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Jauja, donde pagan a los hombres por dormir, fustigan a los hombres que insisten en trabajar, los árboles son de tocino y sus hojas de pan de fino. Las calles están adoquinadas con yemas de huevo y lonjas de tocino, asadas y fritas...

21 de febrero de 2018

El amor en tiempo de carnaval jaujino

Era tiempo de carnaval cuando regrese a Jauja. Tiempo en que los jaujinos demostramos nuestra alegría y garbo bailando los tradicionales cortamontes, una coreografía elegante y romántica que engalana las pandillas en nuestros barrios. Tiempo en que muchos de nosotros regresamos a la madre tierra, atraído por su magia y su tradicional alegría.

Era la traída de árbol del barrio La Libertad y con un amigo fuimos por la tarde a ver el “Hatun Jilo Shalcuy” (parada de monte) en su plazuela. Nos ubicamos lejos, para no ser víctimas de las féminas que se ensañaban con los hombres empapándolos de harina, lugar desde donde podíamos ver tranquilos el éxtasis del carnaval que se vivía. Cuando miraba a distintos lugares, pude observar a una hermosa jaujina que no la reconocía, le di un suave codazo a mi amigo para preguntarle quien era, pero tampoco la conocía, nos preguntamos quien era y con un poco de lastima solo atine a observarla hasta que se perdió en la multitud.

Más tarde, cuando la noche había caído y ya habían plantado los árboles, las parejas empezaron a bailar con dirección a la Plaza de Armas, nos adelantamos unas cuadras para ver la pandilla que encabezaban los padrinos. Entre la multitud de bailantes y espectadores que pasaban, me volví a cruzar con ella y pude robarle una mirada, fue breve porque las personas que venían detrás la empujaban y pasó raudamente por mí delante. Yo me quede mirando a las demás parejas que pasaban bailando y luego seguir a los bailantes. Llegamos a la plaza y nos ubicamos frente a la municipalidad para contemplar el jolgorio y la alegría de nuestro carnaval, había mucha gente que bailaba y “guapeaba”. Todo era alegría, era tiempo de carnaval.

Entre la multitud nos volvimos a encontrar y pude observarla con más tranquilidad porque las parejas y personas estaban más dispersas, nuestras miradas se congelaron un momento y nos quedamos parados frente a frente. Yo solo atine a dar unos pasos más para acercarme, dejando atrás a mi amigo y decirle tímidamente “hola”. Igual, me respondió tímidamente con un “hola”, pero fue suficiente para iniciar una conversación y me presente formalmente. Empezamos a caminar, me contó que regresaba a Jauja después de mucho tiempo y su soledad era porque sabía poco de sus amigas del colegio y porque vino de improviso por unos días. Dimos muchas vueltas por el perímetro de la plaza contándonos nuestros pasados y conociéndonos de a poco. Cuando la mayoría de los carnavaleros ya se habían retirado, me ofrecí acompañarle a su casa, ella acepto y caminamos por el Jirón Grau rumbo a la plaza Santa Isabel. En el camino me sentía un poco lerdo pero trataba de disimular. Me comentó que siempre esta calle fue su camino cuando iba y regresa del colegio y las veces que salía a pasear. De a poco se quedó callada y observó detenidamente los alrededores de la calle angosta, yo detuve un poco mis pasos tratando de sincronizar con su lenta mirada, me contagio su curiosidad y observamos los portones viejos, las grandes ventanas, las paredes descoloridas por las lluvias, por el sol y por el tiempo. Rompió su silencio y me dijo que este lugar no había cambiado mucho, que todo era casi igual a pesar que regresaba después de muchos años. Por su comentario sentí que le traían muchos recuerdos de la época del colegio, nuevamente se quedó callada. La miré, una sonrisa acompañaba su silencio y sus recuerdos. Dejé que se consumiera en su pasado y en sus recuerdos.

