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Jauja, donde pagan a los hombres por dormir, fustigan a los hombres que insisten en trabajar, los árboles son de tocino y sus hojas de pan de fino. Las calles están adoquinadas con yemas de huevo y lonjas de tocino, asadas y fritas...

18 de abril de 2018

El barquito de papel



“Soy hombre de lluvia. Porque de niño jugaba bajo la lluvia y ahora de grande, bailo y canto bajo la lluvia…”

Recuerdo que el año pasado regresé a Jauja aún en tiempo de lluvia, para despedirme de los carnavales. Ya la gente parecía más tranquila, esperando con devoción la Semana Santa y a Taita Cáceres. Pero yo, aún tenía que cumplir una invitación de un buen amigo, que era padrino de cortamonte en el distrito de Yauyos.

Un día antes del cortamonte salí de casa para pasear y mezclarme con la vida cotidiana de Jauja, camine por algunos lugares que parecían estar detenidos en el tiempo y que aún mantienen sus encantos y su magia de ciudad antigua. Preferí caminar y no subir a una “mototaxi” porque recordé que antes no había esos vehículos. La gente se trasladaba a pie o en bicicleta de un lugar a otro y Jauja era más tranquila, sin mucho tráfico, sin mucho bullicio. Además, comprendo que caminar es sentir y es estar más en contacto con nuestra tierra. Es sentir más a Jauja.

Camine por las callecitas, recordando buenos tiempos de infancia y pubertad. Cuando mi mundo era de juegos, de alegrías y de algunos inocentes amoríos. Cada paso que daba despertaba mis recuerdos y a veces cerraba los ojos para retroceder en el tiempo y encontrarme con esa escena vivida. Todo dependía del lugar en que me encontraba.

Como era época de invierno, la tarde soleada y colorida cambió a un color gris de un momento a otro y empezó a llover. Quise correr a guarecerme, pero recordé que en mi infancia muchas veces jugué bajo la lluvia, sin importar del frio. Recordé que también muchas veces salía al campo a pasear con un amor de ese entonces y algunas veces nos sorprendía la lluvia. Nos protegíamos del aguacero entre eucaliptos y chaguales, y era momento propicio para entregarnos a ese sentimiento puro e inocente de nuestro cariño, combinado con aroma a tierra mojada y aromas de amor. Algunas veces, cuando no pasaba la lluvia decidíamos regresar a la ciudad caminando de tramo en tramo, desafiando a la naturaleza. Nos mojábamos íntegramente, pero en cada tramo que nos parábamos para descansar, nos abrazábamos, nos mirábamos en silencio, solo se escuchaba el ritmo de la lluvia y de nuestros corazones. Yo le limpiaba su rostro mojado, ella también y nos besábamos. Como para darnos calor, o algo más, quien sabe, solo nosotros lo sentíamos. Quizá ahora solo los dos lo recordamos.

De regreso a mi realidad, decidí seguir caminando bajo la lluvia sintiendo cada vez más fuerte las gotas de agua. Yo llevaba puesto una buena casaca de cuero que me protegía de la lluvia, mi pantalón “jean” también se acomodaba a tal adversidad y para completar, calzaba como siempre, mis botas texanas que me permitía caminar con comodidad sin temer a los charcos que se formaban.

Por donde caminaba, muchas personas, que se protegían de la lluvia en las puertas de las casonas, en las tiendas o en un lugar donde se mantenían secos, me miraban con asombro como caminaba bajo el aguacero, sin importar como me mojaba. No comprendían que no solo quería recordar, sino sentir como en mi niñez jugaba bajo la lluvia. Solo tenía cuidado que mi madre no me viera, porque de seguro no entendería por qué caminaba bajo la lluvia y se molestaría. A pesar que los años han pasado, ella no deja de ser la madre y yo un hijo. Siempre una madre se preocupa por su hijo.

