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Jauja, donde pagan a los hombres por dormir, fustigan a los hombres que insisten en trabajar, los árboles son de tocino y sus hojas de pan de fino. Las calles están adoquinadas con yemas de huevo y lonjas de tocino, asadas y fritas...

1 de febrero de 2009

Esto es Jauja

Era la noche del 23 de Enero, me aprestaba para salir al terminal terrestre de Yerbateros. Había decidido viajar de manera informal porque no sabía la hora exacta que terminaría de trabajar. Al llegar, encontré diversidad de empresas de transportes que ofertaban sus mejores precios y comodidades.

El viaje fue sin contratiempo. Como nunca, pude dormir casi todo el trayecto, solo me desperté dos veces; y a las cinco y media de la madrugada cuando el cobrador gritaba: ¡Jauja, Jauja, quienes bajan en Jauja!… No llevaba mucho equipaje y no tuve problemas en bajar rápidamente del ómnibus. Me abrigue, porque una suave lluvia me recibió junto a los pocos mototaxis que esperaban la llegada de los pasajeros. Me animé a caminar bajo la lluvia para contemplar como la oscuridad azulina se desvanecía en el cielo; dentro de poco, la luz del día ganaría la batalla diaria a la noche. Caminé por la calle Bolívar, aquella callecita, que siempre me brinda su paso cuando me recibe con alegría y me despide con tristeza, consuelo y con un pronto regreso. Son tres cuadras de caminata lleno de recuerdos, mirando las viviendas que aún mantienen el estilo clásico de la época colonial. Los techos de teja y las paredes de adobe descoloridas por las lluvias y el paso del tiempo; casi nada cambia, solo el tiempo y nosotros. Mi caminata termina frente a un portón grande de madera, empujo para ingresar, un patio grande y principal me espera y de ahí a un costado, otra puerta de madera antigua me aguarda. Había llegado a la casa que una vez me cobijó permanentemente hasta los 18 años, ahora solo sería por algunos días. Al ingresar encontré los abrazos cariñosos de mis padres, un beso tierno en la mejilla de mi mamá hizo que mis ojos se cristalicen con lágrimas producto de la emoción. Más tarde, desayunamos el tradicional Yacuchupe; en la mesa había panes de huevo y de bollo que endulzó mi paladar, aprovechamos para contarnos al detalle nuestras novedades; al escuchar a mis padres, miraba en sus rostros el pasar del tiempo, seguro que ellos también me notaron algún cambio con su mirada silenciosa mientras hablaba. Mi papá me dijo que me encontraba bien, que estaba más agarrado.

Cuando venia en el ómnibus había decidido dedicar el día sábado a mis padres, conversar más tiempo, almorzar juntos y llevarles a la fiesta. Era el festival de la Tunantada y un buen motivo para asistir. Le propuse mi plan y accedió al igual que mi mamá. Todo decidido nos preparamos para la tarde, pero a ultimo momento mi mamá cambió de parecer y decidió bailar, salió presurosa de casa para alquilar su vestimenta de Wanka. Me emocionó su decisión porque demostró que por ahora esta repuesta en su salud después de mucho tiempo de dolor. Nos despedimos para encontrarnos en la Plaza.

Cerca de la Monumental Plaza de Yauyos, la multitud hacia dificultoso nuestro ingreso, era el Festival de la Tunantada y era imposible perderse. Ingresamos y decidimos ubicarnos cerca del estrado, se trataba de escuchar las mejores melodías de las orquestas y admirar las cualidades excelentes de los danzantes. Desde un toldo podría haber sido difícil observar a los Chutos tratando de ganarse la simpatía del público con su picardía; la vestimenta elegante de la Jaujina con el levantar de su pollera, dejando lucir sus blancas enaguas; la riqueza imponente de la mujer Wanka con sus pecheras de monedas; al majestuoso Príncipe con su porte aristocrático y al Argentino haciendo chasquidos con sus espuelas y látigos, arrieros de tiempos pasados. Todos marcaban diferentes pasos al ritmo de una sola melodía, una particularidad que se distingue de otras danzas.

Le brindé a mi papá unas cervezas, emocionados y rodeados de muchas personas, fue propicio para disfrutar del festival e intercambiar conocimientos, él no es yauyino pero sabe de tunantada y conoce la melodía. Años pasados tuvo a cargo la presidencia del barrio Centro Rosario de Paca y tuvo que lidiar para seleccionar a los mejores músicos de esa época. Me comento que sabe inspirarse, que escribió sobre el Panzuli –mi hermano-, pero lo tiene guardado porque aún la memoria esta fresca. Que tiene las letras y música de un huayno y que solo falta encontrar una orquesta que la interprete. Igualmente, le comente mi afición literaria y mis proyectos en camino. Ahora comprendo mas el porqué de la esencia de mi ser.