Volvimos a caminar y me indico por dónde ir, no sabía dónde vivía pero me dejaba llevar, cruzamos los arcos de la Plaza La Libertad y caminamos rumbo al cementerio. Un camino lleno de silencio y soledad, flanqueados por árboles y un poco oscuro, debido a la poca iluminación artificial. Solo nos alumbraba un poco de luz de la luna llena que el tupido de los arboles dejaba pasar. Nos adentramos en la oscuridad sin temer a nada y entregados a nuestra conversación. Se detuvo casi en el lugar donde los cobarrianos habían plantado los árboles para el cortamonte, frente a la piscina municipal, y señalándome al lado contrario, al jirón Olaya, me dijo que vivía a unas cuadras. Me hizo entender que no quería que le acompañe hasta su casa, caminamos despacio y nos detuvimos en una esquina. Yo me recosté en una pared y pude ver una hermosa casa que tenía una chimenea y un enorme árbol de pino en el jardín. Antes había pasado por ahí pero nunca le había prestado atención, ahora estaba frente a esa casa y podía ver los detalles de su hermosa arquitectura. Ella se ubicó frente a mí y gracias a los rayos del plenilunio que reinaba el cielo pude contemplar de más cerca su hermosura, su piel blanca, sus delgados labios color rosa fucsia, sus cabellos negro azabache, largos y ondulados que a veces jugaban con el viento. Creo que muchas veces se daba cuenta que la observaba y avergonzada sacaba su cautivante mirada a otro lugar.

Nos olvidamos del tiempo y pasamos muchas horas conversando y contándonos tantas historias de nosotros, tantas anécdotas como minutos que el tiempo contaba y no perdonaba. Ya era de madrugada y hacía frío, ella llevaba puesto una chompa y un chaleco. Entumida, tenía los brazos cruzados y de vez en cuando se frotaba sus antebrazos tratando de darse calor. Yo le ofrecí mi casaca y ella acepto, yo me sentía muy bien con su compañía y no quería que esto acabe, ella acepto mi casaca y asumí que tampoco quería irse. Era un momento mágico que quería detener, pero no podía. En nuestra conversación le pedí para bailar, ella me dijo que no podía porque no tenía la vestimenta, le dije que no se preocupara, que solo necesitaba sus zapatos, que yo le daría lo demás, me dijo ¿Cómo? Le explique que mi mamá tenía varias vestimentas y le pediría prestado. Ella acepto con dudas, me di cuenta de su incertidumbre y volví a preguntarle y me dijo que había otro problema, que pertenecía a una religión cristiana y que no aprobarían que baile, pero de todas maneras le preguntaría a su Pastor. Yo feliz le hice un gesto de agradecimiento y ya cerca de las tres de la madrugada me dijo que tenía que irse, antes nos pusimos de acuerdo para vernos a las once de la mañana en el mismo lugar donde estábamos. Me acerque y le di un beso en la mejilla, pude sentir su piel gélida. Me miro y sonrío. Me devolvió mi casaca y nos despedimos. Me quede parado y poco a poco se perdió en la oscuridad, yo regrese por el mismo camino, lleno de alegría. Esa madrugada me olvide de mis amigos que seguramente se encontraban en algún lugar divirtiéndose como de costumbre. Yo me fui alegre a dormir y aunque no tenía sueño, esperaba ansioso que pronto amaneciera.

La mañana era radiante, el cielo era completamente azul con pocas nubes. Los cantos de las aves alegraban el día y mi corazón latía cada vez más cuando me acercaba al lugar del encuentro. Pude verla que venía desde la otra cuadra, con la luz del día era más hermosa. A lo lejos me regaló una sonrisa y yo le recibí con un beso en su mejilla. Caminamos rumbo al cementerio comentando sobre la noche anterior y después me dijo que muy temprano había visitado a su Pastor para decirle que tenia deseos de bailar y quería su permiso, el Pastor le contesto que Dios ni la religión no le prohibía bailar, con las enseñanzas que recibió, ella debería saber qué actos debe prohibirse, y si estaba segura de no cometer ningún pecado, podía bailar. Yo la vi animada y ahora si estaba segura que bailaría conmigo. Me alegre mucho.

