebrarse delante de sus hijos.
De pequeño siempre me
preparaba para este día, ahorraba mis propinas para comprarle un regalo. El
domingo, después del desayuno salía a la feria que antes se realizaba en la
Plaza de Armas y en las calles de los jirones Junín y Grau a buscar su regalo.
Casi siempre después de dar muchas vueltas llegaba a las tiendas que se ubican
en la entrada del mercado municipal. Habían regalos como una jarra de vidrio
con vasos envueltos con papel celofán y demás utensilios del hogar, en la
sección de florería se preparaban hermosos ramos de rosas rojas alusivos al día
de la madre.
Con mi regalo en mano,
regresaba a casa e ingresaba sigilosamente para no ser visto por mi mamá.
Ordenaba la sala ubicando mi regalo a la vista de ella para que cuando ingresara
pudiera verla. La esperaba aprovechando en mejorar cualquier detalle que
obviaba. Cada vez me ponía más nervioso y trataba de no olvidar las palabras de
saludo y agradecimiento que me había aprendido. Cuando llegaba mi mamá y se
encontraba con mi sorpresa, podía notar su emoción; frente a frente nos
mirábamos, había un momento de silencio y al no poder pronunciar ninguna
palabra corría a su lado para abrazarla con fuerza y solo atinaba a llorar
embargado por la emoción. Sentía un nudo en la garganta que me imposibilitaba
pronunciar mi pequeño discurso, a veces ni siquiera podía decir un ¡TE QUIERO!;
mi mamá comprendía mi emoción y mi llanto que me consolaba dulcemente
agradeciéndome por el regalo.
Nunca pude superar ese
defecto, siempre se me hizo difícil decirle en palabras lo mucho que la amo y
lo orgulloso que estoy de ella. Hasta ahora, con los años venidos, siempre hago
el esfuerzo de pronunciar unas palabras y termino rápido cuando siento que mis
ojos se ponen cristalinos al punto de derramar una lágrima. Por eso, prefiero
más a los hechos que a las palabras.
Recuerdo el momento cuando
aprendí a valorar más aún a mi mamá. Un día, despojándose del cariño que me
tiene, aceptó con dolor mi decisión de partir a Lima en busca de mejores
oportunidades que lamentablemente Jauja no me brindaba y me ayudó a realizar mi
cometido. Había terminado el colegio y como la mayoría, tenía que emigrar,
aunque Lima no me recibía con las manos abiertas, sino llena de incertidumbre
porque no sabía a donde llegaría a vivir con exactitud, pero eso no importaba y
tenía que partir. La noche de mi partida no fue cualquier noche en mi vida,
salí de casa llevando poco equipaje, solo algunas prendas para mi muda, pero si
llevaba un cargamento de muchos sueños y metas por cumplir. Cada paso que daba
me separaba más de mi casa y cada vez mi avanzar era más lento tratando de no
alejarme, pero era inevitable. No fue fácil dejar a mi familia que hasta ese
momento era mi mundo y significaba todo para mí; a los amigos con quienes
compartimos momentos de estudios en el colegio, muchas aventuras y noches de
tertulias; los juegos de Basket en la liga de Jauja con nuestro equipo “Club
Deportivo Power”, el "Power Campeón ‘84"; las travesuras que hicimos
y a los primeros amores vividos, que ahora guardo en mis recuerdos.