Caminé por mucho tiempo por las calles desoladas por culpa de la lluvia. Sin importar que mis cabellos empezaran a perder su rigidez y ceder ante la lluvia, emanando hilos de agua por mi rostro. De vez en cuando sacudía mi cabeza y pasaba mi mano por mi rostro para secarme.

La lluvia era cada vez más fuerte y por ambos lados de la calle se formaban riachuelos en los drenajes, buscando su curso habitual. Tal paisaje me trajo a la memoria cuando jugaba con mis amigos a la carrera de barquitos de papel. Cuando la lluvia era intensa, preparábamos los barquitos con las hojas de nuestros cuadernos o de un periódico pasado. Tratábamos que sean resistentes a las corrientes de agua, porque eso era garantía que nuestros barquitos soportarían las fuerzas del agua. Salíamos a la calle y desde la esquina de los jirones Bolívar y Bolognesi, cada amigo con su barquito, iniciábamos la carrera. Desde el punto de partida, íbamos corriendo detrás de ellos, alentándolos para que estén en el primer lugar. No se permitía levantar el barco y colocarlo más adelante, salvo cuando se atascaba entre los residuos o basura que la lluvia arrastraba a su paso, se podía sacarlo del atolladero.

Así seguíamos calle abajo sin importar en mojarnos. Ninguno de nosotros llevaba ropa seca, menos limpia, Nuestras caras y manos no sentían frio, pero si lo teníamos cuarteados, producto del frio. Muchas veces nos arrodillábamos para sacar o salvar a nuestros barquitos y siempre nuestros zapatos o zapatillas lo teníamos mojados junto con el bota píe de nuestros pantalones.

En esa época no teníamos videojuegos ni computadoras en casa. Para quedarnos como es ahora, sin salir de casa, sentados, mirando la pantalla y jugando “on Line” con otros amigos que a veces ni los conocemos.

Así no era nuestras vidas, éramos más niños de la calle. Porque muchos juegos se realizaban en los patios de las casas y en las calles. Habían juegos como las Escondidas (Ampay me salvo con todos mis amigos o plancha quemada, plancha quemada), la Chapada (Tú la llevas), los Quinchos (con las bolas lecherongas), el Lobo (Juguemos en el bosque mientras que el lobo no está, ¿lobo estas?), el Trompo (con la punta sedita), la Mata gente, los Siete pecados, la Bata, Salta soga, San Miguel, Kiwi, Mundo, la Cometa, la Gallinita ciega, Mundo, etc. En el patio o en la calle, todo espacio se aprovechaba para jugar.

Todos estos juegos eran sanos y ejercitantes, nos llenaba de alegría, emociones y cultivábamos amistades e interactuábamos socialmente para toda la vida con los amigos de la cuadra. Muchas veces nos quedábamos hasta muy noche, haciendo bulla mientras algunos de nuestros padres ya dormían. Terminábamos solo cuando uno de ellos salía y de un grito nos llamaban, dejábamos el grupo para ir corriendo a casa. Así terminaban nuestros días de juego. Al día siguiente, empezaría un nuevo capítulo.

Seguí caminando, recordando la carrera de barquitos y que en tres o cuatro cuadras los barquitos ya empezaban a mojarse por completo y a debilitarse. De a poco, se iban desarmando sin que nosotros pudiéramos hacer algo para evitar que naufraguen y solo queden como papel mojado. En esta carrera casi no había una meta, ganaba el barquito que más resistía.

A veces jugábamos con los palitos de chupetes o de fósforos, pero los barquitos de papel eran más interesantes y emocionantes.

Yo sigo caminando y pienso que por acá uno de nosotros ya habría ganado, me detengo, doy media vuelta y regreso por los mismos caminos de esos años de infancia. A veces con la alegría de haber ganado la carrera o a veces de haber perdido, pero con ganas de volver a empezar nuevamente el juego. En esos tiempos regresábamos corriendo, ahora regreso sin prisa y sin haber ganado ninguna competencia. Solo regreso con los recuerdos de mis barquitos de papel y con una sonrisa nostálgica.