Ingresamos al cementerio y nos dimos tiempo para caminar por todos los rincones, estaba llena de soledad, tranquilidad y sosiego. Ingresamos a uno de los pabellones antiguos para ver las tumbas. El tiempo parecía retroceder y se sentía algo gélido. Sentí que ella se me acercó más, comprendí su miedo, porque cambió hasta su manera de hablar, con un tono más bajo y con algo de temor. Pero no había mucho que decir, éramos solos los dos rodeados de soledad y de tumbas. En un momento dejamos de caminar para leer los nombres y las fechas de las placas de los nichos, mirábamos por todas partes y por ahí nuestras miradas se encontraron, nos quedamos prendidos de nuestras miradas sin decirnos nada. Sentí algo mágico al contemplar fijamente sus ojos, como si podía sentir su ser interior. Vi como sus pupilas cada vez brillaban más y me sentí atraído. Me acerque de a poco hasta besarla. Ella, al sentir mis labios, cerró sus ojos y se dejó llevar, yo también cerré mis ojos y nos entregamos al fuego de pasión que empezábamos a encender.

Fue un beso largo y tierno, después no fue necesario palabra alguno, nos volvimos a mirar en silencio, sus pupilas brillaban aún más, nos regalamos una tierna sonrisa y sellamos nuestro sentimiento con un fuerte abrazo. No la solté y ella recostó su cabeza meciéndose en mi hombro, mi corazón latía más casi al ritmo de una tonada de carnaval de una banda que se escuchaba a lo lejos. No recuerdo cuanto tiempo estuvimos así y dentro de ese pabellón, pero salimos tomados de la mano y con una felicidad plena. Era hora del almuerzo y deberíamos regresar, ahora si la acompañé hasta su casa y quedamos para vernos al día siguiente.

En la tarde, busque la oportunidad para conversar con mi mamá y pedir prestado su vestimenta, al comienzo se negó aduciendo que se ensuciaría de barro porque llovía mucho. Prometí cuidarlo y a las finales accedió, me dio a escoger y elegí lo mejor que tenía. En la noche me encontré con mis amigos, lleno de felicidad les conté que ya tenía pareja para bailar, pero no les dije quién era.

Al día siguiente, por la mañana fui a su casa, por primera vez toque la puerta y pregunte por ella. Salió un poco sorprendida, le dije que le traía el atuendo y se alegró, me sonrió y me dijo que regresara por la tarde, que tenía que arreglarse. Me despidió rápido, pero yo feliz. En la tarde, ya cambiado con mi terno fui a recogerla, cuando salió, se presentó reluciente con el atuendo típico de una jaujina, haciendo gala que la mujer jaujina es muy hermosa, me quede pasmado por un instante, reaccioné con una sonrisa y con palabras de halagos y nos fuimos al barrio La Libertad. Esa tarde nos conocimos más, empezamos a coordinar nuestros movimientos, al comienzo algo burdo pero poco a poco fuimos refinando hasta llegar a dibujar alegres y carnavalescas coreografías al estilo jaujino y al ritmo de la banda de músicos. Las horas pasaban y cada vez eran más intensas el derroche de gala de las parejas, al igual que nuestro sentimiento, que cada vez se estrechaban más, incluso cuando la banda de músicos dejaba de tocar, nosotros nos perdíamos entre la multitud de los bailantes sin soltarnos de la mano. Cuando la noche ya cubría la fiesta, nuestro amor relucía destellante, gracias a su hermosa mirada, a su cautivante sonrisa y a sus besos apasionados que le robaba de vez en cuando.

Y así, fueron varias veces que bailamos en diferentes barrios, puedo decir que ese año fue la mayor cantidad de cortamontes que baile, siempre con ella. Incluso me pase del tiempo de mi estadía y vacaciones, pero no importaba, el amor que había encontrado me hacía olvidar todo, era feliz y era lo único que me interesaba. Nos volvimos inseparables, todos los días nos veíamos, y cuando no había cortamonte, solíamos pasear por el parque o por el campo, incluso desafiando a la lluvia. Y en las noches, si no caminábamos por la plaza o por los jirones Grau y Junín, nos internábamos en un terreno lleno de árboles que había frente a su casa. Con la luna de testigo que nos daba un poco de luz y confundidos entre la oscuridad y la vegetación, nos entregábamos a nuestras caricias, todo al natural y a veces algo prohibidas. Cuando llovía no huíamos de nuestro idilio, al contrario, muchas veces hasta sentí como las gotas recorrían su cuerpo y como desaparecía con el calor que nuestras caricias emanaba. Pero como todo acaba, también la noche y con ella, se iba el fuego de nuestra pasión, y regresábamos a casa.