Solo mi madre me
acompañó hasta la agencia el "Sudamericano", antes de subir al
ómnibus me dio su bendición, una caricia y el primer abrazo de despedida, era
la primera vez que viajaba a Lima y sin saber cuándo regresaría, era la primera
vez que dejaba mi hogar y sin saberlo, era para siempre. A los dos nos invadía
la pena, pero ella se mostraba serena porque sabía que no le defraudaría, tuvo
ese instinto de confianza que mi padre no supo tener en ese momento, al menos
eso me demostró mi padre cuando no estuvo de acuerdo con mi decisión de viajar
a Lima. Tampoco estuvo en mi despedida, tuve la esperanza que llegara antes que
partiera el ómnibus, pero nunca llegó. Entiendo que a veces y en los momentos
más cruciales, las madres son más heroínas que los padres. Mi padre me quería,
pero no tuvo el valor de verme partir, capaz por ser el hijo mayor, no lo sé; pero
por más pena que yo sentía esa noche tuve que viajar. Ya en camino, de rato en
rato, miraba por la ventana como dejaba atrás muchos lugares que conocía, con
lágrimas y en silencio recordaba muchas cosas vividas que se perdían en la
oscuridad de la noche. Fue una noche larga que no pude dormir y fue esa noche
que mi madre me dio el mejor de sus regalos: ¡Mi Libertad!
En Lima pasé muchas
peripecias y sufrimientos, sentí la ausencia de mi madre cuando vivía solo,
mudándome de un lado a otro sin tener el cariño ni el cuidado que ella me daba.
A veces, cuando me faltaba un plato de comida, recordaba su exquisita sazón y
abundante comida que me tenía acostumbrado. Un estofado o un guiso de carne que
siempre preparaba con grandes presas de carne y papas cortados por la mitad, no
en rodajas y poca carne como acostumbran a servir en los restaurantes de Lima. También
las sopas y caldos las prepara con abundantes carnes, fideos, verduras y casi
enteras sacándole provecho a la abundancia que nos brinda nuestro paraíso
jaujino. La extrañaba demasiado, pero no podía regresar porque aún tenía mucho
camino que recorrer y recién empezaba.
Ahora con el pasar de
los años, no es la primera, tampoco la última vez que viajo a Jauja para estar
a su lado. Más aún si es un día especial, no me importa si el pasaje esta
elevado o el trajinar de llegar y regresar el mismo día mella mi físico. Quiero
aprovechar que está viva para darle muchos abrazos y sentir su cálido cariño y
no tener ese encuentro frío al pie de su tumba.
Cuando regreso a casa
siempre recibo su especial atención porque sabe que mi estadía es por unos
días. En la madrugada siempre está atenta a mi arribo sin poder dormir, cuando
escucha que golpeo la puerta se levanta presurosa tratando de ganarle al tiempo
con su agilidad pérdida por los años que pasan. La espero en pleno frío y con
los cantos de los pajarillos; mientras observo el patio principal y alrededores
de la casa, que a esa hora se encuentra llena de soledad y a mi mente vienen
los recuerdos gratos vividos, también algunos desagradables, aunque pocos, pero
no los puedo evitar. El sonido de sus pasos cada vez más fuerte rompe mis
recuerdos y al abrir la puerta nos entregamos al cariño que nos tenemos con un
intenso abrazo, en ese momento cierro los ojos y en ese instante siento que aún
sigo siendo un niño y que ella es la madre de siempre. Un beso en la mejilla y
como es de costumbre, siempre pregunta cómo me encuentro, si el viaje fue
tranquilo y porqué demoré, me invita a pasar y abrigarme con una manta que me
tiene esperando en el sofá. Nos sentamos y puedo contar sus años en sus
arrugas, en sus canas, pero su amor nunca envejece. Conversamos un momento y
luego se interna en la cocina a preparar el desayuno; si no tiene listo una
Patasca que cocinó la noche anterior, se pone a preparar un “Yacuchupe”, apura
a mi padre para que compre pan de huevo y bollo para matizar la mesa. Lo mismo
sucede a la hora del almuerzo, pregunta que deseo comer y se esmera en preparar.
A veces salimos toda la familia a un restaurante campestre y siempre está
pendiente de la comida que nos sirven, reclamando sino está bien preparado,
porque es muy especial con su sazón, porque es una madre muy exclusiva.
