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Jauja, donde pagan a los hombres por dormir, fustigan a los hombres que insisten en trabajar, los árboles son de tocino y sus hojas de pan de fino. Las calles están adoquinadas con yemas de huevo y lonjas de tocino, asadas y fritas...

15 de febrero de 2016

El amor en tiempos de carnaval jaujino

Era tiempo de carnaval cuando regrese a Jauja, tiempo en que los jaujinos demostramos nuestra alegría y garbo bailando los tradicionales tumbamontes, una coreografía elegante y romántica que engalana las pandillas en nuestros barrios, tiempos en que muchos de nosotros regresamos a la madre tierra atraído por su magia y su tradicional alegría.

Era la traída de árbol del barrio La Libertad y con un amigo fuimos por la tarde a ver el “Hatun Jilo Shalcuy” (parada de monte) en su plazuela. Nos ubicamos lejos, para no ser víctimas de las féminas que se ensañaban con los hombres empapándolos de harina y desde donde podíamos ver el éxtasis del carnaval que se vivía. Cuando miraba a distintos lugares, pude observar a una hermosa jaujina que no la reconocía, le di un suave codazo a mi amigo para preguntarle quien era, pero tampoco la conocía, nos preguntamos quien era y con un poco de lastima solo atine a observarla hasta que se perdió en la multitud.

Más tarde, cuando la noche había caído y ya habían plantado los árboles, las parejas empezaron a bailar con dirección a la plaza de armas, nos adelantamos unas cuadras para ver la pandilla que encabezaban los padrinos. Entre la multitud de bailantes y espectadores que pasaban, me volví a cruzar con ella y pude robarle una mirada, fue breve porque las personas que venían detrás la empujaban y pasó raudamente por mí delante. Yo me quede mirando a las demás parejas que pasaban bailando y luego seguir a la caravana. Llegamos a la plaza y nos ubicamos frente a la municipalidad para contemplar el jolgorio y la alegría de nuestro carnaval, había mucha gente que bailaba y “guapeaba”; todo era alegría, era tiempo de carnaval.

Entre la multitud nos volvimos a cruzar y pude observarla con más tranquilidad porque las parejas y personas estaban más dispersas, nuestras miradas se congelaron un momento y nos quedamos parados frente a frente, yo solo atine a dar unos pasos más, dejando atrás a mi amigo y decirle tímidamente “hola”, igual, me respondió tímidamente con un “hola”, pero fue suficiente para iniciar una conversación y me presente formalmente, empezamos a caminar, me contó que regresaba a Jauja después de mucho tiempo y su soledad era porque sabía poco de sus amigas del colegio y porque vino de improviso por unos días. Dimos muchas vueltas por el perímetro de la plaza contándonos nuestros pasados y conociéndonos de a poco. Cuando la mayoría de los carnavaleros ya se habían retirado me ofrecí acompañarle a su casa, ella acepto y caminamos por el Jirón Grau rumbo a la plaza Santa Isabel, en el camino me sentía un poco lerdo pero trataba de disimular. Me comentó que siempre esta calle era su camino cuando iba y regresa del colegio y las veces que salía a pasear. De a poco se quedó callada y observó detenidamente los alrededores de la calle angosta, yo detuve un poco mis pasos tratando de sincronizar con su lenta mirada, me contagio su curiosidad y observamos los portones viejos, las grandes ventanas, las paredes descoloridas por las lluvias, por el sol y por el tiempo. Rompió su silencio y me dijo que este lugar no había cambiado mucho, que todo era casi igual; por su comentario sentí que le traían muchos recuerdos de la época del colegio, nuevamente se quedó callada, la miré, una sonrisa acompañaba su silencio y sus recuerdos. Dejé que se consumiera en su pasado.