Pasaron semanas y ya habían terminado los carnavales, y un día le pregunte algo preocupado, ¿Cuándo viajas a Lima? Ella me respondió: viajo cuando tú regresas a Lima. Me sorprendió su respuesta, la mire a sus ojos y pude ver amor, me emocione, la bese y la abrasé con todo mi fuerza. Entonces no tenía caso quedarnos más en Jauja y decidimos regresar a Lima.

Cambiamos las mañanas tranquilas, nuestros hermosos paseos en las tardes por el campo, nuestras noches románticas y apasionadas, nuestras largas conversaciones y las veces que buscábamos alguna estrella fugaz del hermoso e inmenso cielo estrellado de Jauja, por los días agitados de Lima. Nuestros encuentros ya no eran diarios sino a la semana, ya no había noches que podíamos estar juntos, solo en las tardes y un momento de conversación. Yo vivía por el centro de Lima y ella vivía en el distrito de San Juan de Miraflores. Solíamos encontrarnos solo los sábados al mediodía, paseábamos por la Lima Colonial o buscábamos un parque donde conversar y máximo a las nueve de la noche nos despedíamos. Y así nos citábamos cada semana, en el mismo lugar, a la misma hora. Era un pacto sentimental.

En una de nuestras citas, al momento de despedirnos, acordamos encontrarnos en el día de su cumpleaños, quería pasar conmigo y yo encantando acepte. Pero un día antes de nuestra cita, me encontré con unos amigos del colegio y con mucha emoción decidimos reunirnos en casa de uno de ellos, ya que sus padres habían viajado a Jauja y estaba solo. La reunión fue amena y nos quedamos a dormir en su casa. Cuando desperté mire el reloj y de un salto me levante muy preocupado porque era las 11 y 30 de la mañana y debería estar al medio día en el centro de Lima, estaba lejos y no llegaría a tiempo. En esa época ella no tenía celular para llamarla y decirle que me espere, solo me lave la cara rápidamente y salí presuroso a tomar cualquier movilidad. Llegué a las 12 y 15 de la tarde, fui corriendo al lugar donde siempre la esperaba, pero no la vi, camine rápidamente una cuadra más pero no la encontré, regrese para ir hasta la otra cuadra y nada, no estaba. Me desespere, no sabía qué hacer, regrese al lugar de nuestro encuentro y me quede esperando con la esperanza que llegaría. Mi espera fue en vano, caminé hacia la Av. Wilson por si acaso, mirando a todos lados tratando de encontrarla, regrese al mismo lugar y me quede esperándola. Ya el tiempo no me importaba, además no quería moverme de ahí, era el único lugar donde podía ubicarla. Pero después de varias horas, mire mi reloj y era las 5 de la tarde, me di por vencido y decidí retirarme, pero pensando en ella y maldiciendo haber llegado tarde.

En los días siguientes pensé mucho en ella y buscaba la manera de encontrarla porque no sabía dónde vivía, solo quedaba esperar que se cumpla la semana y volver a la hora que siempre nos encontrábamos. Fui como de costumbre, pero no la encontré, espere hasta las 3 de la tarde y nunca llegó. La siguiente semana hice lo mismo, pero solo la espere una hora, tampoco llego. Me retiré triste y abatido, solo sabía que vivía en San Juan de Miraflores, pero como buscarla, es un distrito muy grande y no conocía. A Jauja no iría al menos en cinco meses que acababa el ciclo de la universidad y era mucho tiempo para mi sentimiento. La siguiente semana ya no fui.

El tiempo paso y no pude regresar a Jauja por mucho tiempo, poco a poco la herida de mi corazón se fue cerrando al punto de hacer otra vida. De volver a enamorarme de otra mujer, supongo y estoy seguro que ella también hizo lo mismo. Los años pasaron, pero siempre hay momentos, como ahora que es tiempo de carnaval, que me recuerdo de ella. Entiendo que el amor entre nosotros acabó, aunque nunca nos dijimos personalmente que nuestra relación sentimental se daba por terminado. Sé que algún día, no sé cuándo ni dónde, sé que me encontraré. Ahí capaz tendré la oportunidad de explicarle lo que sucedió y también de terminar ese amor, que el tiempo ya se encargó de curar y también para cerrar un capítulo de mi vida.