Cuando es un día especial
como el Día de la Madre preferimos ir a la casa de Paca a preparar una
pachamanca, mi papá siempre nos espera con el horno listo para encender las
leñas. Me encanta demasiado esa idea, porque es pasar un “día jaujino” al
natural y rodeado de la familia. Mi padre con su conociendo se encarga de hacer
los preparativos para la pachamanca, nosotros le ayudamos y aprendemos porque
ya estamos próximo a tomar la posta. Cuando el fuego del horno esta candente me
doy tiempo para arreglar el jardín y recorrer los diferentes ambientes de la
casa. Tiene una pequeña cocina donde hay una bicharra y ollas de barro, el
complemento necesario para preparar una deliciosa comida con sabor especial
cuando se cocina con leña. Sigo caminando y mirando plácidamente las paredes de
adobe, el tejado envejecido por el tiempo y por la soledad porque nadie la
habita, subo al segundo piso por la escalera de madera fabricado por mi padre,
es un ambiente grande de una sola pieza con piso de madera, por las ventanas se
puede observar los árboles de eucaliptos que adornan el hermoso paisaje del
pueblo y que llega hasta las orillas de la laguna. También se puede apreciar
parte de la casa, como el pino que ha crecido imponente y que sobresale del
techo de la sala, ahora es como un guardián y protector de la casa; los techos
de teja con doble caída, las vigas de maderas, las paredes de adobe, los pisos
de tierra, el patio con pasto natural y las puertas de madera que le dan un aspecto
rústico a la casa. Está lleno de encanto porque en su mayoría fueron fabricados
y labrados artesanalmente con las manos de mi padre.
Regreso donde mi padre
porque las piedras del horno ya están calientes, ayudo a separar las piedras
candentes, después con mi madre y demás hermanas colocamos las papas, las
variedades de carnes, las humitas y por último las habas. Cubrimos totalmente
el horno con hierbas y tierra de Paca, hago una cruz con dos maderos y la
coloco en la cima del horno. Luego nos sentamos en el medio del patio para
hacer un brindis por mi madre con unas cervezas y conversar sobre nosotros, como
nos encontramos y haciendo planes futuros hasta que llegue la hora de servir y
comer con deleite la pachamanca.
De regreso a Jauja sé
que mi estadía se termina, es inevitable, porque llega la hora de la despedida,
complacidos por ese maravilloso día que pasamos y que ahora quedará en el
recuerdo de cada uno de nosotros. Siempre al partir me voy con la mirada triste
de mi madre, pero orgullosa a la vez; espera la hora de mi partida y me da un
abrazo con sus bendiciones. Sabe por ahora que mi lugar está en Lima y aunque
estamos separados por la distancia, ya aprendimos a superar ese obstáculo,
porque nos llenamos de esperanzas y promesas que muy pronto nos volveremos a
ver.
Yo vuelvo a repetir la
misma escena de mi partida, prefiero caminar hasta el terminal para abordar el
bus, a veces despidiéndome de las cosas que dejo en cada paso de mi camino, a
veces pensando en lo vivido que ahora serán recuerdos, a veces mirando un lugar
que guardara un recuerdo. Así me alejo físicamente cada vez más, pero siempre
me quedo sentimentalmente con mi familia, hasta el día que tenga que regresar y
prometo que será muy pronto... ¡Mamá Julia!, gracias por ser la madre que eres
y TE AMO mucho, viejita linda.
Me encanto el relato
ResponderBorrarRecorde buenos momentos con tu relato
ResponderBorrarFelicitaciones por el artículo y por el Blog también, tener noticias de nuestra querida Jauja hacen que nos sintamos un poco mas cerca de ese lindo Pedacito de Cielo, abrazos desde Brasil.
ResponderBorrarEs una narracion que cautiva por su fluidez, sentimiento y tal realismo que siento estar viviendo el instante que describes.
ResponderBorrarmuy hermoso loq escribiste querido amigo hector,senti mucha emocion, a quien mas se le puede escribir algo tan lindo slo a nuestra madrecita...te felicito
ResponderBorrarcarmen
buena Macko, te felicito por la narración, cada vez estas mejorando y espero leer mas publicaciones tuyos
ResponderBorrarHector, al leer este relato me recuerdas a mi niñez y me inspira a querer escribir todo lo que nuestros padres nos relatan, y van quedando al olvido. Suerte amigo.
