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Jauja, donde pagan a los hombres por dormir, fustigan a los hombres que insisten en trabajar, los árboles son de tocino y sus hojas de pan de fino. Las calles están adoquinadas con yemas de huevo y lonjas de tocino, asadas y fritas...

13 de julio de 2016

Instalación de la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen en Jauja

Todas las cofradías, desde el inicio de su existencia, se instalan en la iglesia Matriz de Hatun Jauja. A principios del siglo XVIII se veneraba en esta iglesia un lienzo con la imagen de la Virgen del Carmen, que había sido donado por el devoto Bonifacio Vázquez, vecino español instalado en Jauja desde 1702. La devoción a esta imagen y el rezo del santo escapulario fueron fomentados por este vecino y el culto a las limosnas a la Virgen fueron aumentando poco a poco. En 1707, Bonifacio Vázquez propicio la creación de la Cofradía de la Virgen Carmelo con 15 cofrades, nombrándose como primer mayordomo al donante del lienzo, y el pueblo, atraído por la devoción a una nueva María, vistió el Santo Escapulario. El Gobernador y curaca de Hatun Jauja, don Blas Astucuri, en 1710 donó, por escritura simple, un sitio y solar llamado “Apocancha” para que se levantase en él “una capilla a la Reina de los Angeles” y se formase junto a ella un beaterio para el retiro de personas pobres y piadosas. El solar estaba en el lado norte de la Plaza Mayor de la villa de Jauja y era el mismo que recibiera el curaca Apo Francisco Cusichaca de la saya de Hatun Jauja, cuando el capitán Juan Larreinaga Salazar en 1565 procedió al trazo del terreno a sus habitantes. En el perímetro y cerca del solar del Apo, los integrantes de la nobleza de la localidad también recibieron pequeños lotes. Toda esta zona fue la que más tarde se convertiría en propiedad de la cofradía de la Virgen del Carmen.

Inmediatamente después de la donación, Bonifacio Vázquez hizo levantar una capilla y fue auxiliado con las erogaciones del pueblo y con el trabajo de los indios y de algunos mestizos. Como ejemplo citamos a “los carpinteros maestro y oficial Juan Pérez y Mateo Remuzgo, que hicieron las puertas y rejas de la capilla de la cofradía”. Luego trasladó la imagen en lienzo que se veneraba en la Iglesia Matriz y compro para la nueva capilla el bulto de la Virgen del Carmen y su Niño, el Patriarca San Joaquín con la Virgen Niña y otra de Santa Ana. Mientras tanto, el segundo mayordomo, Francisco Monje, mando hacer en Tarma una imagen en bulto grande de la Virgen, la que fue traída en procesión acompañado por los indios de Yanamarca. A su llegada a Jauja, este mayordomo pretendió colocarla en el altar principal, por lo que se produjo un conflicto entre los dos mayordomos, entre cofrades y el pueblo de Jauja. El problema fue llevado a una asamblea general del pueblo en la que participaron las autoridades políticas y eclesiásticas, los mayordomos, los hermanos de la cofradía, y ante todos ellos se presentaron dos imágenes en bulto de la Virgen con el Niño, una con y otra sin corona. La presentación origino un escándalo entre los españoles, pero en el “gentío causo mucha armonía” y este “gentío” grito que la “imagen en bulto de Francisco Monje la necesita el altar mayor de la Iglesia y en dicho retablo podrá acompañar y aumentar las cofradías del Santísimo así de españoles como de naturales y muchos particulares con sus limosnas y que se dividan las funciones religiosas para ambas imágenes…”. Esta solución, también aprobada por el arzobispo de Lima, Antonio Gutiérrez de Zevallos, nos recuerda una costumbre andina señalada por los cronistas, la de las Illas o dioses antiguos que eran presentadas por una estatua mayor llamada la grande e inamovible porque se quedaba siempre en las huacas o lugares sagrados, y una menor llamada la pequeña, que era transportable de un lugar a otro.

Con el correr de los años, la cofradía fue recibiendo donaciones y alhajas, ornamentos y bienes rentables, y por ello y con el fin dar la seguridad de propiedad de la cofradía, el mayordomo principal Bonifacio Vázquez, en 1743, pidió al Comisionado del Rey “una escritura de visita, medida, venta y composición de tierras sobre la capilla, el solar de Apocancha, de dos solares donados por devoción y los títulos de las tierras y chacras pertenecientes a la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen de este pueblo de Jauja”.

Bonifacio Vázquez, quien en 1748, “sintiéndose gravemente enfermo, hizo testamento, dejando todos sus bienes a la cofradía del Carmen, con la obligación de que se celebren 4 misas cantadas para la fiesta del Carmen, el 14 de julio, aparte de la misa cantada de todos los miércoles”.

¡Feliz aniversario Carmelinas!