Lo que en su momento fue algo hermoso e intenso, ahora solo es un hermoso recuerdo de un amor en carnaval y solo deseo que cuando la vuelva a encontrar, que sea en carnavales y en Jauja.

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13 de febrero de 2018

El Manshu, costumbre del carnaval jaujino

Parte de nuestro tradicional carnaval jaujino, como es la traída de monte, junto con el sombrero de paja, la ushcata, la huajla, la tinya, la chicha de jora, el tradicional puñal (un trago de caña pura); también es tradicional, el “Manshu”.

El Manshu es una mezcla de varios licores completados con la chicha de jora que el padrino prepara con antelación al día de la traída de monte. Algunas veces se le agrega pepas de rocoto y hasta orines para hacerle temida por los invitados y hacerle beber a la persona castigada. El Manshu es un castigo y a veces, es también un juego que se aplica a quienes infringen alguna ejecución de la costumbre, como carecer de alguna indumentaria, uso de la manta sin las características jaujina, mala posición de la manta, no llevar manta o sombrero, llegar tarde, no ayudar, ser groseros, etc.

Los allegados o familiares del padrino son los que tienen la botella con el Manshu y van observando a los invitados o “cuellos”. Si alguien no cumple con la tradición, al grito de ¡Manshu!, se abalanzan sobre el castigado, a quien se le sujeta los pies y los brazos estirados en "X". Cuando el castigado pone resistencia y no abre la boca, le aplican el pulso (le aprietan su miembro viril) y le introducen un chupón en la boca y ahí le obligan a beber la botella llena de la mezcla de licor.

La costumbre antigua dice que, el primero en ser castigado es el padrino "disque" por haber tumbado el monte, luego dicen que es el turno de los huajleros por no tocar bien y así, sucesivamente, van cayendo uno a uno, quienes rompen la tradición y el buen comportamiento. Cualquier motivo, es motivo para el Manshu.

Ya saben, a tener cuidado y a comportarse bien.

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8 de febrero de 2018

Comadres y Compadres, la fiesta de la Mayordomía en Paca – Jauja

El jueves, “Día de las Comadres”, arriban a la plaza principal visitantes para celebrar tan conmemorativo día. La concentración para el juego de carnavales se desarrolla en la alameda del distrito. Muchos turistas se congregan para disfrutar de un día esplendoroso; de donde se dirigen para jugar con las aguas del río “Mayupata” mientras tanto los señores Mayordomos que son en número de nueve hacen los preparativos para salir a la plaza donde se les hace entrega de las ceras en el acto llamado ”cera marquitay”, que consiste en el reparto o entrega de algunas arrobas de cera a cada Mayordomo que es el producto acumulado durante el año que los fieles han encendido en los veladores del Señor de Ánimas de Paca.

Cuando llegan a la plaza anuncian con quema de cohetes y juegos artificiales; de inmediato se reúnen en el local comunal del pueblo para acordar los últimos detalles de la fiesta. Al término de esta reunión cada uno esperan, ansiosos, sus respectivas bandas de músicos en la puerta de la iglesia a cuya llegada se escucha el tañido de las campanas, el estallido de bombardas y cohetes quiebran el silencio del pueblo; el viento se esparce a los rincones el tono clásico e inconfundible marcha diestramente interpretada por la banda de músicos.

A la llegada de todos los conjuntos empieza la verdadera fiesta con la música de fondo, “La Pachahuara” (pacha=tierra, huara=amanecer), danza típica con estilo propio y ritmo melancólico, es sinónimo de agradecimiento a la madre tierra por las cosechas anuales que provee a todos los comuneros, por ello se rinde homenaje a la tierra que fue bendecida por el Santo patrón Señor Animas de Paca. Durante toda esa noche bailan al son de esta música; los varones visten ponchos color blanco con algunas franjas, sombrero y un puro en la mano; las damas lucen amplias faldas o “cachemiras” de color negro, monillo blanco, mantilla de variados colores, sombrero blanco y un puro. Así durante toda la noche, acompañados con él “quemado” o licor casero, elaborado con hierbas silvestres para soportar el intenso frío, danzan reiteradas veces al contorno de la plaza deteniéndose solamente de rato en rato para saborear “el quemado”. El festivo ambiente se torna cada vez más grande con mayor número de parejas que se aúnan tomándose la fiesta más dinámica hasta llegar a un clímax efervescente, esta fiesta maravillosa en la que parientes, amigos y vecinos en general, entre salud y salud, sienten acrecentar la amistad y acentuarse más el calor y la emoción del reencuentro, hasta sentirse rendidos.

