Una tarde visité
Paca, invitado por los comuneros que agasajaban a su diputado. Primeramente fui
a la Iglesia a trabar conocimiento con el Crucificado milagroso, que salvara al
entonces general Cáceres, cuando, prófugo, después de la derrota de Huamachuco,
recorría los senderos ocultos de cabras y venados de la cordillera, cruzando a
lo largo de ella por entre las guarniciones chilenas, que le buscaban con
ahínco. Dirigíase a Ayacucho, en pos del regazo consolador de
la ciudad materna.
Se tiene la idea
en Paca de que el caminante que de pronto se ve seguido de un perro, tendrá
feliz viaje y fácil arribo. Ya Cáceres, refiriéndome al feliz presagio que tuvo
al acercarse a Jauja en aquellos días luctuosos. Hallábase extraviado entre las
breñas, y de pronto le salió al paso un perrito blanco, haciéndole fiestas con
la cola.
El héroe tuvo
una corazonada: abandonó las riendas al caballo y éste marchó decididamente
tras el perro. A menudo el amable animalillo volvía la cara como para ver si su
protegido lo seguía.
Había momentos
en que este animalito se adelantaba para husmear el camino y regresaba luego corriendo
y alegre como para darle a entender que no había novedad, proporcionándole así
este nuevo acompañante un gracioso entretenimiento durante toda la noche de su
viaje.
Con el amanecer
llegó a Jauja, en momentos que el “pongo” (sirviente) de la casa del cura
Vianderas abría el portón de la calle; preguntó por él y le mandó a decir que
ya estaba allí, esperándole.
Salió su amigo,
muy sorprendido con su inesperada visita, y trató de inquirir la causa que le
motivaba; le respondió que por el momento no podía suministrarle ningún dato,
ni pormenores de ninguna clase; y que solamente deseaba le proporcionase una
taza de té y una copa de coñac y cama, porque estaba rendido de sueño y cansancio,
suplicándole que no le despertara hasta que le llamase, y que también atendiera
a los jefes que le acompañaban, que luego llegarían.
Se acordó del
canino compañero y encargó que lo buscaran; pero no lo encontraron, fueron
infructuosas sus averiguaciones para obtener informes sobre su diminuto guía,
que desapareció tan misteriosamente como habíase presentado.
Este episodio
concuerda con la creencia Huanta, de que "ALLCA", el perro, es una
divinidad bienhechora del hombre, vigilante y fiel por excelencia. Sin duda por
eso hoy nunca falta uno de esos lanudos canes de los Andes en la choza del
indio; y éste a menudo arriesga su vida para salvar la de su leal amigo.
¡El perrito
blanco era “Allca”, protector del Héroe de las Breñas del Mantaro!
Fuente:
gdp1879.blogspot.pe / Blog de Jonatán Saona
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