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Jauja, donde pagan a los hombres por dormir, fustigan a los hombres que insisten en trabajar, los árboles son de tocino y sus hojas de pan de fino. Las calles están adoquinadas con yemas de huevo y lonjas de tocino, asadas y fritas...

11 de enero de 2017

Con cariño, para esos “opinólogos” y “tunantólogos”

Su mirada desorbitada llevaba gran admiración, pues era la primera vez que el turista gringo, Mr. Douglas, asistía a ese ritual de vestirse de chuto o cullucara. Precisamente ahí se encontraba Killincho, mostrando a sabios y profanos la galanura y elegancia que poseen los que han heredado el arte de la chutería, porque, a decir verdad, aquel que no tiene prosapia, así se vista con el traje más elegante; así hable cinco idiomas, jamás será un buen cullucara de chispazos hilarantes, de jocundias improvisadas; que invente versos pendencieros o sentencias filudas; que componga canciones llenas de alegría y ternura; para que, entre juego y juego, pueda escarbar las conciencias sucias, o premiar con un fuerte abrazo al que se lo merece.

En esas circunstancias, Mr. Douglas, interesado por este personaje tan especial, preguntó acucioso a Killincho, quien se alistaba a ponerse la vestimenta:

- ¿Es ciertou mi cullucarra chourrupaquitou que durante the coulouniaje ya se bailaba este tunantada?

- Manan, Mr. Douglaschay, manancancho- respondió el superabundante Killincho-. ¡No! Eso lo han inventado los estudiosos que solo conocen por terceras manos, que nunca han indagado entre los ancianos y ni siquiera bailado, para hacerse famosos a costa de los ignorantes. Que no te den ha cachcar. Esto catedráticos vienen aquí a la plaza solo cinco minutos para ver la fiesta y luego se reciben de doctores en chuterías.

- Perou, estos calificadous mentes afirman que los choutitous decentes representan a los gamounales y los otros al yanacounaje, ¿es cierto, don killinchitou?-, seguía preguntando Mr. Douglas.

- Esos piratas académicos aprovechan de sus alumnos universitarios; ellos, los estudiantes, son los que recogen los datos de tal o cual danza y después los sesudos catedráticos dicen que han investigado. ¡Abusan porque son doctores! En los pueblos de los xauxas rajatablas,- continuó el pintiparado chuto- jamás ha existido haciendas ni grandes latifundios. Aquí hasta el menos favorecido por la suerte ha tenido, y tiene, su pequeña parcela donde sembrar papita y cosechar lágrimas, taytay.

- Perou, tu mascara tiene the eyes de color celeste, chutiou pendejitou- le volvió a preguntar el gringo Douglas; y este respondió: Eso es porque teníamos que burlarnos de los Jatchra Misters que llegaron a principio del siglo, picados por la tuberculosis, Misters.

- Volteando el tortilla, chutitou, los que usan botas son los decentes, y los que no tienen ¿son hijos de tayta ccouras?

- Otra gran invención gringocuna, entonces, ¿los que usan shucuis, son chutos indecentes? No, Douglitas. ¡No! El que usa shucui es un chuto más decente todavía. Cuando se conversa con ellos hay que sacarse el tongo por respeto. Es una sorpresa de finura. Cuando baila, el viento danza con él, casi sin pisar el suelo. Hay académicos que le han encontrado un paso especial, y eso no existe, porque el chuto es libre de bailar como le dé la gana, por eso es rajatabla.- Explicaba emocionado el Killincho.

- ¿Y este tripita para que sirve, choutitou?, - volvió a preguntar Mr. Douglas-. <<Esta tripita es nuestro mejor aliado para que nadie nos descubra. Permanecer incognito, ese es el asunto que debe quedar en el misterio, Mister Douglas>>.

- Dicen también que los coullucarras que llevan en las manos un courroutitou, ou uno guagua, son marricuetous?,- preguntó Mr. Douglas, como un verdadero agente de la CIA.

- Manan canchuta, gringocuna. Nosotros llevaremos esas guaguas como si fueran nuestros hijos, para enseñarles a los más lutipucos la esencia de nuestra fiesta, el espíritu de nuestras tradiciones. Por esto, los cuucaras reciben el calor del pueblo, la ternura, la familiaridad, el sentimiento con que estamos unidos.

De pronto, ante la catedra de Killincho, la conversación se detuvo y toda la gente de casa desapareció, pues salieron a la calle a buscar un shucui número 52, para Mister Douglas.
Fuente: Tesis “El valor del Chuto en la danza la Tunantada de Jauja, Yauyos 2014”
Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle

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