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Jauja, donde pagan a los hombres por dormir, fustigan a los hombres que insisten en trabajar, los árboles son de tocino y sus hojas de pan de fino. Las calles están adoquinadas con yemas de huevo y lonjas de tocino, asadas y fritas...

18 de enero de 2010

Cultura Tunantera: La Armonía de las Diferencias

Por: Soc. Francisco Núñez Gonzáles

De todos los bailes andino-mestizos del Perú, el baile de la Tunantada, originario del valle de Jauja, congrega personajes emblemáticos de las diferentes etnias, culturas y clases sociales que constituyeron el sistema socio-económico de la colonia en el centro del Perú. Ciertamente la incorporación de estos personajes en la cuadrilla tunantera fue un proceso gradual y con una evolución propia desde inicios de la República hasta las primeras décadas del siglo XX, apreciemos solo en una dimensión, de modo breve y preciso dichos personajes aún vigentes.

Para comenzar, El Príncipe, este altivo tunante, representa al hispano, a la autoridad política Virreinal, pero con un poder económico y una soberanía muy restringida por el poder real de los curacas Xauxa-Huancas.


Cerca de él se distingue La Wanka, quién personifica a la originaria de la nobleza Xauxa, ostentadora de la riqueza curacal, por lo mismo que resulto el personaje social más codiciada por el español.


De singular postura es La Jaujina, quién representa el encuentro de dos mundos, personifica el sin igual mestizaje jaujino, es el fruto de la unión del español con la noble e originaria Xauxa.


Otro personaje consustancial al ser jaujino es El Doctor que simboliza al tinterillo, es hombre culto, letrado, hábil para interpretar las leyes, con gran poder mediador y regulador de conflictos.


Del norte del Virreinato de La Plata procedía El Tucumano, es el arriero, personaje que cumple un rol estratégico en el sector económico y comercial a través del servicio de transportes de mercancías, aportó también con su arte, con la vidala; a este canto de los muleros se le llamó Muliza.


De la región Yunga del Alto Perú procede El Jamille, este mestizo, también comerciante, se desplazaban por todos los confines del Virreinato ofertando sus yerbas curativas.


Los pobladores de avanzada edad también ocupaban un lugar en la sociedad colonial, y están representados por María Pichana y su Viejo, su nombre proviene del quechua Pichay que significa barrer.


Una de las etnias milenariamente vinculadas al Xauxa es el Campa llamado Anti, es el nativo de la selva central, desempeñó también un rol en el circuito económico de la colonia. Habitante proveniente del oriente, de donde sale el sol, Anti es una corrupción del quechua Inti.


De otra parte El Chuto Decente, representa, al originario noble, a los segmentos medios de la sociedad, al que anhela el progreso social, al mestizo emergente, es un personaje emblemático con el que más se identifica al jaujino.


El Huatrila o Chuto propiamente dicho, es el personaje que representa al originario Xauxa, es semejante al Cochinero y al Auquish Kumo de otros distritos de Jauja. Personifica al Hatún Runa, dedicado mayormente a la agricultura y al pastoreo.


Finalmente, La Cuzqueña, es la nacionalidad que representa al Quechua, etnia del incario que también se asentara en el valle de los Xauxas, antes de la colonia.


Todas estas etnias y clases sociales, en lo artístico, se diferencian también por la policromía de su indumentaria, por los diálogos y guapeos que ellos suscitan, por los singulares pasos artísticos que despliegan al son de una bella melodía de un huayno o muliza y no obstante esta complejidad logran armonizar una presentación de conjunto, sin dejar de demostrar un estilo personal marcado por el palpitar individual de cada bailante.


En lo estructural: el orden económico, el equilibrio social, y el modus vivendi para sostener el sistema colonial en el valle de Jauja, tuvo un proceso histórico de singulares características, respecto a otros procesos socios económicos regionales de esa época.


En efecto, la “Armonía de las Diferencias” sin desconocer las contradicciones socio económicas, no es más que la expresión en lo fundamental, por un lado de una mejor distribución de la abundancia generosa que producía el valle de Jauja. Al respecto, aún mediados del siglo XIX era posible disfrutar dicha exuberancia, Manuel Pardo y Lavalle veedor lúcido nos relata en 1859 de este prodigioso del Valle… “Cuatro meses dura únicamente la labor de la tierra… a los cuatro meses se recoge las cosechas más optimas de toda clase de granos, trigo, maíz, cebada, raíces y verduras de todas las clases, recogida las cosechas se invierte lo que haya producido en Fiestas y aguardiente y la tierra y los habitantes descansan los ocho meses restantes”.