ResponderBorrarDefinitivamente eres un buen jaujino,un buen hijo,y de seguro un papá
ResponderBorrartus relatos me llevan imaginariamene a mi querida tierra y la los brazos de mi viejita linda y tiene sus mismas costumbres.
sigue escribiendo . Felicitaciones.
Javier ,te escribe una vieja amiga, me enternece lo que cuentas de tu mami, a mi tambien se me hacia dificil expresar mis sentimientos a mis seres queridos, pero bien vale la pena hacer el esfuerzo por que eso da muchas satisfaciones, sobre todo, por que tu madre es una bella persona, Ahora que soy madre se lo hermoso que es escuchar que un hijo te diga cuanto te ama es mi mejor alisiente para seguir adelante.
ResponderBorrarTe deseo muchos exitos.
Hola Macko te escibo desde los EE.UU mi nombre es Hernan Lopez solo para felicitarte por este maravilloso reportaje que escribiste por el dia de la madre. Por un momento senti que estabas comentando mi historia. Cuidate mucho y suerte en todo lo que hagas.
ResponderBorrarHola Hernan, gracias por tu comentario y felicitación. El amor que tiene una madre se repite en cada familia con sus hijos, capas por eso nuestras historias se asemejan. Igual, te deseo mucha felicidad para ti.
BorrarCreo que es una historia que refleja la vivencia de todo jaujino,te felicito.
ResponderBorrarEs un relato precioso,con muchas vivencias que muchos jauinos y jaujinas revivimos en cada parrafo de tu historia ,te felicito por ser un buen hijo y no lo dudo un gran hombre de bien como muchos paisanos nuestros ahora profesionales que son el orgullo de muchas mamitas jaujinas,te anímo que sigas escribiendo y deleintandonos con tus relatos.Un abrazo desde la madre patria.
ResponderBorrarGracias por sus comentarios, de verdad eso anima a seguir escribiendo y administrando este blog.
BorrarME ENCANTO TU RELATO. YO CREO QUE TODOS TENEMOS UN SENTIMIENTO MUY ESPECIAL POR ESE SER QUE NOS DIO LA VIDA, GRACIAS A ELLA ESTAMOS DONDE ESTAMOS Y POR ELLA SEGUIMOS ADELANTE. A VECES PASA QUE NO PODEMOS EXPRESARLE NUESTRO SENTIMIENTOS CON PALABRAS SINO CON ACCIONES. ME HICISTE REVIVIR EPOCAS MUY BONITAS DE MI JAUJA QUERIDA.
ResponderBorrarFELICITACIONES Y SIGUE ADELANTE.
TODOS LOS JAUJINOS QUE SALIMOS DE NUESTRA TIERRA TENEMOS UNA HISTORIA SIMILIAR, DUELE HABER DEJADO A NUESTRA TIERRA Y PADRES, PERO LA VIDA ES ASÍ Y EN RECOMPENSA AHORA MUCHOS DE NOSOTROS ESTAN TRIUNFANDO EN LA VIDA. AHORA QUE ESTAMOS LEJOS DE NUESTRA QUERIDA JAUJA SOLO NOS QUEDA RECORDARLA CON CARIÑO.
ResponderBorrarSiempre que puedo leo tus relatos, me gusta mucho la forma de expresar tus emociones y sentimientos (al natural). Y creo que tu madre debe de estar orgullosa por tener un hijo como tu. Yo tengo 3 hijos que siempre serán mis niños porque para una madre los hijos nunca crecen, pero el recibir un abrazo y un te amo es una agregado mas (regocija mi espíritu)el cual me motiva la vida, por eso no te reprimas siempre dile a tu Mamita que la amas la harás muy feliz.
ResponderBorrarHola Zoila, gracias por tus palabras y entiendo lo que sientes cuando recibes el cariño de tus hijos. Voy a seguir tu consejo para hacerla mas feliz a mi mamá.
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