Volvimos a caminar y me indico por dónde ir, no sabía dónde vivía pero me dejaba llevar, cruzamos los arcos de la Plaza La Libertad y caminamos rumbo al cementerio, un camino lleno de silencio y soledad, flanqueados por árboles y un poco oscuro debido a la poca iluminación artificial, solo nos alumbraba un poco de luz de la luna llena que el tupido de los arboles dejaba pasar. Nos adentramos en la oscuridad sin temer a nada y entregados a nuestra conversación, se detuvo casi en el lugar donde los cobarrianos habían plantado los árboles para el tumbamonte, frente a la piscina municipal, y señalándome al lado contrario, al jirón Olaya, me dijo que vivía a unas cuadras, me hizo entender que no quería que le acompañe hasta su casa, caminamos despacio y nos detuvimos en una esquina. Yo me recosté en una pared y pude ver una hermosa casa que tenía una chimenea y un enorme árbol de pino en el jardín, antes había pasado por ahí pero nunca le había prestado atención, ahora estaba frente a esa casa y podía ver los detalles de su hermosa arquitectura. Ella se ubicó frente a mí y gracias a los rayos del plenilunio que reinaba el cielo pude contemplar de más cerca su hermosura; su piel blanca, sus delgados labios color rosa fucsia; su cabello negro azabache, largo y ondulado que a veces jugaba con el viento. Creo que muchas veces se daba cuenta que la observaba y avergonzada sacaba su cautivante mirada a otro lugar.

Nos olvidamos del tiempo y pasamos muchas horas conversando, tantas historias de ella y mías que nos contamos, tantas anécdotas como minutos que el tiempo contaba y no perdonaba. Ya era de madrugada y hacía frío, ella llevaba puesto una chompa y un chaleco. Entumida, tenía los brazos cruzados y de vez en cuando se frotaba sus antebrazos tratando de darse calor. Yo le ofrecí mi casaca y ella acepto, yo me sentía muy bien con su compañía y no quería que esto acabe, ella acepto mi casaca y asumí que tampoco quería irse, era un momento mágico que quería detener, pero no podía. En nuestra conversación le pedí para bailar, ella me dijo que no podía porque no tenía la vestimenta; le dije que no se preocupara, que solo necesitaba sus zapatos, que yo le daría lo demás, me dijo ¿Cómo? Le explique que mi mamá tenía varias vestimentas y le pediría prestado, ella acepto con dudas, me di cuenta de su incertidumbre y volví a preguntarle y me dijo que había otro problema, que pertenecía a una religión cristiana y que no aprobarían que baile, pero de todas maneras le preguntaría a su Pastor. Yo feliz le hice un gesto de agradecimiento y ya cerca de las 3 de la madrugada me dijo que tenía que irse; antes nos pusimos de acuerdo para vernos a las 11 de la mañana en el mismo lugar donde estábamos, me acerque y le di un beso en la mejilla, pude sentir su piel fría; me miro y sonrío, me devolvió mi casaca y nos despedimos, me quede parado y poco a poco se perdió en la oscuridad, yo regrese por el mismo camino, lleno de alegría. Esa madrugada me olvide de mis amigos que seguramente se encontraban en algún lugar divirtiéndose como de costumbre. Yo me fui alegre a dormir y aunque no tenía sueño, esperaba ansioso que pronto amaneciera.

La mañana era radiante, el cielo era completamente azul con pocas nubes, los cantos de las aves alegraban el día y mi corazón latía cada vez más cuando me acercaba al lugar del encuentro. Pude verla que venía desde la otra cuadra, con la luz del día era más hermosa, a lo lejos me regaló una sonrisa y yo le recibí con un beso en su mejilla. Caminamos rumbo al cementerio comentando sobre la noche anterior y después me dijo que muy temprano había visitado a su Pastor para decirle que tenia deseos de bailar y quería su permiso, el Pastor le contesto que Dios ni la religión no le prohibía bailar; con las enseñanzas que recibió, ella debería saber qué actos debe prohibirse, y si estaba segura de no cometer ningún pecado, podía bailar. Yo la vi animada y ahora si estaba segura que bailaría conmigo, yo me alegre mucho.

Ingresamos al cementerio y nos dimos tiempo para caminar por todos los rincones, estaba llena de soledad, tranquilidad y sosiego, ingresamos a uno de los pabellones viejos para ver las antiguas tumbas, el tiempo parecía detenerse y se sentía algo gélido. Sentí que ella se me acercó más, comprendí su miedo, porque cambió su manera de hablar, con un tono más bajo y con algo de temor. Pero no había mucho que decir, éramos solos los dos rodeados de soledad y de tumbas. En un momento dejamos de caminar para leer los nombres y las fechas de las placas de los nichos, mirábamos por todas partes y por ahí nuestras miradas se encontraron, nos quedamos prendidos de nuestras miradas sin decirnos nada. Sentí algo mágico al contemplar fijamente sus ojos, como si podía sentir su ser interior. Vi como sus pupilas cada vez brillaban más y me sentí atraído, me acerque de a poco hasta besarla. Ella, al sentir mis labios cerró sus ojos y se dejó llevar; yo también cerré mis ojos y nos entregamos al fuego de pasión que empezamos a encender.