Anuncian el ingreso de la institución donde baila mi mamá. Le pregunto si sabe donde está, porque es difícil reconocer cuando llevan caretas; me responde que no, pero por su manera de bailar puedo reconocerla, baila de Wanka desde joven y tantos años a su lado ya sé como baila. Después de mirar detenidamente señala y me dice ella es, la que está al costado del Argentino, de color azul, ella es tu mamá. Confío en su acertijo y nuevamente me emociono, pero ahora al verla bailar.

Ya de noche y con lluvia, la gente busca refugio en los toldos de madera y plástico, para nosotros fue propicio para ir a comer. Salimos fuera de la plaza, por las calles aledañas se veían muchos puestos con diferentes comidas humeantes, especialmente de cuy, el carnero al palo, la pachamanca, el pan con lechón y los picarones. Mi mamá quiso comer un plato de cuy y nos llevó donde su casera.

Al día siguiente, me levante temprano, en mi celular había una llamada perdida de Julio, no le devolví la llamada porque tome la decisión de salir fuera de Jauja, quise descansar y que mejor gozar del hermoso paisaje de la laguna de Paca y la luminosidad de sus aguas, busque refugio bajo la sombra de un árbol y disfrute de la tranquilidad, del color verde del campo y sentir el olor fresco de los eucaliptos que me rodeaban. Todo era paz y hermosura en ese lugar paradisiaco. Mas tarde, el sonido de mi celular rompió la tranquilidad de la naturaleza, nuevamente Julio me llamaba, era para invitarme a almorzar acompañando a la orquesta, pero que pase por la casa de Lucho para invitarlo. Regreso a Jauja a buscarlo, recuerdo que estuvimos reunidos hace poco en Navidad, pero parece mucho tiempo para un querido amigo. El encuentro fue emotivo como siempre, con alegría no dudó en brindarme una cerveza de bienvenida. Al rato llegaron Ronald y después Osler, compartimos un momento de tertulia en el patio trasero del Hostal, matizando la conversación con unos boleros de Héctor Lavoe, hasta que una ráfaga de clarinetes y saxofones que venía de una casa continua hizo que apagáramos nuestra música para escuchar ese huayno en toda su dimensión, fue una señal que las instituciones ya empezaban a marchar a la plaza monumental. Una ronda más y también salimos rumbo a Yauyos.

En la plaza se respiraba un aire de despedida, pero aún se derrochaba alegría sabiendo que era el último día de la festividad. Visitamos el toldo de la Institución Tunantera de Huarancayo porque Lucho se había ofrecido dar un brindis y también me animé a tomar la posta para el año siguiente. Fue oportuno para encontrarnos con amigos que también son simpatizantes de dicha institución, formamos un gran ruedo y empezaron los reconocimientos mutuos y correspondidos con invitaciones de cervezas de ida y vuelta, aprovechamos para observar a las otras instituciones que pasaban haciendo el recorrido por el perímetro de la plaza. Hasta que la institución de Huarancayo hizo su arribo al toldo después de la vuelta triunfal por la plaza. Abrazos, felicitaciones y reconocimiento a los directivos de la Institución porque terminaban con éxito la festividad del 20 de Enero, especialmente a Julio por ser un gran amigo y colaborador incesante por mantener y fomentar la cultura y tradición de nuestra tierra. La orquesta luego de un descanso, comenzó a tocar y la cuadrilla empezó a bailar para el deleite de todos nosotros. Contagiado por el jolgorio no pude resistir a invitar a bailar a una elegante jaujina que estaba a mi costado, con la careta que nunca se despojó aumento mi curiosidad hasta el día de hoy. Fue mucho la emoción y el derroche de pasos aprendidos que acordamos bailar de chuto el próximo año. El pacto esta hecho, solo queda refinar nuestro estilo de baile. La noche quedó corta con la fiesta de despedida hasta Huatancama y porque dentro de unas horas regresaba a Lima.

Al despertar, fui a comprar mi pasaje y felizmente pude conseguir, mas tranquilo regrese a casa para ir con mis padres al cementerio y visitar al Panzuli, siempre le llevo presente pero de todas maneras tenía que visitar su morada material y brindarle una oración. De regreso a casa, prepare mi pequeño equipaje y después la despedida de siempre, con abrazos, bendiciones y buenos deseos. Igual les pido que se cuiden y que no se preocupen por mí, que todo esta bien. Antes de partir, observé la carita apenada de mi mamá y el recuerdo de la primera despedida con su bendición viene a mi mente, solo que ahora no hay mucha tristeza porque sabemos que pronto regresaré para el compromiso de mí hermana. Media vuelta y dejo todo atrás, caminando por esa callecita de siempre, que me recibe y me despide, me alejo otra vez. En el trayecto al paradero recordé mi corta estadía y lo bien que disfruté. Sentir del calor sentimental y cuidado de mí familia; la comida deliciosa de mi madre y los platos exquisitos que encontré en la fiesta, la empatía de los amigos haciendo promesas para colaborar en el futuro de nuestra tierra y bailar de chuto, presenciar y bailar una de las fiestas más tradicionales del valle del Mantaro, disfrutar del hermoso paisaje. Si esto no es un paraíso, al menos… estuve en Jauja.

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