Se cuenta que durante toda la noche el Señor de Paca baja de su altar para danzar la Pachahuara. Este hecho es de conocimiento del despensero que, para el efecto, viste con las mejores prendas al santo: un poncho tejido con finas lanas, lleva también un puro y un bando que cada año obsequian sus devotos.

Al día siguiente muy temprano, hacen todos los aprestos para continuar con el rito donde servirán al público asistente los platos típicos como “puchero” “locro” y el delicioso pan “Jalay”; vestidos con el atuendo típico; al compás de la Pachahuara hacen su ingreso los Mayordomos llevando los potajes ya mencionados, todo adornado con serpentinas y globos. Los acompañantes así familiares, amigos e invitados portan la bandera peruana en sus sombreros; acompasados con huapeos colocan los peroles en la puerta de la iglesia donde el público espera impaciente haciendo largas colas para recibir el locro o puchero así como el pan jalay no sin antes los señores Mayordomos hacen bendecir la comida por el sacristán del lugar. Ya por la tarde, los comuneros realizan un juego ancestral llamado “El Chuicash o Chuecash”.

El día sábado de carnaval por la tarde en el atrio de la iglesia Matriz de Paca se realiza la sucesión del cargo de la Mayordomía. El Mayordomo saliente se despoja de su banda y le coloca al Mayordomo entrante, es así como se realiza el cambio de cargo con mucha devoción al Señor de Paca y demostración de alegría mediante un “baño de cerveza”. Luego acompañado de su esposa o persona con quien hará pareja el año próximo, encabeza un desfile alrededor de la Plaza para ser reconocido por los asistentes como el nuevo Mayordomo, persona que tendrá a su cargo realizar la festividad de la Mayordomía.
Fuente: Municipalidad de Paca

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6 de febrero de 2018

Fiesta del agua en honor al Señor Animas de Mayupata – Jauja 2018

¿Cruzar un río una y otra vez, a las cuatro de la madrugada, en época de invierno y que se encuentra en la sierra central, a unos 3,370 msnm? Muchos dirán que es una locura. Igual yo pensaba. Pero no es así, si vives esta experiencia ancestral, mágica y religiosa que solo se realiza en Jauja, una vez al año.


Te dejarás envolver por la magia de un nuevo amanecer, escuchando las melodías de las bandas de músicos, la alegría de los pobladores y el sonido de las corrientes del río. Bailando, cruzando una y otra vez, jugando con el agua, harán que no sientas frío, solo éxtasis. Es una experiencia que no se puede explicar al detalle las emociones que se siente. Solo lo comprenderás, cuando lo vives en carne propia.

Y así, el próximo viernes por la noche, en la capilla del Señor de Animas de Mayupata que data de 1786 y construido con adobe de tierra rojiza, techo de teja roja a dos aguas, de estilo colonial, con una sola torre donde se encuentra un campanario y a ambos lados de la puerta se muestran dos cruces de madera, se reunirán los pobladores del anexo de Huasquicha, distrito de Pancan, turistas locales y feligreses para participar de las festividades en honor al Señor de Ánimas de Mayupata, patrón de Huasquicha. Los pobladores se congregan y bailan a ritmo de la Pachahuara, bebiendo los “calientitos” para contrarrestar el frío. Del mismo modo, en el distrito de Huertas se reunirán en el barrio de Santa Ana. Ambos pueblos, para participar en el tradicional “encuentro” que se realizará en el rio, en la madrugada.
El sábado en la madrugada, se inicia el tradicional encuentro (tinkunakuy) en las orillas del Yacumayu (río Yacus). Los comuneros, pobladores e invitados de Huasquicha (Pancan), y Santa Ana (Huertas) se dirigen bailando a las orillas del río Yacus con sus respectivas bandas de músicos, y se encuentran frente a frente, divididos por el río. Al promediar a las cuatro de la madrugada, bailan y compiten en armonía cruzando el río con todo y ropa, una y otra vez hasta el amanecer, desafiando las corrientes y baja temperatura de las aguas del río. La fe de la gente ante el Señor de Ánimas de Mayupata y Señor de Ánimas de Agonía es grandiosa, pues dice la tradición y la costumbre que bañarse en el río Yacus, al son de una banda de músicos y de madrugada, es muy milagrosa y cura los males de todos aquellos que se atreven a cruzarlo. De allí que el acto es masivo y con honda fe religiosa.

