María Julia;
gracias por todo, siempre;
por el niño que sembraste en mí,
un niño de pan, de sol y lluvia;
un niño de río, caminos y piedras;
un niño de música, traída y cortamonte.
Julio César Dávila - Mendiola W.
elhalckon@gmail.com
gracias por todo, siempre;
por el niño que sembraste en mí,
un niño de pan, de sol y lluvia;
un niño de río, caminos y piedras;
un niño de música, traída y cortamonte.
Julio César Dávila - Mendiola W.
elhalckon@gmail.com
“(...) y no hace falta decir en este momento, que me siento muy feliz de haber nacido en Jauja, en WaranKayo, su emblemático barrio, mi tierra santa, la que me vio nacer, la que ha labrado toda mi infancia con sus bellas costumbres de la mano de mamá; con aroma a leña, a fuego y a ceras en sus labranzas, con la abundancia de sus comidas de casa y la alegria de su gente en sus shajteos; con la música de su hermoso carnaval, sembrando algo especial en mí... y que ahora florece; basta con escuchar algunos tonos para sentirme nuevamente niño, para sentir lo inagotable en un día de traída, de parar nuestro propio arbolito, y en uno de cortamonte, de esperar quizá algún regalo por ahí tiradito.
Escuchar el huaynito de WaranKayo, es volver a repasar nuevamente toda nuestra vida, toda mi Vida hasta el menos infinito, y nos prepara para todo lo que tiene que venir, hasta el más infinito. Es definitivamente WaranKayo la tierra que configura día a día mis sueños y mis proyectos; la de mi felicidad cotidiana, la de mi alegría infinita.
¡Oh, barrio de WaranKayo! Tu esencia primordial es alma labrada con sabiduría en mí; mas las tres cuartas partes de todas mis alegrías en la vida te los debo a ti, Señor de WaranKayo, a tu tierra, a tu gente, a tu música, a tu baile de cortamonte, a tu aire, a tu cielo. (...)”
Escuchar el huaynito de WaranKayo, es volver a repasar nuevamente toda nuestra vida, toda mi Vida hasta el menos infinito, y nos prepara para todo lo que tiene que venir, hasta el más infinito. Es definitivamente WaranKayo la tierra que configura día a día mis sueños y mis proyectos; la de mi felicidad cotidiana, la de mi alegría infinita.
¡Oh, barrio de WaranKayo! Tu esencia primordial es alma labrada con sabiduría en mí; mas las tres cuartas partes de todas mis alegrías en la vida te los debo a ti, Señor de WaranKayo, a tu tierra, a tu gente, a tu música, a tu baile de cortamonte, a tu aire, a tu cielo. (...)”
siempre es agradable poder leerte y me encanta el cariño q sientes por tu hermosa tierra que siempre estes bien
ResponderBorrarcarmen
Hector es cierto lo que escribes en este relato me imagino como correteabas tras los arboles que iban a hacer plantados para luego ser adornados y tu viendo todo lo que colgaban para luego tirarte y coger lo que mas te agradaba, esa niñez es inolvidable.
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