Entonces, parafraseando esta realidad histórica diríamos “Mientras Jauja Danza la Providencia hace la Labranza”.


Por otra parte, la tenencia de la tierra, distribuida gran parte en manos de los curacas, comunidades campesinas, medianos y pequeños propietarios, es decir el usufructúo de originarios, mestizos, españoles y otros foráneos de esa enorme parcelación de la propiedad, posibilitó una convivencia sin extremas desigualdades y exclusiones.


La historia colonial viva de Jauja en su esencia sigue recreándose en el baile de la Tunantada, como se percibe, esta expresión cultural y artística, tiene sus raíces en esa peculiar económica, que soportó una sociedad de relativa concordia; situación que ulteriormente, desde la etapa republicana, se creó y generó un fuerte sentimiento por ese pasado nada traumático, nada desgarrador en la construcción social de Jauja.


Por ello, la Tunantada, es esa “Armonía de las Diferencias” que se añora, y al recrearlas en el mundo de las imágenes y del arte, se vive intensamente; por lo mismo que, los bailantes asumiendo indistintamente diferentes actores económicos, sociales y étnicos mantienen una identificación con el personaje que representa a esa sociedad colonial que se fue, mundo colonial que igualmente constituye una raíz fundamental de nuestra identidad.


Concluyendo, la tunanta tiene un valor cultural que nos enseña a ejercer nuestro derecho de ser diferentes en armonía, respetando al individuo, tolerando que él sea como es y no como uno deseara que sea.


En una sociedad donde la moral está en extinción, estos valores tunanteros, como en este caso “Armonía de las Diferencias”, no solo debemos recrearlos en el plano de la abstracción y lo estético, deben igualmente servirnos como conceptos operativos para coadyuvar a resolver conflictos que se suscitan entre las personas, en el hogar, en la comunidad y del mismo modo puede usarse como un eficaz recurso para fomentar la democracia en toda su extensión.


Entonces, la enseñanza es no anular las diferencias sino más bien armonizarlas de modo que confluyan, hagan sinergia en un camino, en un objetivo, en un proyecto compartido.


En consecuencia, para el éxito de la gestión corporativa, no hay que buscar un escenario de igualdad, ni ocultar los conflictos, ni las diferencias, más bien descubrirlas, reconocerlas y fomentar su armonía.


Por ello, el arte de un buen líder, entre otras virtudes, es saber articular diferentes sueños, necesidades, y prioridades, es lograr la estabilidad de un sistema que satisfaga la prosperidad común.


Reiterando, en el baile de la tunantada no sólo cada personaje es diferente al otro, cada bailante es también diferente para un mismo personaje, sin embargo esa heterogeneidad encuentra el gozo y la armonía en el son de una sola melodía tunantera.


Estas reflexiones que venimos llamando, desde hace algún tiempo “Cultura Tunantera”, contiene una fuente inagotable de valores: filosófico, social, estético, ético y moral, como “Armonía de las Diferencias”.


Por ello, mal se dice, porque mal se ve, cuando se afirma que la tunantada es simplemente baile y licor o como decía una dama asistente con copas dentro, refiriéndose al último Festival Tunantero por el 3er. aniversario de la Asociación de Instituciones Tunanteras residentes en Lima-ADIT, “esto se está convirtiendo en una mina” especulando, seguramente, sólo el movimiento económico que estos eventos genera más en Lima que en Jauja.


En efecto, el empeño debe centrase en develar estos contenidos, estos valores, estos neuro conceptos que habitan en el inconsciente del Xauxa, que están ocultos tras la externalidad de las fiestas, de los bailantes y en toda la expresión cultural y artística del exuberante Mundo Xauxa.


La intención de este rescate cultural es revalorizar y practicar esos conceptos, fortalecernos culturalmente para promover ciudadanos con una enraizada identidad, de modo que con personalidad propia, se contribuya a visionar y edificar un Perú en armonía, respetando las diferencias, trenzando sentimientos, sueños y tareas para un gozo común, como nos ilustra el baile de la tunantada.

FNG/ versión final.
Enero/2009
Pacoxauxaperu@yahoo.es

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