De este modo, con mucha algarabía, se da inicio a la fiesta del carnaval, la fiesta del agua, y al compás de la “Pachahuara” (el amanecer de la tierra), que es una danza que se remonta a la época de la esclavitud y que consta de dos partes; la primera es la “Pasión”, de tonada sentimental y compás muy lento que bien puede interpretarse como sufrimiento del negro y la segunda, el “Pasacalle” de tono más alegre y más rápido que se puede entender como la liberación de la esclavitud. Las dos bandas de músicos de cada pueblo tocan sin parar frente a frente en la ribera del rio hasta el amanecer. La banda de músicos que deja de tocar por cansancio, pierde y la otra banda de músicos le toca la marcha fúnebre sellando su triunfo y dando por finalizado el encuentro en el río Yacus.


La fiesta del agua, cumple una función social de armonía, es el tradicional encuentro entre dos pueblos coyunturalmente antagónicos, así como el encuentro de los caporales de ambos bandos intercambian ramos de flores en medio del río en señal de paz, incluyendo el arrojo de flores a las aguas del rio Yacus. Es un rito ancestral, mágico y religioso que rinde culto al agua y la fe al Señor de Animas de Mayupata y que se realiza a los pies de la cola del Amaru, en el lugar llamado Paucar – Pariaj (Huasquicha y Huertas).
Foto: Alexis Huaccho y Handrez Garcia

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2 de febrero de 2018

HISTORIA DEL CARNAVAL EN JAUJA

Los antecedentes más importantes del Carnaval Jaujino se remontan a los inicios del siglo XX.

Dentro las fuentes escritas que encontramos están el diario El Porvenir, que se publicó de 1908 hasta la década de los sesenta del siglo XX. Como se sabe, la colección más completa que había de El Porvenir se encontraba en la Iglesia, aunque en un gesto de severo desprecio por la historia y cultura de Jauja, ésta fue arrojada al río Yacus y quemada en su integridad en la década de los noventa del siglo pasado. La importancia de este periódico en la historia de Jauja es evidente, prácticamente es la memoria contemporánea de la ciudad y la provincia, ya que dio cuenta de muchos sucesos y acontecimientos de importancia, en este caso, noticias sobre eventos sociales y de cultura popular. Felizmente, una colección importante, aunque incompleta, se encuentra en la Colección Peruana de la Sala de Investigaciones de la Biblioteca Nacional del Perú; y otra, en la colección particular que posee el profesor Henoch Loayza, quien rescato una gran colección que quemó la lglesia.

La parte medular de este trabajo se sustenta, precisamente, en la información que se ha podido recoger de este periódico. Como ya se ha mencionado, nuestro interés principal es indicar en los antecedentes del Carnaval, con el fin de establecer su proceso de cambio, estableciendo los elementos que propiamente dieron origen a la fiesta.

La lectura de El Porvenir de la segunda década del siglo XX, muestra que el Carnaval en Jauja se desarrollaba de una manera distinta a la que ahora conocemos. No la definía la denominada Calistrada que, a pesar que ya se organizaba en estos momentos, su representación era irregular. Hacia 1917, se da cuenta de la existencia del IX Calixto, por lo que suponemos que la Calistrada en Jauja, como tal, se inició en 1908. En consecuencia, hacía la segunda década del siglo XX no había tomado fuerza este componente del Carnaval, como si lo haría hacia mediados del mencionado siglo.