Siempre en mis recuerdos estarán esos juegos de infancia y entre esos juegos, los recuerdos de mis amigos que compartimos los primeros años de nuestras vidas. Aprendiendo a convivir juntos, creciendo con las bromas que nos hacíamos, con nuestras peleas, con nuestras disculpas. Pero siempre aprendiendo a ser amigos cada vez más.

Ahora el tiempo se encargó de separarnos. Con algunos amigos aún nos encontramos y seguimos cultivando nuestra amistad, con otros no. Pero igual, aprendimos a vivir distantes, manteniendo nuestras amistades y manteniendo nuestros recuerdos.

El temporal acabó junto con mis recuerdos y mi caminata. Yo me arreglo la ropa y trato de sacudirme para botar la lluvia que llevo encima. Algunas personas me siguen mirando. Pero igual, no me incomoda porque sé que no comprenden lo que siento y por qué estoy mojado. Termino de arreglarme y me voy en busca de algún amigo que aún pueda encontrar en Jauja. Para darle un fuerte abrazo, para compartir nuestros recuerdos y crear nuevos episodios en nuestras vidas, que algún día solo serán recuerdos.

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10 de abril de 2018

“TUNANTUSUY”, La Historia de la Tunantada

El taller experimental artístico de la ADIT presentaran el proyecto “TUNANTUSUY”, La historia de Jauja hecho baile. Una recreación de la Tunantada a través de la historia, en el baile, la música, el teatro, la poesía, en un lugar llamado Xauxa. Con la participación del Taller Experimental Artístico de la ADIT.

Se llevará a cabo el día lunes 16 de abril a partir de las 7:00 pm en el Teatro Auditorio Mario Vargas Llosa de la Biblioteca Nacional del Perú, Av. De la Poesía 160, San Borja. Ingreso libre. Capacidad limitada.


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6 de abril de 2018

Un día como hoy, Jauja es elevado de Villa al rango de Ciudad


MINISTERIO DE ESTADO

El gobernador, cura y principales habitantes de la villa de Santa-Fé de Jauja han dirigido una representación al Gobierno Supremo, exponiendo los títulos que tienen para pretender se eleve aquella villa al rango de ciudad. Este pueblo que desde el tiempo del emperador Pacha-Cutec obtuvo notables privilegios, como lo indica su antigua denominación de Hatun-Sausa, tanto por sus servicios como sus ventajosa localidad, no ha llamado ménos la atención sobre sí en los tiempos modernos, por el patriotismo que siempre ha demostrado y la firmeza con que ha sostenido sus derechos á la vista del fuego y del fierro de los enemigos. Desde el 20 de Noviembre de 1820 en que la división del general Arenales puso á Jauja en libertad de pronunciar sus sentimientos, no ha cesado de hacer sacrificios gratos á la Patria, prodigando su sangre y sus recursos para cooperar á las miras del ejercito libertador. Estos motivos han autorizado los decretos anteriores, en que se han concedido exenciones y distintivos á que solo tiene derecho el mérito. Mas conociendo el Gobierno que también son acreedores á que se defiera á la solicitud que han entablado sus vecinos, ha resuelto lo que sigue:

EL SUPREMO DELEGADO

He acordado y decreto:
Art. 1. La villa de Santa-Fé de Jauja por los señalados servicios que ha hecho á la patria desde el 20 de Noviembre de 1820, tendrá en lo sucesivo el nombre y privilegio de Ciudad.

Art. 2. Los naturales de Jauja serán considerados cuando se establezca el plan general de contribución, disminuyendo la cuota que les corresponda sin notable perjuicio del Erario Nacional. El presente decreto se someterá a la sanción del Poder Legislativo por el ministro de Estado con la exposicion de los principios de justicia en que se funda.

Dado en el palacio del Supremo Gobierno, en Lima, á 6 de Abril de 1822. - 3.
Firmado: TORRE-TAGLE
Por órden de S.E. - B. Monteagudo.

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