El gobernador y su séquito
llegaron al valle del Mantaro aproximadamente un mes después de haber partido
de la antigua capital de los incas. Fueron recibidos por el tesorero Riquelme a
quien Pizarro había dejado a la cabeza de la guarnición mientras se dirigía a
Cusco. Para este encuentro, Manco Inca Yupanqui hizo organizar una gigantesca
cacería en la que participaron varios miles de ojeadores indios y que
impresionó mucho a los participantes españoles por su importancia, su
organización y sus resultados.
Sin embargo, no era objetivo del
gobernador dedicarse a semejantes placeres. Además, al parecer, de que esto no
iba con su carácter, la situación general distaba mucho de permitirlo. El
objetivo era fundar en Jauja una ciudad llamada a desempeñar un papel
particularmente importante dentro del dispositivo del nuevo Perú colonial. En
ese entonces solo se contaba en el país con tres asentamientos españoles, San
Miguel de Piura, Cajamarca y Cusco, sobre una extensión de dos mil kilómetros a
través de los Andes. A grosso modo equidistante
de Cajamarca y Cusco, Jauja era una etapa esencial de este camino, el único
conocido y utilizado entonces por los españoles. Menos descentrada por el sur y
menos adentrada en la cordillera que Cusco, ocupaba además un lugar excepcional
en el centro de un rico y grande valle longitudinal que hacía de ella un lugar
agradable, por su altitud moderada, y lleno de perspectivas económicas
alentadoras, por la riqueza de su agricultura y el número de sus habitantes,
garantía de jugosas encomiendas. Un detalle de vocabulario dará una idea de
ella: en castellano, Jauja, es un país imaginario donde se supone reina la
felicidad, la prosperidad y la abundancia, por eso se dice la tierra de Jauja.
Finalmente, aunque situada en la
cordillera, los contactos de la nueva ciudad con la costa eran relativamente
fáciles. Existían ya caminos bien mantenidos. Éste era un punto esencial para
el futuro. Tumbes, a donde llegaron los españoles, y Paita, el puerto de Piura,
eran las únicas puertas de ingreso al Perú. El desarrollo de la conquista hacia
el sur las alejaba ahora del probable futuro centro de gravedad de la colonia.
Este nuevo equilibrio hacía necesaria la instalación de un puerto más central.
Todo concurría pues a hacer de Jauja la piedra angular del dispositivo que los
españoles, con algunos titubeos, se empeñaban en implementar.
Pizarro decidió entonces
establecer ahí la capital. Seguramente se le ocurrió esta idea cuando vino por
primera vez, pero apurado como estaba por ingresar en Cusco y por terminar con
aquello en el plano militar, que se presentaba todavía muy incierto, no había
tenido tiempo de dedicarse a ello. Esta vez, el gobernador lo hizo muy
oficialmente algunos días después de su llegada, el 25 de abril de 1534. Por
cierto, fue la primera ciudad verdaderamente creada por Pizarro en el Perú. Es
verdad que existían San Miguel, Cajamarca y Cusco, pero en la primera en donde solo
estuvieron de paso, el gobernador y sus hombres no tuvieron tiempo de
establecerse. En cuanto a las otras dos ciudades, en vista de la urgencia, los
españoles se instalaron por decirlo así en casa de los incas.
Por el contrario, Jauja fue
fundada con todo el ceremonial a la usanza en semejante caso. Primero se dibujó
una plaza grande en cuyo centro se erigió una picota, símbolo de la justicia
del Rey a la que todo debía estar subordinado. En los costados se destinaron
terrenos para la iglesia, el concejo municipal y la residencia del
representante de la autoridad real, lugares de los tres poderes de la Colonia.
De las cuatro esquinas de la plaza, en ángulo recto, partían calles que
dibujaban un damero dentro del cual se atribuyeron solares, a unos cincuenta
soldados que habían solicitado constituir el núcleo fundador de la ciudad, los
pobladores. Se comprometieron, bajo pena de perder todas sus ventajas, en no
dejar la nueva ciudad y en comenzar en un plazo razonable la construcción de
sus futuras viviendas. A continuación, y hasta fines del siglo XVIII, la misma
operación debía repetirse en la misma forma centenares de veces, puesto que los
españoles concibieron siempre su penetración, y sobre todo su instalación
colonial, a partir de núcleos urbanos desde donde irradiaban su poder, su
religión y sus modos de vida, en una palabra su cultura.
Fuente: Francisco Pizarro –
Bernard Lavallé
0 comentarios:
Publicar un comentario
Pasos para publicar un comentario:
1) Escribe tu comentario dentro del cuadro.
2) Hacer click en la ventana de "Comentar como" y elegir la opción "Nombre/URL".
3) En el cuadro emergente "Editar perfil" escribe tu nombre en la opción "Nombre" y hacer click en "Continuar".
4) Para finalizar, hacer click en "Publicar un comentario"
NOTA: MENSAJES ANÓNIMOS NO SERÁN PUBLICADOS