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Jauja, donde pagan a los hombres por dormir, fustigan a los hombres que insisten en trabajar, los árboles son de tocino y sus hojas de pan de fino. Las calles están adoquinadas con yemas de huevo y lonjas de tocino, asadas y fritas...

22 de junio de 2018

Las fogatas en la noche de San Juan en Jauja


Era la víspera de San Juan y toda mi familia se había preparado para quemar nuestro muñeco de paja y demás ropas viejas que no servían. Era de noche y hacia frío, mucho frío, pero lo combatíamos con los ajetreos de los preparativos para el festejo. Porque era toda una tradición que las familias jaujinas hicieran sus fogatas en la calle, frente a sus casas.

Mi mamá me dijo que me abrigara, que hacía mucho frío, pero no le hice caso. En eso, mi papá aprovecho para decirme que este frío no era nada, que antes si hacía mucho frío, que caía helada y malograba todo el sembrío.
- ¿Tú sabes porqué hacemos fuego esta noche? –me pregunto mi papá.
- No -le respondí.
- Es una tradición antigua –empezó a contarme- Una vez, San Juan había hecho una apuesta con el sol y le dijo: Si yo me despierto primero, te quemo; y San Juan le respondió: Si yo me despierto primero, te hielo. Dice que San Juan se había despertado primero y cuando el sol se despertó, ya San Juan le había helado todo los campos y el sol ya no pudo quemarlo. Por eso, cada que viene el 24 de junio todos queman en representación del sol, para que no hiele los sembríos, como el trigo, la cebada. Porque todavía recién están en leche y por madurar.

Yo me quedé en silencio y sorprendido por su relato, él me dio una palmada y volvió a decir:
- Ahora si abrígate, no vaya ser que San Juan también te congele.

Dio media vuelta y se marchó dejándome parado y pensativo hasta que nuevamente los gritos de mamá me volvió en sí. Debíamos sacar el muñeco de paja a la calle y prender nuestra fogata.

Afuera, ya había otras fogatas de los vecinos que las rodeaban y saltaban para darse calor, algunos hasta con su propia música y unos “calientitos” para el frío. Prendimos la nuestra y empezamos a quemar el muñeco y las cosas viejas que ya no servía en casa y que se podían quemar. Nos animamos a saltar la fogata y a escribir los deseos que nos solicitaban. Los deseos se escribían en una pequeña hoja de papel y se devolvía doblado para que no sea leído por nadie que no sea a quien se escribía el deseo. Luego tenían que leer sus deseos: “Te deseo que…”, y después arrojar el papelito al fuego para quede en secreto con la esperanza que se cumpla. Pero siempre los amigos preguntaban que te desearon.

Más tarde, nos encontrábamos con los amigos y recorríamos por todas las calles de Jauja, saltando las fogatas y confraternizando con las demás amistades y haciendo un “caypincruz” en la fogata más alegre y concurrida. Saltábamos desafiando las llamas del fuego. Quien no tuvo algún percance al momento de saltar, un tropiezo o un mal salto, quedábamos casi en medio del fuego y salíamos corriendo algo chamuscado el cabello, las pestañas, los zapatos, hasta la ropa. También hacíamos bromas lanzando cohetecillos y explotaban cuando alguien saltaba el fuego. Era una tradición de mucha alegría y derroche de energía la noche de San Juan. Incluso se organizaban actividades como las “Gran Fogata Show”, en el patio de uno de los colegios tradicionales de Jauja y amenizado por uno de los grupos musicales de esos tiempos.

Se podría decir que casi todas las calles de Jauja ardían por las diversas fogatas que las familias prendían. Hasta parte de los cerros se encendían, combatiendo, como dijo mi papá, a la helada, producto del solsticio de invierno y así, Jauja amanecía.

Hermosa tradición de la fiesta de San Juan de nuestros antepasados, como siempre, sabios. Pero con el pasar del tiempo, muchas tradiciones se dejaron de practicar y ahora solo queda en el recuerdo y memoria de algunos de nosotros.

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