Bibliografía
Olinda Celestino – Albert Meyers:
La dinámica socio-económica del patrimonio cofradial en el Perú colonial: Jauja en el siglo XVII

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5 de julio de 2016

Homenaje al maestro con cariño

No olviden la poesía y los ejercicios de matemáticas para mañana. Así terminaba las clases del profesor Oscar Peña cuando nos enseñaba en la escuelita 315512, ex 500. Al día siguiente, después de haber formado y pasado revisión de higiene, que consistía en tener pañuelo limpio, zapatos brillantes y cabello corto, ingresábamos al salón y nos parábamos en nuestras respectivas carpetas. El profesor Peña, ingresaba y se ubicaba en su pupitre y con un ademán nos decía pueden sentarse. Después de una reseña de la fecha que conmemorábamos, elegía a cada uno de nosotros al azahar para salir al frente y recitar, quién declamaba, retornaba a su carpeta, quien no, “al rincón quita calzón”. Cuando terminaba con todos, tocaba el castigo para los que no cumplieron con la tarea, que era de tres azotes en la mano con un látigo de jebe de llanta de carro, no había campana que nos salve porque era al inicio de las clases. Era un profesor con una metodología a la antigua y a veces aplicaba la premisa de “la letra con sangre entra”. Nos dejaba abundante tareas, especialmente de matemáticas y teníamos que cumplir porque ya sabíamos el castigo que nos esperaba al día siguiente sino cumplíamos. En esos momentos no entendíamos su proceder, a veces renegaba porque no tenía mucho tiempo para salir a jugar a la calle con los amigos, pero en cada alumno construyo una base sólida de responsabilidad y de principios morales que nos sirvió para seguir los estudios en el Glorioso San José y más tarde, en la universidad. Ahora la gran mayoría somos profesionales y en cada lugar del mundo que nos encontremos, le agradecemos y le recordamos como un gran profesor. Qué tiempos aquellos que los recuerdo con nostalgia.


Antes en Jauja sólo existían tres colegios nacionales, el Carmen, El San Vicente y el San José, no había los particulares. Cuando estudiamos en el glorioso San José encontramos buenos profesores que también siguieron forjando nuestro porvenir. Profesores que no solo se dedicaron a dictar sus clases, sino a ser nuestros guías académicos, tutores, asesores y amigos durante los cinco años de permanencia. Porque aparte de enseñarnos diversos cursos, nos enseñaron a tener identidad, a aprender a amar, así sea lo poco que pudimos tener en nuestros hogares, las pocas oportunidades que nos brindó nuestra tierra, pero eso fue lo de menos, porque aprendimos a querer y a valorar lo que teníamos, A muchos nos tocó salir de Jauja, otros se quedaron, pero eso se refleja ahora en el amor a nuestro colegio y a nuestra tierra. Salimos de Jauja pero nuestro corazón se quedó en ella, más si dejábamos a nuestra madre.

Igual experiencia vivieron las jaujinas que estudiaron en el Colegio Nuestra Señora del Carmen y en el Colegio San Vicente de Paúl. Ahora son mujeres luchadoras y de éxitos.

Los profesores, profesionales abnegados que eligieron esta carrera para educar a nuestro país sin importar la comodidad o distancia. Recuerdo cuando viajé por motivos de trabajo al distrito de Buldibuyo, departamento de La Libertad, un viaje de tres días continuos por una carretera pésima y un ómnibus sin comodidades, ya no sabía cómo sentarme y cuanto anhelaba llegar de una vez a mi destino. Al otro lado de los asientos iba una señorita que cuando bajé del ómnibus ella siguió viajando hasta Huaylillas, era profesora y me admiro su voluntad de viajar a un lugar tan lejano a cumplir su vocación. Yo estaba tranquilo porque sabía que en dos días regresaba a Lima, en cambio la profesora se quedaría a trabajar en un pueblito donde no había luz eléctrica ni agua potable. Así como esa profesora, hay miles de docentes que se encuentran trabajando en el anonimato y cumpliendo su deber en lugares quechua hablantes donde es más difícil enseñar y tienen que ser maestros bilingües intercultural enfrentando una educación centralista, donde el estado emite normas de educación pensando solo en los colegios de Lima o de las principales capitales de provincias. Pero estos centros educativos no solo son el Perú, sino también las escuelas y colegios de muchas comunidades rurales.

Por esta razón y de manera especial, en este día del maestro, recordamos y rendimos honores a todos los profesores que trasmitieron sus enseñanzas y valores; a quienes nos enseñaron a ponerle música a las letras, es decir, a leer; a quienes nos enseñaron llenando con letras y números la pizarra, desgastando la tiza blanca en conocimiento. Ahora muchos de ellos ya tienen cabellos blancos, canas de sabiduría.

¡Feliz día del maestro!

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