Fue un beso largo y tierno, después no fue necesario palabra alguno, nos volvimos a mirar en silencio, sus pupilas brillaban aún más, nos regalamos una tierna sonrisa y sellamos nuestro sentimiento con un fuerte abrazo, no la solté y ella recostó su cabeza meciéndose en mi hombro, mi corazón latía más casi al ritmo de una tonada de carnaval de una banda que se escuchaba a lo lejos. No recuerdo cuanto tiempo estuvimos así y dentro de ese pabellón, pero salimos tomados de la mano y con una felicidad plena. Era hora del almuerzo y debíamos de regresar, ahora si la acompañé hasta su casa y quedamos para vernos al día siguiente.

En la tarde, busque la oportunidad para conversar con mi mamá y pedir prestado su vestimenta, al comienzo se negó aduciendo que se ensuciaría de barro porque llovía mucho, prometí cuidarlo y a las finales accedió, me dio a escoger y elegí el mejor que tenía. En la noche me encontré con mis amigos, lleno de felicidad les conté que ya tenía pareja para bailar, pero no les dije quién era.

Al día siguiente, por la mañana fui a su casa, por primera vez toque la puerta y pregunte por ella; salió un poco sorprendida, le dije que le traía la ropa y se alegró, me sonrió y me dijo que regresara por la tarde, que tenía que arreglarse, me despidió rápido, pero yo feliz. En la tarde, ya cambiado con mi terno fui a recogerla, cuando salió, se presentó reluciente con el atuendo típico de una jaujina, haciendo gala que la mujer jaujina es muy hermosa, me quede pasmado por un instante, reaccioné con una sonrisa y con palabras de halagos y nos fuimos al tumbamonte. Esa tarde nos conocimos más, empezamos a coordinar nuestros movimientos, al comienzo algo burdo pero poco a poco fuimos refinando hasta llegar a dibujar alegres y carnavalescas coreografías con nuestros pasos al estilo jaujino y al ritmo de la banda de músicos. Las horas pasaban y cada vez eran más intensas el derroche de gala de las parejas, al igual que nuestro sentimiento que cada vez se estrechaban más, incluso cuando la banda de músicos dejaba de tocar, nosotros nos perdíamos entre la multitud de los bailantes sin soltarnos de la mano. Cuando la noche ya cubría la fiesta, nuestro amor relucía destellante, gracias a su hermosa mirada, a su cautivante sonrisa y a sus besos apasionados que le robaba de vez en cuando.

Fueron varias veces que bailamos en diferentes barrios, puedo decir que ese año fue la mayor cantidad de tumbamontes que baile, siempre con ella, incluso me pase del tiempo de mi estadía y vacaciones, pero no importaba, el amor que había encontrado me hacía olvidar todo, era feliz y era lo único que me interesaba. Nos volvimos inseparables, todos los días nos veíamos, y cuando no había tumbamonte solíamos pasear por el parque o por el campo, incluso desafiando a la lluvia; y en las noches si no caminábamos por la plaza o por los jirones Grau y Junín, nos internábamos en un terreno lleno de árboles que había frente a su casa. Con la luna de testigo que nos daba un poco de luz y confundidos entre la oscuridad y la vegetación nos entregábamos a nuestras caricias, todo al natural y a veces algo prohibidas. Cuando llovía no huíamos de nuestro idilio, al contrario, muchas veces hasta sentí como las gotas recorrían su cuerpo y como desaparecía con el calor que nuestras caricias emanaba. Pero como todo acaba, la noche también y con ella el fuego de nuestra pasión, y regresábamos a casa.

Pasaron semanas y ya habían terminado los carnavales, y un día le pregunte algo preocupado, ¿Cuándo viajas a Lima? Ella me respondió: viajo cuando tú regresas a Lima. Me sorprendió su respuesta, la mire a sus ojos y pude ver amor, me emocione, la bese y la abrasé con todo mi fuerza. Entonces no tenía caso quedarnos más en Jauja y decidimos regresar a Lima.