Tampoco hay evidencia del Cortamonte, hoy por hoy el componente por excelencia del Carnaval. Lo que en estos momentos definía una celebración del carnaval en Jauja era otra cosa. En una noticia aparecida el 4 de febrero de 1918, en este periódico, se da cuenta de lo siguiente:

"Según nuestros informantes hay gran entusiasmo en nuestros mejores círculos sociales por asistir a los bailes de fantasía, que se organiza con toda actividad, para las noches de carnestolendas.

Según referencias que tenemos dichos bailes se verifican en las noches del domingo y martes en las casas de dos conocidas familias de esta ciudad; y en la del lunes, en el chalet Margot. Oportunamente iremos informando a nuestros lectores, de los detalles que conozcamos de estas fiestas que vienen a sacudir nuestra sociedad de la vida monótona y triste que desde hace algún tiempo se lleva desgraciadamente en Jauja".

En otra nota aparecida el 9 de febrero del mismo año se informa:
"Es grande el entusiasmo que se nota en nuestros mejores círculos sociales por asistir a los bailes que tendrán lugar durante las noches de Carnaval y que han sido organizadas por un grupo de distinguidos caballeros.

Según nuestros informantes, el primero de dichos bailes se efectuará en la noche en la casa de la familia del señor Luis Bardales; el segundo organizado por el mismo grupo, tendrá lugar en la noche del martes en la casa de la familia del señor Lorenzo Wissar.

Igualmente sabemos que un grupo de señores y señoritas, al que se ha asociado, otro de caballeros proyecta una velada para el día siguiente, la que se verificará en casa de una de las familias de Jauja".

Esto quiere decir que, propiamente, lo que caracterizaba a los carnavales en Jauja hacia la segunda década del siglo XX, eran unos bailes en Salones. El baile que se anunciaba en las páginas del El Porvenir, inició a las 9:30 de la noche y se desarrolló de la siguiente manera:
"Después del saludo de estilo, se puso la primera cuadrilla, que fue bailada por veinte parejas, jugándose con serpentinas, chisguetes y olores, en medio de gran alegría, entusiasmo, animación, que no decayeron un solo instante entre el derroche de gentileza y atenciones de la familia Bardales Ordoñez.
El baile se efectuó en dos salones y el entusiasmo de las personas que gozaron de él, podemos decir sin temor a pecar de exagerados, que era indescriptible (...) Terminada la primera cuadrilla, se libaron dos copas de champaña y en el transcurso de la hermosa soireé, las cenas generosas, dulces y confituras, restauraban las fuerzas de la distinguida concurrencia. "

No hay evidencia desde cuando se hubiera establecido en Jauja una costumbre de esta naturaleza. En 1916 y 1917 no hemos encontrado evidencia, en las páginas de este periódico, de este tipo de actividades en la ciudad, aunque con el detalle de que:
"Sin el entusiasmo y la alegría de años anteriores han transcurrido los días de carnestolendas, pues han sido muy contadas las casas donde se ha jugado, quedando el juego circunscrito a los granujas y gente de pueblo. En cuanto a matinées y soirées, éstas han brillado por su ausencia, consecuencia sin duda alguna de la aguda crisis por la que atraviesa no solo Jauja sino el mundo entero".

Esto sugiere que, en este momento, una celebración con estas características ya se encontraba bastante difundida. El principal elemento del mismo era, como se aprecia, la soirée. Casi todas las reuniones que se organizaban en la ciudad, sea con el motivo que fuera, tenían como elemento definidor su presencia. Soirée es una voz francesa que, concretamente, se refiere a una reunión y fiesta nocturna de personas de distinción para divertirse con baile o música. Al parecer, en Jauja, específicamente, se caracterizaba por el baile.

El asunto merece resaltarse. Es muy factible de suponer que el baile que se desarrollaba en las fiestas nocturnas, sea el antecedente directo más importante del baile del carnaval, sobre todo cuando su representación se traslade al que se efectuará posteriormente en el denominado Cortamonte. Lamentablemente, no se ha encontrado referencia de qué era lo que se bailaba en estas reuniones.

Fuente: El carnaval jaujino como medio de afirmación de la identidad cultural – Edgar Guillén

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