Cambiamos las mañanas tranquilas, nuestros hermosos paseos en las tardes por el campo, nuestras noches románticas y apasionadas, nuestras largas conversaciones y las veces que buscábamos alguna estrella fugaz del hermoso e inmenso cielo estrellado de Jauja por los días agitados de Lima. Nuestros encuentros ya no eran diarios sino a la semana, ya no había noches que podíamos estar juntos, solo en las tardes y un momento de conversación. Yo vivía por el centro de Lima y ella vivía en el distrito de San Juan de Miraflores. Solíamos encontrarnos los sábados al mediodía, paseábamos por Lima colonial o buscábamos un parque donde conversar y máximo a las 9 de la noche nos despedíamos. Y así nos citábamos cada semana, en el mismo lugar, a la misma hora. Era un pacto sentimental.

En una de nuestras citas, al momento de despedirnos, acordamos encontrarnos en el día de su cumpleaños, quería pasar conmigo y yo encantando acepte. Pero un día antes de nuestra cita, me encontré con unos amigos del colegio y cuál sería la emoción que decidimos festejar nuestro reencuentro, uno de ellos propuso seguirla en su casa, ya que sus padres habían viajado a Jauja y estaba solo, aceptamos y armamos una reunión de amanecida. Todos nos quedamos a dormir en su casa y cuando desperté mire el reloj y de un salto me levante muy preocupado porque era las 11 y 30 de la mañana y debería estar al medio día en el centro de Lima, estaba lejos y no llegaría a tiempo, en esa época no tenía celular para llamarla y decirle que me espere, solo me lave la cara rápidamente y salí presuroso a tomar cualquier movilidad. Llegué a las 12 y 15 de la tarde, fui corriendo al lugar donde siempre la esperaba, pero no la vi, camine rápidamente una cuadra más pero no la encontré, regrese para ir hasta la otra cuadra y nada, no estaba, me desespere, no sabía qué hacer, regrese al lugar de nuestro encuentro y me quede esperando con la esperanza que llegaría. Mi espera fue en vano, caminé hacia la Av. Wilson por si acaso, mirando a todos lados tratando de encontrarla, regrese y me quede esperándola, ya el tiempo no me importaba, además no quería moverme de ahí, era el único lugar donde podía ubicarla. Pero después de varias horas, mire mi reloj y era las 5 de la tarde, me di por vencido y decidí retirarme, pero pensando en ella y maldiciendo el haberme reunido con mis amigos la noche anterior.

En los días siguientes pensé mucho en ella y buscaba la manera de encontrarla, pero solo quedaba esperar que se cumpla la semana y volver a la hora que siempre nos encontrábamos. Fui como de costumbre, pero no la encontré, espere hasta las 3 de la tarde y nunca llegó. La siguiente semana hice lo mismo, pero solo la espere una hora, tampoco llego. Me retiré triste y abatido, solo sabía que vivía en San Juan de Miraflores, pero como buscarla, es un distrito muy grande y no conocía. A Jauja no iría al menos en cinco meses que acababa el ciclo de la universidad y era mucho tiempo para mi sentimiento. La siguiente semana ya no fui.

El tiempo paso y no pude regresar a Jauja por mucho tiempo, poco a poco la herida de mi corazón se fue cerrando al punto de hacer otra vida. De volver a enamorarme de otra mujer, supongo y estoy seguro que ella también hizo lo mismo. Pero siempre hay momentos como ahora que me recuerdo; aunque entiendo que el amor acabó, pero entre nosotros nunca nos dijimos personalmente que nuestra relación sentimental se daba por terminado. Algún día, no sé cuándo ni dónde, sé que me encontraré, ahí capaz tendré la oportunidad de explicarle lo que sucedió y también de terminar ese amor que el tiempo se encargó de curar y de cerrar un capítulo de mi vida.

Lo que en su momento fue algo hermoso e intenso, ahora solo es un hermoso recuerdo de un amor en carnaval y solo deseo que cuando la vuelva a encontrar, que sea en carnavales y en Jauja.

1 comentario:

  1. Wooooooaoo que bonitos recuerdos y sobre todo muy romantico , se que de alguna manera muchos Jaujinos han de tener una historia similar pero con diferente final. te felicito por tener el valor de escribri una historia de amor que va acorde con los Carnavales donde nacen nuevos amores y tambien teminan.

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